Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 31 de diciembre de 2011

UN RITO DE TRÁNSITO

Esta noche tiene una magia especial. El paso de un año a otro supone una puerta abierta que deja espacio para todo lo que se nos ocurra iniciar, otra cosa es que lo olvidemos al segundo día de haberlo comenzado.
         Imaginemos que somos capaces de transformar la realidad y que en nuestra varita mágica se encuentra la posibilidad de conseguir lo que deseemos. ¿Qué pediríamos?¿Cómo querríamos que sucediese?¿A quién implicaríamos en nuestra aventura?¿Hacia dónde dirigiríamos nuestras intenciones?¿Por cuánto tiempo lo deseamos?.
         Estás y muchas otras preguntas que os puedan surgir deben estar presentes en el rito de tránsito íntimo y personal que os propongo.
         Busquemos un espacio repleto de silencio para nosotros por unos minutos. Cerremos los ojos. Conectemos con nuestros deseos. Abramos nuestras intenciones. Visualicemos el año que está por pasar y en él, veámonos a nosotros en las situaciones que deseemos crear. Pero ante todo imaginemos que nos convertimos en la persona fuerte, capaz, entregada y amorosa que será protagonista de esos éxitos en el tiempo que llega. Veámonos tranquilos en nuestra suerte, serenos en la abundancia y templados en la expresión de aquello que por derecho corresponde que nos suceda.
         Ha llegado hasta mi una frase que me ha encantado y quiero compartir:…” Somos polvo de estrellas con un toque de luz del creador”…hagamos brillar nuestra luz para iluminar nuestro espacio, para compartirla con quien tiene su estrella apagada, para irradiarla lejos, tan lejos que no haya medida que abarque su cómputo. Clara y diáfana. Resplandeciente y poderosa. Una luz única. La nuestra, la del corazón que late en nuestro pecho lleno de AMOR.
         Que la felicidad no sea nunca una opción más en la vida de cada día, que sea una realidad que lo impregne todo.
 Que ese estado se instale permanente en nuestra alma y respondamos a los desafíos del futuro con la sabiduría interior que está en nosotros, desde siempre, esperando a ser descubierta.
Que las oportunidades de amar se multipliquen y seamos capaces de compartir ese amor con la generosidad inmensa a la que debe llevarnos la conquista de un ser nuevo que albergue al que ya fue.
                                      ¡!!   FELIZ   2012   ¡!!!

viernes, 30 de diciembre de 2011

EL APRENDIZAJE DEL " NO"

Una de mis asignaturas pendientes es saber decir NO y saberlo decir a tiempo. Cuando digo no siempre me siento culpable. Es como si mi negativa estuviese dañando al otro. Como si no fuese todo lo compasiva que debo, todo lo condescendiente o todo lo comprensiva que me siento. No quiero dañar al resto de ningún modo y me aferro a la idea de que si alguien tiene que sacrificarse en algo, en mucho o en todo…esa debo ser yo.
Creo firmemente que lo que para otros es un trabajo imposible, gravoso o molesto, para mí no será sino un tiempo de empeño bien empleado para ayudar a los demás. Mi condición de servicio me confunde y se olvida de mi cuando me piden algo. Lo peor de todo esto es que con el tiempo he aprendido a darme cuenta, en el momento, de que no tengo por qué ceder siempre e incluso de que aquello a lo que no sé decir No me va a dañar acto seguido. Es un extraño proceso en el cual ese daño potencial queda rebajado ante la posibilidad de que los otros se vean ofendidos.
 No tiene sentido cuando soy capaz de reflexionar “in situ” sobre cómo podría hacerlo bien y no lo hago. Es como si, en cierto modo, perdiese el afecto de quienes tengo en frente, aunque no los conozca. Tengo la sensación de que su momentáneo desagrado hacia mi caerá sobre mi cabeza como la espada de Damocles para partirme en dos. Y entre tanto me siento estúpida por ello y lucho por salir de este vicioso círculo del afecto ficticio sin demasiados resultados.
Me he comprado un libro con el que voy a comenzar el año para aprender a decir “no” cuando deba hacerlo y no sentir el peso de una culpa absurda arrebatándome la dignidad cada vez que me equivoco.
         Pienso, muchas veces, la impotencia que siento cuando siendo tan capaz de analizar muchas de las situaciones que me suceden a lo largo de la vida, sobre todo en relación con las personas que frecuento, no soy capaz regalarles mi verdad para no ofenderlos. Es un círculo vicioso donde cuanto más me doy cuenta de las situaciones erróneas menos me dispongo a terminarlas.
En el fondo tengo una sensación terrible de querer salvarlo todo. De estar metida en una cruzada continua en la que pongo todo de mi parte para que lo que está torcido se enderece y los que agoniza, no muera. Pero también me doy cuenta de que hay doncellas que no quieren ser salvadas, como decía nuestro amigo Fisher en su libro “El caballero de la armadura oxidada” y que por tanto debemos dejar donde están.
Aprenderé a decir “no” aunque me cueste el año entero. Tengo tiempo por delante y ganas de hacerlo. No será fácil, pero es necesario. ¿Hay algún maestro/a  dispuesto a ayudarme?.

jueves, 29 de diciembre de 2011

BUSCANDO NUESTRA SOMBRA

Estos días de compras, compromisos y reuniones nos diluimos en lo demás, en el exterior no cotidiano, en ese mundo de otros que  se apodera de las rutinas de siempre para cambiarlas. Es agradable que así sea, compartimos un tiempo distinto con gente diferente aunque sea cercana y conocida. Pero casi todos tenemos ciertas ganas de que esto pase. Es como si las fiestas navideñas durasen demasiado. Nos gustan las demostraciones de afecto, los regalos, los brillos, las burbujas y la calle. Pero añoramos la quietud de lo que hacemos siempre. Esos automatismos de los que se hacen los días de cualquier fecha en los que nos sentimos cómodos por lo conocido de su desarrollo. E incluso añoramos que este sentimiento de volver a lo de siempre se esparza en el ambiente y sea deseo de todos. Porque la vida diaria impone un orden pausado en el que uno encuentra su lugar. Esos ratos de lectura solitaria, la escucha de nuestra música favorita, los paseos por lugares amigos y hasta nuestros momentos de enfado e irritación parecen haberse alterado con las fiestas. Por eso queremos volver a ello. Queremos buscar nuestra sombra para encontrar lo que dejamos antes de comenzarlas. Pero tal vez, este tiempo distinto nos ayude a volver de otra forma si sabemos aprovecharlo.
El comienzo de un nuevo año marca siempre unas renovadas intenciones para con nosotros mismos que deberíamos aprovechar. Nos invita a hacer balance de lo sucedido y a volcar nuestra voluntad en objetivos factibles que podamos alcanzar para ser más felices y vivir mejor.
Quiero plantearme el tránsito de un año a otro como una oportunidad de recapitular sobre lo que pasó y sobre todo, advertir honestamente cómo lo viví, que parte de mi se escapó a mi control, en qué pude fallarme a mí misma, en qué dañé a los demás y cómo superé las pruebas que la vida me regaló.
Quiero conocer los deseos de mi corazón abiertamente, sentir qué me mueve a estar en contacto con mi esencia, qué es lo que podría hacer mejor o cuáles son las metas que me harían sentirme bien. Y después comenzar la puesta en marcha de un proyecto para mí misma. No tengo que esperar. No puedo esperar. Comienzo ya mismo. Todo tiempo perdido me faltará más tarde para llegar a donde quiero estar. Y en este camino mío, me gustará contar con los demás. Los que vais a mi lado y a los que os siento cerca. Todos podemos ser apoyo para el resto. Nadie es insustituible, pero todos nos necesitamos unos a otros. Quiero encontrarme con todas las piezas de mi mecano. Una de ellas, eres tú.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

LOS ZAPATOS DEL OTRO

El sufrimiento forma parte de la experiencia humana. Las personas se dañan unas a otras: dañamos a otros y otros nos dañan. Saber esto es comenzar a ver con claridad. No sólo somos víctimas. Muchas veces nos convertimos en verdugos empeñados en escarmentar a quienes nos han hecho sufrir. La única manera de solucionar esta adicción a culpabilizar al resto, y reaccionar en consecuencia, es hacernos amigos del dolor, de la soledad y del sufrimiento propio para entender el de los demás. La compasión surge cuando uno reconoce que ha estado en el mismo punto. Enfadados, celosos, solitarios, rencorosos…tenemos comportamientos extraños y contrapuestos que los demás tampoco entienden. Si nos sentimos solos, decimos palabras crueles; si queremos que alguien nos quiera y no lo hace como deseamos, lo insultamos; si tenemos miedo a que nos abandone, lo ignoramos… reacciones que llevan la semilla de la incongruencia en sí mismas.  Comenzamos a ponernos en los zapatos del otro cuando reconocemos, no que somos superiores y desde ese pedestal perdonamos, sino que hemos estado en el mismo estado y reaccionado de idéntica forma. Cuánto más conocemos nuestros venenos, más entendemos los de los demás.
El ego nos juega malas pasadas. Lo intenta personalizar todo. Es una habitación que decoramos a nuestro gusto, disponemos a nuestra temperatura, rociamos con los aromas preferidos y completamos con la música que elegimos.  Cuanto más queremos que la vida se adapte a nuestros gustos, más temes a los demás, y lo que está fuera de tu habitación se va haciendo cada vez más grande e imposible. En lugar de estar más relajados comenzamos a cerrar ventanas y puertas. Cuando salimos, la experiencia de vivir con el resto se va haciendo más desagradable e imposible. Estamos más irritables, más temerosos, más sensibles que nunca. Cuánto más tratas de hacer las cosas a tu manera, menos cómodo te sientes. Comenzar a entender a los demás equivale a abrir la puerta para ser honesto contigo mismo y abrazar la sensación de comprenderles.
Muchas veces son las expectativas no cumplidas por los demás, las que nos dañan, no ellos mismos. No establezcamos objetivos con lo que el resto debe darnos de sí mismo porque en realidad lo que queremos con ello es ganar nosotros, tener éxito en lo que proyectamos para los otros sin contar con ellos, con sus reacciones, con su peculiar punto de partida. Sintámonos libres de exigencias con ellos. Andemos en sus zapatos algún tramo y si definitivamente concluimos que estamos frente a una persona que nos causa un dolor gratuito, alegrémonos de algún modo porque estamos enfrente de un profesor. Si con ello estamos aprendiendo a comunicar, no a ganar, ese será el verdadero camino hacia nuestra evolución.

martes, 27 de diciembre de 2011

MIENTRAS SUCEDE LA VIDA

Mientras sucede la vida estamos en otro lado, muchas veces. Transcurre sin nosotros pero sobre nosotros. Y la dejamos pasar empeñados en que lo que nos preocupa vale más que ella porque ella está sin más. No solemos dar valor a lo que nos viene regalado. Entramos en ella con la inocencia pulcra de los niños, con las ilusiones efímeras de moldearla a nuestro gusto, con la esperanza de vivirla a nuestro modo. Pero desde el momento que el resto interviene y se hace norma lo que debería ser normal, se apaga el encanto. La frescura de avanzar por ella manteniendo la identidad con los sueños que tejimos en la juventud se extingue y poco a poco nos encontramos encarrilados sobre las ruedas de lo social en una carrera infernal hacia ningún sitio.
         Mientras sucede la vida nos olvidamos de vivir. Los problemas van apoderándose de las horas de nuestros días y no suficientes, nos parece que debemos robar a la noche parte de las suyas para seguir con ellos. Pocas veces las soluciones parten de nuestras iniciativas y sin embrago, son muchas en las que la vida se muestra soberana decidiendo. Damos vueltas a la redonda a lo que es cuadrado y pulsamos las cuerdas de un violín roto cuando queremos conseguir la mejor melodía. Al levantarnos, cada mañana, lejos de recordar lo que brilla junto a nosotros, sentimos el lado oscuro de la otra dimensión que nos amenaza. Otras veces, parecemos paralíticos de la voluntad o el entusiasmo y con las muletas de los fracasos a cuestas y las gafas oscuras de la indiferencia nos lanzamos a la ingrata tarea de seguir teniendo miedo a cada paso.
         Mientras sucede la vida, me doy cuenta de que no vivo en ella, sino que paso a través de su velo transparente y sutil para encontrarla al final del camino sin entender que ella es el sendero. Por eso, desde hoy me propongo vivirla a cada instante siendo consciente de la belleza que encierra gozarla desde dentro, sin que nadie te lo cuente, sin que todo suceda sin ti, sin que las emociones se queden colgadas de la inconsciencia pero sobre todo, sin que me olvide de mi cuando la vivo.

lunes, 26 de diciembre de 2011

CUESTION DE ACTITUD

En estos días, precisamente, uno puede hacerse cargo de la diferencia de actitudes que mantenemos a lo largo del año. Pareciese que las festividades marcasen los ritmos internos de nuestro bienestar. Nos dejamos arrastrar por una corriente lenta y dispersa, a veces, y arrebatadora y fulminante otras, que determina el signo de nuestro carácter. Si estamos en Navidad, la alegría, los buenos deseos y la esperanza brillan en todas las miradas. Si lo que se acerca es la Semana Santa, igualmente acomodamos el sentimiento al dolor de quien guía la celebración y la da sentido. El nacimiento y la muerte de ese Dios, presente para algunos y ausente para otros, parece representar el mismo destino que está preparado para el hombre. Un recorrido breve de existencia en el que se pasa muy pronto de la alegría de nacer a la desdicha de morir. En el medio, todo sigue siendo una cuestión de actitud.
         La vida no es un sendero fácil pero los resultados de nuestras acciones, en relación con los problemas que nos asaltan, pueden ser asumidos desde diferentes formas de posicionarnos para acometer lo siguiente. Es difícil tener esperanza cuando todo parece ir mal. Pero es necesario aferrarse a ella para que vaya mejor. Nuestra energía vibratoria sintoniza con la frecuencia de lo que nos sucede. Cuando estamos seguros de que algo sucederá, fácilmente suceda. Podemos intervenir en el rumbo de las cosas con la fuerza del deseo. Podemos dirigir nuestros pasos con la firme intención de que llegarán a un destino. Podemos estar seguros de la fuerza inmensa de nuestras convicciones. Creer que podemos es estar pudiendo ya. La duda, el desasosiego, la permanente insatisfacción, la demoledora sensación de miedo y esa poderosa voz que nos asalta a cada instante para convencernos de nuestra impotencia, son los responsables del estado lamentable en el que a veces nos encontramos. Parados en un mismo punto. Sabiendo lo que debemos cambiar para que todo vaya mejor y manteniéndonos inmóviles, reflexionando sobre cómo debemos actuar para dar un giro a nuestra vida y siguiendo aferrados a la comodidad de lo conocido. Tememos que nos vaya mal y a veces, no nos puede ir peor. Creemos una actitud nueva en nosotros que nos mueva a cambiar lo que no nos gusta. Comencemos por realizar un acto de honesta confesión con nosotros mismos para saber dónde está el punto de inflexión de nuestro cambio. Atrevámonos a dar el primer paso. No perdemos nada por ello. Que nuestra actitud sea nuestra aptitud para que todo lo que anhelamos se cumpla. Tenemos la oportunidad de iniciarlo en cualquier momento pero quizá sea este el idóneo. Un nuevo año está a punto de comenzar y con su frescura será más fácil decidirnos por lo que de verdad nos gusta.

domingo, 25 de diciembre de 2011

LA OTRA NAVIDAD

Ha amanecido la Navidad, un año más, en cada corazón, en cada casa, en cada uno de nosotros… y sin embargo, no lo ha hecho de igual forma para todos. No quiero nunca dejar de pensar en quienes tienen una Navidad solitaria, llena de escasez o repleta de enfermedad. Pareciese que esas personas no existiesen cuando lo que sentimos es gozo, burbujas, regalos y brillos por doquier. La Navidad del frío y la pobreza nos quedan lejos y nos empeñamos en no recordarla ni siquiera para hacernos cómplices de los que sufren en nuestro corazón y sentir que estamos a su lado de alguna forma.
         Me gustaría que la Navidad de algún día fuese para todos semejante. Que nuestro gozo fuese el de todos. Que los besos y abrazos que recibimos quedasen impresos en una conciencia universal de la que todos pudiesen beneficiarse. Que la alegría, las risas, las luces y el champan rodasen de igual forma en todas las mesas. Que la ilusión iluminase todas las miradas del planeta y que con ella, los sueños se hiciesen posibles por un día para quienes siguen teniendo la capacidad de soñar a fondo perdido.
         Me gustaría que el dulce olor a mazapanes inundase las estancias en señal de júbilo y que en todos nosotros naciese un imperioso deseo de igualdad que nos moviese a actuar con equidad siempre y en todo momento.
         Por eso hoy no puedo dejar de recordar a quienes no son tan felices y dedicar mi día a transmitirles desde mi corazón un rayo de esperanza envuelto con un lazo hecho de puñaditos de amor.
Un beso para tod@s.

viernes, 23 de diciembre de 2011

LO QUE DEBEMOS ALCANZAR

Tal vez esperamos, demasiadas veces, que todo cambie a lo largo del año. Pero pocas nos planteamos cómo debemos cambiar nosotros. Sería excelente que en este tiempo distinto pudiésemos hacer balance. Una columna para el debe y otra para el haber. Recopilar y extraer de nuestra memoria qué hemos hecho este año de provecho y qué ha quedado por hacer. Qué nos habíamos propuesto conseguir y qué no conseguimos nunca a pesar de nuestra batalla. Igual conviene detenerse un poco y volver la vista atrás para lanzarla más lejos al poner los ojos al frente. O tal vez, debamos confesarnos con nosotros mismos en un acto de sinceridad improvisada que nos coloque firmes junto a lo que pretendimos alcanzar y ni siquiera hemos intentado. O por el contrario, seamos capaces de reconocer que caímos muchas veces pero otras tantas nos levantamos con el ánimo de continuar trepando en la escala hacia nuestra mejora.
         Podemos comenzar en cualquier momento. Incluso debemos alegrarnos si cuando iniciamos las propuestas de reforma, para el año próximo, vemos que estamos deprimidos, angustiados, iracundos o infelices. Es un buen punto de partida. Posiblemente el mejor. Porque estamos en la situación perfecta para conectar con lo que nos daña, con aquello a lo que tememos, con lo que nos produce sentimientos negativos y entonces…en contacto con el dolor puro, rasgar las vestiduras de su textura gruesa y densa para aligerar la carga transformándola en paso ligero y fresco hacia el bienestar.
         No podemos empezar el nuevo tiempo donde estamos. Algo habrá que mejorar, algo que cambiar, algo que convertir…aunque todo nos vaya genial porque si es así, deberíamos trabajar la genialidad que les corresponde a los demás e invertir nuestro amoroso empeño en el resto de los que conviven junto a nosotros y también sufren. Estamos conectados, todos pertenecemos a un gran mecano cuyo engranaje delicadísimo y exacto depende de la individualidad…de una, de muchas, de todas. Aportemos el aceite oloroso que mantenga suaves las relaciones, seamos amables, comprendamos y ejecutemos la vivencia del día a día con la necesaria compasión capaz de permitirnos entrar despacito en el corazón del otro. Sólo así sabremos el color de su pena y la soledad de su alma; solo así podremos ofrecer una sonrisa abierta al extender la mano para apretar la suya.

jueves, 22 de diciembre de 2011

MERECIENDO LA NAVIDAD

ACABAR el año siempre supone una cierta inquietud con respecto a los nuevos tiempos que
están próximos a llegar. Al menos, el que se va ya ha sido vivido. Lo hemos gozado o sufrido, lo
hemos padecido y sobrellevado, pero al que llega le queda por descubrir sus grandezas o sus
miserias y eso siempre nos mantiene temerosos y abrigados en el pensamiento de que
cualquier tiempo pasado fue mejor. La llegada de la Navidad acerca al más agnóstico a la idea
de un dios que nace, aunque no se sienta su heredero. Y es que a pesar de que estas fiestas
han perdido el sentido misterioso que las envuelve para ser sustituido por la parafernalia de
brillos, cava y cotillón, no dejan de remover en el interior un sentimiento sin paliativo tanto si se
las da la bienvenida con júbilo como si se las rechaza absolutamente. No hay que ser profeta
para percibir el anochecer de una época y el despertar de otra. Estamos entre la oscuridad de la
que necesariamente debe terminar, percibimos la necesidad de cambiar desde dentro, desde
nuestra parte más auténtica y más humana para gozar todavía, lo que nos queda de vida, de un
mundo mejor. La crisis no sólo está en la economía, sino en las creencias, en las ideologías, en
las costumbres, en la convivencia-¦incluso el mundo tecnológico nos vuelve la espalda, ya que a
pesar de haber conseguido un espacio cada vez más interconectado no ha podido lograr ni
unificar la calidad de vida para todos. Las diferencias cada vez hacen más distinto al oprimido.
El necesario cambio no debe profundizar en la concentración de la riqueza y el poder en manos
de unos pocos: no en asesinar, no en avasallar ni empobrecer a unos sectores a favor de otros
más elitistas, no en arriesgar el equilibrio de la Tierra, no en ayudar al Tercer Mundo, sino en
que no haya mundos terceros; ni está tampoco en tolerar la ecología, sino en ponerla muy por
encima de los egoísmos nacionales. Debe nacer una actitud nueva, una sensibilidad distinta
que nos lleve a comportamientos más equilibrados y compartibles. Es necesario cambiarnos de
raíz: que la comunicación entre los ámbitos más cercanos y familiares o los más lejanos e
institucionalizados, sea flexible y natural, ni autoritaria, ni paternalista; que partiendo del núcleo
de lo personal se traslade con agilidad a lo colectivo, que se alimente del diálogo espontáneo y
que permita avanzar a los que estén en esta sintonía, en la misma luminosa dirección creativa.
Porque cuando lo hagamos así nos sentiremos herederos del dios que todos encarnamos sin la
necesidad de lugares, ni oficios, ni rúbricas, ni dirigentes especiales que entonen la oración que
debe surgir de dentro. Atentos únicamente a la dirección de nuestra propia conciencia cuando lo
que decidamos se dirija por el criterio de ser favorable para nosotros mismos y los demás. La
idea de Dios no puede heredarse. Ha de ser una cosecha individual después de una siembra
muy larga; de una siembra de dudas y contradicciones. Todas las religiones son igualmente
respetables en cuanto impulsen a la generosidad con los semejantes e impidan que unos
abusen o se impongan a otros. En definitiva, sin libertad no hay cielo, ni infierno. El bien y el mal
se distinguen por el mero uso de la razón, que es justamente lo que nos hace hombres. No
fracasan los gobiernos, ni las religiones, ni las instituciones, ni las familias, ni las parejas-¦
fracasan las intolerancias vengan de donde vengan.
«No quieras para los demás, lo que no quieras para ti», único lema que tenemos que heredar
venga de Buda o de Jesús de Nazareth. Y cuando así suceda, comprenderemos que todos
tenemos el mismo valor y que nadie es imprescindible ni tampoco insustituible en ningún
escenario de la vida. Comprenderemos que los más válidos no son entonces los que salen en
las noticias, presentan programas, protagonizan portadas del corazón o se encaraman en los
podios de los estadios o los púlpitos. Entenderemos que aquellos hombres y mujeres que
constituyen la urdimbre y la trama de ese espeso tejido de a pie que todos conformamos;
aquellos que viven para igualar a sus semejantes, para compartir y ayudar, para vivir y convivir,
para solicitar y ser solícitos, para tender la mano y abrazar, para saber dar y recibir o para
defender y amparar, son los que heredan a Dios verdaderamente. No los mangantes, los
escaladores sin escrúpulos, los hábiles en enriquecerse, los estafadores, los que dan
palmaditas en la espalda con una mano y te empujan con la otra, los falsos amigos o los que te
prometen el cielo y te dejan caer en el infierno. Sino los generosos, los abnegados, los
modestos, los insignificantes en apariencia, los solidarios, los dadivosos de sí, los seres
humanos que instalados en la normalidad salen a flote día a día con digna dificultad y aún
tienen la sensibilidad natural de no desequilibrar, de aguantar en la otra mejilla y sobre todo, de
luchar en la creencia de que la calidad humana aún es posible. Esos son los que pueden
permitirse la Navidad, crean en ella o no. Sin embargo y por fortuna, nunca seremos dioses si
no es en lo que significa ser hombres hasta las últimas consecuencias. Si hay otra vida, seguro
se adquirirá con ésta, viviendo en plenitud con el aquí y el ahora; viviendo en libertad, y
transformando el mundo en un ancho valle de bienestares compartidos. A fuerza de encogernos
de hombros hemos hecho de la sociedad una ruina sin norte en la que no podemos orientarnos.
Por eso necesitamos de jerarquías propias flexibilizando devociones, desterrando dogmas y
cultos irracionales, aboliendo sumisiones forzadas, estableciendo y exigiendo tolerancia y sobre
todo dejando escapar, a diario, esos sentimientos que en estas fechas nadie ahorra en su
manifestación para poner una alfombra roja entre los que transitamos al mismo paso. Lo que
nos espera es laborioso. Rechazando senderos marcados e inoperantes y abriendo caminos y
rutas nuevas para quienes nos sigan. Comenzar el año inaugurando una vida hecha entre todos
-”jóvenes y mayores, letrados y analfabetos, pobres y ricos-” para crear un planeta en paz y
armonía, al que cada cual, desde su sitio, haya aprendido a amar serenamente.

martes, 20 de diciembre de 2011

PRISIONEROS DE LAS VICTORIAS

Nos han enseñado a ganar siempre. Nos han mostrado el camino hacia la cumbre de los ganadores y su esplendorosa victoria cuando han conseguido la meta. Da la impresión de que si no hemos ganado  no nos hemos esforzado lo suficiente y que, con ello, hemos dejado de lado esa responsabilidad que todos esperaban de nosotros. La culpa aparece entonces y con ella, la debilidad de dudar de nuestras posibilidades. Estamos inmersos en la cultura del éxito. Quien no gana no vale. Este breve axioma ha determinado la coraza que hemos levantado ante las derrotas. No solo evitamos ser tocados por el fracaso, sino que también arengamos a los que lo sufren desde nuestra posición ególatra de ganadores potenciales.  En el fondo, nos escondemos tras el miedo a ser dañados, criticados y humillados en favor de unos valores deformados por las corrientes de moda.
Hemos aprendido a valorar la sensación de ser derrotados como algo que ha entrado en nosotros con la intención de destruirnos. Entonces, en ese preciso momento salimos a comprar armaduras, armas y candados para no tener que volver a sentirlo nunca más. Buscamos todo tipo de cosas: siete pares de botas que caben unas dentro de otras; para evitar tocar el suelo; doce máscaras para que nadie pueda ver nuestro verdadero rostro; diecinueve armaduras para que nada pueda tocar nuestra piel, y mucho menos el corazón. Estamos prisioneros de nuestras ansias de victoria y arrastramos los grilletes de nuestro temor a las derrotas. La verdadera causa de nuestra confusión es el no ser conscientes de que tenemos una riqueza ilimitada y este desconcierto se hace más profundo cada vez que aceptamos esta sin razón de que unos ganan y otros pierden cuando logran tocarme o si logro protegerme.
Tanto la victoria como la derrota deben ser únicamente llaves hacia el corazón. Puertas de entrada hacia la conexión con lo que nos lleva a ir más allá del llamado sentido común. Momentos en los que podemos preguntarnos de qué forma se han instalado esos sentimientos de desagrado o de euforia en nuestra conciencia y qué significado profundo tienen como reactivos en nuestra conducta. Preguntarnos, tal vez, por qué somos tan vulnerables en la arrogancia y tan poderosos en la debilidad. Saber, en definitiva, que cualquier emoción que nazca en el corazón tiene un sentido, está ahí para algo y seguramente terminará por ayudar a entendernos.

lunes, 19 de diciembre de 2011

COMIENZA DONDE ESTÉS

A veces la vida se detiene para nosotros y sigue su camino mientras nos quedamos esperando en una de sus orillas. Esta impresión me surgió al conocer el caso de la pareja de una amiga. ¿Cómo se puede luchar tanto por alcanzar una meta y cuando estás a punto de conseguirla, más cerca que nunca de tocarla con los dedos…todo se derrumba en el interior?...¿de qué forma las fuerzas te abandonan antes de darles permiso para que se marchen y te dejan rendido a los pies de la cumbre de tus sueños sin poder alcanzar la victoria?. Posiblemente el fantasma de la derrota merodeó siempre durante la batalla. Tal vez uno no se cree merecedor de la conquista. Quizá el empeño puesto para que los laureles coronen nuestra cabeza ha caído antes de alcanzar el trofeo. Y sin embargo…la felicidad espera; siempre espera por nosotros. No es sencillo desprenderse de las arenas movedizas de una depresión. No es fácil desenmarañar la red que aprisiona el alma y la deja en coma profundo. Es terrible ver pasar tu vida como si fueses un espectador ajeno a ti, siendo capaz de analizarla en toda su dimensión pero te encuentres atado de pies y manos para resolverla.
Posiblemente nadie nos pueda ayudar en esas circunstancias y debamos ser nosotros mismos los que paradójicamente tiremos de nuestro carro sin encontrar las fuerzas que nos acompañen. Pero tal vez nos ayude saber que no es necesario volver atrás, ni repasar lo que nos hizo llegar a tal estado, ni tratar de solucionar los viejos problemas que parecen responsables de nuestra decadencia. No hay que resolver nada de lo que ya pasó, sino comenzar en el punto en el que nos encontramos. Posicionarnos en el aquí y en el ahora para empezar de nuevo; tal vez con un sentido diferente de la vida, más plano, más sencillo, menos abigarrado. Comenzar con las rutinas diarias más humildes, las que rindan culto a nuestra persona. Iniciar el cuidado de nuestro cuerpo para comenzar a gustarnos más;  preparar los hábitos del orden externo que nos rodea; acomodar las pequeñas metas que nos impulsen al exterior y conseguir desde fuera ordenar lo de dentro. Si nos vemos mejor, si donde vivimos está dispuesto con armonía, si la calle nos pide nuestra presencia, porque quiere recompensarnos con la conquista de algún fin…entonces y sólo entonces…los duendes de nuestra alma iniciarán su posicionamiento hacia la paz que le corresponde.
¡Comencemos siempre desde donde estamos!, es el único punto que nos asegura un avance sin retroceso y sin culpas.

domingo, 18 de diciembre de 2011

DOMINGOS LITERARIOS

Puede que el amor no esté a tu lado en estos momentos y que espere, en silencio, una oportunidad para aparecer junto a ti. Puede que se haya ido, que esté lejos o que no haya estado nunca. Pero en cualquier caso ha existido siempre…en los pliegues del corazón  hambriento, en los trazos de las manos cansadas, en la mirada de la pupila abierta, en los silencios del alma tierna…Nada ha ocupado su lugar ni podrá hacerlo.
Dejemos que esa capacidad inmensa de soñar siga invadiéndonos para moldear con pedacitos de ilusión, el fuego de la pasión. Y estemos solos o no...imaginemos la huella del encuentro en el aroma fresco de nuestra almohada.


Siempre estás conmigo
en mis noches de nostalgia
me recorres todo el cuerpo
con caricias que me dejan
un susurro en mi oído
y un beso tibio en el alma.
Te me acercas muy despacio,
y al tocarme me declaras
el amor que por mi tienes
y que guardas en mi almohada.
Tu secreto me lo dejas
tan cerquita de mi cama
para que cuando amanezca
quede tu huella en el alba.
Me cobijas con tu abrazo
hasta que el sueño me gana,
porque siempre estás conmigo
en mis noches de nostalgia.....
(Autor desconocido)
¡!!Feliz Domingo!!!

viernes, 16 de diciembre de 2011

LA OBLIGACIÓN DE LA NECESIDAD

En muchas ocasiones he pensado no ser capaz de hacer lo que vi en otras personas. No poder con tanto sufrimiento, ni adaptarme a lo que siempre temí. Sentía que mi debilidad era tal que no podría hacerme cargo de la desesperación cuando me llegase, ni seguiría adelante cuando las fuerzas comenzaran a fallarme. Nunca me imaginé sondeando a la noche en las tinieblas de la incertidumbre. Nunca me creí lo suficientemente fuerte como para recolocar las emociones después del desastre. Y sin embargo, lo hice. Nadie  sabe hasta dónde puede llegar hasta que se ve obligado por la necesidad. Nadie se mide a sí mismo mejor que en las dificultades a las que debe hacer frente sin poder ser ayudado. Porque a veces, nadie puede ayudarnos a sufrir lo que nos toca. Es una asignatura pendiente que todos debemos pasar. Ninguno, por mucho que nos quiera, puede sufrir lo nuestro, ni penar nuestras quimeras. Tampoco pueden entrar en nosotros y ordenar la casa por dentro. Ni tan siquiera un psicólogo será capaz de lanzarnos de nuevo a la vida si no queremos hacerlo. Solamente el tiempo nos da la medida de nuestro valor frente a las dificultades; solo él es capaz de reunirnos de nuevo con nosotros mismos para rescatar la unidad perdida. Y una vez ahí, lejos de los problemas ya resueltos por nosotros o por la propia vida, concedernos el honor del próximo baile. Porque aún existe música que suena por nosotros y aún podemos abrazar la esperanza de sentir la magia de lo que nos queda por vivir.
En ocasiones, nos preocupamos demasiado por intervenir en los sentimientos y reacciones de nuestros hijos o de las personas que creemos que dependen, de algún modo, afectivamente de nosotros. No entendemos que cada uno debe hacer su historia y en ella tomarse medida. Por mucho que queramos evitar el dolor al resto…no podemos hacer otra cosa que limitarnos a esperar que usen el ejercicio de su vida y nos sientan cerca. Que sepan que estaremos en cualquier caso y siempre, pero que no sufran el acoso de quien quiere ponernos un salvavidas que no sabe ni cómo funciona. Cada uno debemos encontrar el nuestro y aprender a ponerlo con soltura. No temamos para nosotros ni para ellos que no sepan actuar. Sabrán sobradamente cuando lo necesiten porque la necesidad torna todo en obligado cumplimiento tirando de nuestras fuerzas para poder con ello…hasta el límite que jamás soñamos y aún más allá.
Baste la confianza de ser siempre nosotros y estar en paz y armonía con uno mismo. El resto llega solo. Somos más poderosos de lo que creemos y siempre, siempre nos acompaña una fuerza invisible que nos permite continuar más allá de lo que juzgamos posible.
A lo largo del tiempo, me he dado cuenta de que no debo dudar de mí. De que en realidad podré con todo lo que me llegue porque en definitiva está preparado para que así suceda. Es para mí. Únicamente pensado y dispuesto según mi propia evolución precisa…por eso, también sé que cerrando los ojos y respirando profundo me abraza ese ser poderoso que me invade, dándome toda la tranquilidad que necesito.

jueves, 15 de diciembre de 2011

COMPARTIMENTOS DEL CORAZÓN

Los sentimientos que tenemos hacia quienes amamos, o de alguna forma queremos como nuestros, se van encajando en departamentos ajustados a su forma y contenido. Es difícil querer por igual, incluso a los propios hijos. Tampoco se mantienen idénticos afectos con los hermanos, ni con los padres, los profesores o los amigos. Pero nuestra mente, con frecuencia, racionaliza lo que sentimos y nos indica que debemos mantener un rasero para los que están en una misma línea de relación con nosotros. ¿Cómo decidirnos a  reconocer que amamos más a nuestra madre que a nuestro padre o viceversa?¿qué profesor puede asegurar que siente lo mismo por todos sus alumnos?...todos somos diferentes, cada uno vibramos con unas frecuencias distintas, respondemos, proyectamos y nos sumergimos en la vida con nuestra particular forma de ser y sentir. Por eso cada uno, necesitamos, merecemos y recibimos ráfagas de amores distintos.
Amar diferente no quiere decir cuantificar el sentimiento a la baja. Esta es la gran confusión que nos lleva a dolores intensísimos cuando los afectos se creen rivales. Podemos querer mucho a dos personas y quererlas de forma diferente a la vez. Podemos cualificar el sentimiento pero nunca valorarlo a peso. Por eso se confunden las actitudes cuando el que juzga el sentimiento está implicado en el círculo de lo íntimo. ¡Cuántas veces el esposo tiene celos de la madre la su esposa o al revés; o la madre de la novia de su hijo o al contrario!...hasta que no entendamos que nada tiene que ver lo que sentimos por unos que por otros, hasta que no comprendamos que nadie roba nada a nadie en este terreno del corazón y hasta que no seamos capaces de asumir que amar mucho no significa siempre amar bien, no lograremos evadirnos de los grilletes que pone el amor cuando atrapa y nos pilla desprevenidos. Los celos han de ser desterrados de nuestro sentir diario si no queremos vernos asfixiados en el veneno amargo de la imaginación. No pongamos límites a los que nos aman. Ellos son responsables de ese sentimiento y sabrán por qué, cuánto y cómo. No les digamos lo que deben de hacer para que ese amor sea como nos gusta. Será como deba ser dentro de la biografía personal del que lo vive y nos lo regala. No está hecho a nuestra medida, sino que está hecho de lo cada uno es capaz de sentir en cada momento. No pidamos nada. Es la mejor manera de tenerlo todo. Así, en plena libertad del ejercicio de amar es donde debemos encontrarnos con las personas que queremos y permitir que ellas tomen la decisión de cómo querernos. Nos puede gustar o no, pero en cualquier caso es lo que mejor nos dan de sí mismas para nosotros. Tal vez no tengan más que darnos o no lo puedan dar de otra manera. Pero lo que dan debe ser, por si mismo, lo suficiente para sentirnos recompensados por la vida, una vez más.
Me alegro inmensamente de estar de nuevo con vosotr@s.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Domingos Literarios


Para desearos un domingo sereno, lleno de tranquilidad buscada, y sobre todo, pleno de momentos nuestros os envío este poema que canta a la única forma posible de amar, la libertad. Estar con la persona amada no significa estar atada a ella, ni obligada con contratos firmados, ni ellos subyugan ni nuestro corazón responde nada más que al sentimiento puro y libre de seguir amando.

"ESTAR CONTIGO"

Mira,
yo voy a estar contigo
el tiempo justo que decidas
estar conmigo;
te brindaré comprensión
si eso quieres
a cambio que me permitas ser
quien te comprenda.
Y éste punto es difícil
porque, probablemente,
como a menudo
peleemos por ello.
Juntos estaremos,
si tú lo prefieres,
hablando de cosas nuestras,
sin importar parecernos
en lo que decimos;
si somos semejantes
aceptemos nuestras diferencias
que nos hacen únicos e indivisibles,
entonces, ¿por qué transformar las ideas
en verdades o mentiras
según quien las dijera?
Y cuando nos vayamos del nosotros
y recuperemos el cada uno
podremos, si acaso,
intentar repetir la experiencia nueva
de estar juntos
para acordar, por fin,
nuestras diferencias,
Yo voy a estar contigo
el tiempo justo que decidas
estar conmigo,
cada vez que intentemos el milagro
de elegirnos.



Autor:
Yuri Tabak....

¡!!!Feliz Domingo!!!

sábado, 10 de diciembre de 2011

LA PUERTA DE AL LADO

Cuando las cosas no van bien todos nos preguntamos alguna vez por qué los demás parecen más felices o tienen mejor suerte. Nos da la impresión que las desgracias no se reparten bien y que si alguien tiene ración de más…somos nosotros. El resto, son aquellos anónimos que sonríen con los buenos días en los labios mientras caminan aparentemente despreocupados o se mantienen impasibles cuando nos cruzan por la calle. Es como si en su casa no pasase nada doloroso o desagradable…como si cada mañana fuese una nueva confirmación de que en realidad son la familia perfecta. Alguna vez que también yo lo he pensado, me he dado cuenta, con el tiempo, que nadie sabemos lo que pasa detrás de la pared del vecino y que si la vida parece irnos mal solamente debemos mirar enfrente para darnos cuenta que nos puede ir peor.
         Tenemos la sensación de que irnos mal la vida nos convierte en unas víctimas desprotegidas al vaivén del destino. Impotentes para cambiar el rumbo de las cosas, nos sometemos a la tristeza de seguir siendo cómplices del malestar que nos generan.
         Nadie es tan feliz como parece, ni tampoco la buena suerte visita solamente a algunos. Simplemente la vida tiene su particular reparto de las situaciones para cada uno de nosotros. Nos pone a prueba, nos somete a examen, nos revisa y nos pide que actuemos en libertad, que nos equivoquemos, que respondamos aún sabiendo que caeremos muchas veces en los  mismos errores. Se trata de aprender a avanzar demostrándonos a nosotros mismos que somos capaces de mejorar. Que realmente podemos cambiar la realidad solamente con modificar la forma de responder a ella.
         La mente nos juega malas pasadas. Ha perdido la capacidad de supervivencia en un mundo donde muchas situaciones se nos dan hechas. La experiencia, la acción, el compromiso con lo vivido refresca esa capacidad y la amplía.
         Cuanto más reducido está el campo de la experiencia, cuanto menos amplio sea el ámbito de las vivencias, cuanto menor sea el ejercicio de lo vivido…mayores temores albergamos en nuestro interior. Más miedos acunan nuestra alma y sobre todo, menos flexibles somos al juzgar y al juzgarnos. Por eso es obligado vivir y vivir intensamente. No hay otro camino de acercarnos a los demás y en ese acercamiento, conocernos definitivamente.

jueves, 8 de diciembre de 2011

LA DUDA COMO FORMA DE VIDA

Si hay algo que nos reporte peores resultados en nuestra vida es la duda permanente y constante de todo y por todo. Dudar es una estrategia vital que nos defiende muchas veces de que  resultados que pueden ser nefastos, se precipiten ante nosotros y nos devoren. Es favorable para acompañarnos en el crecimiento dificultoso a través de los retos que nos va poniendo la vida y de algún modo, nos permite pararnos ante las respuestas y evitar la anticipación indebida. Sin embargo, cuando la duda es la forma de vida permanente se convierte en un pesado yugo que nos asfixia lentamente. Ni siquiera nos deja disfrutar de las equivocaciones; y digo disfrutar porque en ellas se esconde un componente de aprendizaje que nos viene muy bien a largo plazo. Si dudamos continuamente nunca echaremos raíces, ni seremos capaces de anclar nuestras decisiones en terreno firme porque nuestro proceso mental se debate inestable en arenas movedizas de las que nadie puede rescatarnos.
         Dudar siempre dificulta la toma de decisiones. Sabemos que no hay nada seguro y que hasta lo tangible está sometido a cambio continuo. Por eso no podemos peregrinar continuamente de una opción a la contraria sin encontrar en ninguna el reposo que nos convenza. Cualquier decisión por la que optemos tiene sus riesgos y en cualquiera debemos pagar un precio por asumir los resultados de nuestras decisiones. La verdadera cuestión está en poder valorar lo que perdemos en cada caso y de qué modo nos afectará esa pérdida. Entonces, nos daremos cuenta de que consecuencias tendrán nuestros pasos y podremos decidirnos a pagar el precio final.
         La mejor estrategia para superar la duda es “comprender” lo que encierra porque nos ayudará a conocernos y a superar nuestros miedos. Esos miedos que están al fondo de cualquier decisión y que socaban y profundizan sin límite la voluntad y la fortaleza cuando dudamos de todo.
         Me ha gustado esta pequeña reflexión de John Roger que comparto con respecto a la duda.
…”La cura de la duda es comprender; aun cuando no haya evidencias para entender. Entiendes que la duda es parte de la condición humana, de forma que no te quedes con tu duda, sino la usas como un método para probar o refutar aquello hacia lo cual te diriges.
Si dudas de algo, ve y verifícalo. Si no es así, tu duda ha sido parte de tu conocimiento. Si es así, tu duda ha sido parte de tu sistema de guía.
De ambas formas, utilizas la duda en forma positiva.”
         Utilicemos la duda desde la comprensión de lo que hay debajo de ella, desde la visión abierta de los miedos que encierra, desde lo que vamos a perder en cada toma de decisiones que hagamos y sobre todo, de si lo que nos faltará es realmente lo que queremos o lo que podemos soportar. Una vez dilucidado…el camino se allana.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

EL SUFRIMIENTO OPTATIVO

La cultura que llevamos a cuestas, desde nuestra escolarización infantil,  ha minado la forma de percibir la realidad y nos ha instalado en parámetros de erudición y cuantificación que todo lo pueden. No se califica ni se mide, en todo el recorrido académico de una persona, ni la capacidad de escucha, la empatía, el autodominio, la sabiduría práctica, el liderazgo, el coraje, la compasión y tantas y tantas cualidades que más tarde marcan el éxito en la vida y la felicidad en las vivencias.
Pero a lo largo de ella, nos damos cuenta que en algún momento tenemos que cambiar para vivirla mejor y en ese caso comprobamos que no es un asunto de erudición y conocimientos lo que nos ocupa, sino de motivación, ilusión y valor. Porque sentirse motivado es la única razón para sacar el valor suficiente e iniciar el camino, para aflorar lo que permanece oculto e inexplorado en el interior.  Durante el trayecto, percibimos que gran parte de la angustia y el sufrimiento que experimentamos es optativo. Que ante lo que nos sucede siempre tenemos la opción de buscar oportunidades de crecimiento y transformar así lo que tildamos de fracaso, error o equivocación en un medio de no repetir la misma conducta para obtener diferentes resultados. Advertimos, si somos capaces de detenernos y observarnos, que estamos llenos de energía, de sabiduría natural, de creatividad y del suficiente amor como para poder con cualquier situación que se nos presente. Y poco a poco, llegamos a la conclusión que cuanto más convencidos estemos de nuestro poder interior mejor conectamos con las bondades del universo y más plenamente se disponen éstas a nuestro favor.
Optar por el sufrimiento nunca ayuda. Nos somete, en la cueva negra del aislamiento, a torturas psicológicas tremendas de las que no sabemos cómo salir. La forma de ver las cosas tiene mucho que ver en la manera de responder a ellas. El cambio, la variación y la modificación de las circunstancias son un hecho del que no podemos evadirnos. Cuánta mayor capacidad de adaptación tengamos mejor nos irá y más fácilmente lograremos ser felices. Una persona bloqueada emocionalmente está también anulada intelectualmente. Nosotros mismos caemos en un bajón de nuestras posibilidades mentales cuando cedemos a la angustia y el desasosiego.
Lo que hace insoluble la mayor parte de los problemas no es la dificultad que estos presentan en sí, sino esa sensación de pequeñez que nos inunda en el momento de hacerlos frente.
Usemos el contenido de la frase de Marcel Proust cuando decía que “ el verdadero acto de descubrimiento no consiste en salir a buscar nuevas tierras, sino en aprender a ver la tierra vieja con nuevos ojos”. Por ahí debemos comenzar.

martes, 6 de diciembre de 2011

INTELIGENCIAS MÚLTIPLES


Solemos pensar que la base del éxito está, fundamentalmente, en la inteligencia. Creemos que si no se nos dan bien las matemáticas o cometemos faltas ortográficas e incluso nos expresamos con demasiada sencillez, estamos en la media del umbral de la inteligencia y por tanto nos consideramos en la base de la normalidad. Sin embargo, el concepto de inteligencia está cambiando sustancialmente. Una cosa es ser inteligente para estudiar, más capaz de retener, de evocar lo estudiado, de responder con rapidez etc…y otra muy distinta es la habilidad para movernos por la vida. Por ello, en la actualidad, el concepto de inteligencia no se liga a la memorización, a la rapidez lógica, ni a la grandilocuencia verbal, sino a la “capacidad de la persona para resolver problemas”.
         Ahora se comienza a aludir al concepto de inteligencias múltiples. No es conveniente recurrir a una sola inteligencia global y definitoria, sino que podemos tener desarrolladas otras muchas dimensiones de lo inteligente y con ellas ser operativos en la vida y salir airosos de las dificultades que nos proponga.
         Podemos no ser capaces de memorizar una larga serie numérica o de orientarnos en el espacio con lentitud y poca destreza, pero sin embargo, podemos tener muy desarrollada la inteligencia social, o la emotiva o la verbal. Todas aquellas cualidades que contribuyan a resolver con agilidad y acierto los problemas cotidianos, nos hacen inteligentes.
         En muchas ocasiones, no hemos creído en nuestra capacidad mental y tememos enfrentarnos con situaciones nuevas pensando que no seremos capaces de superarlas con éxito. Puede incluso, que nos hayan convencido desde la niñez de que no somos inteligentes, de que nuestra normalidad raya la simpleza y de que nunca seremos nada importante. Puede que nuestra autoestima esté dañada por ello y nos hayamos creído que es así y convencidos …vivamos ejecutando ese papel.
Necesitamos una revisión del concepto de lo que somos. Examinémonos. Pensemos en nuestra capacidad de enfrentarnos a los problemas, en nuestra fortaleza para encontrar soluciones y llevarlas a cabo, en nuestra determinación para continuar en la lucha…y después convenzámonos de que poco importa saber más o menos matemáticas para saber a ciencia cierta que verdaderamente SOMOS INTELIGENTES. Todo nos irá mejor cuando estemos convenidos de ello.

lunes, 5 de diciembre de 2011

FACILITANDO LA VIDA

Cuando la vida te es adversa te das cuenta de lo que vale que alguien te tienda una mano. A veces, con solo arrojarte una sonrisa es suficiente. Un gesto cómplice, un roce inapreciable o una palabra cercana sirven para achicar penas y aliviar la angustia del alma. En los momentos en los que realmente estamos asustados, en aquellos que se escapan a nuestro control, cuando no sabemos qué hacer  y se acaban los recursos…entonces rebuscamos en los afectos cercanos o lejanos. Todo sirve para agarrarnos a la coherencia de seguir en equilibrio y poder dar el salto a la normalidad de nuevo.
         Hay personas que se pasan la vida poniendo zancadillas a su alrededor. Disfrutan viendo cómo tropieza el resto y de ello obtienen una especie de altura que les hace creerse por encima de los demás. Por eso, se empeñan en poner difíciles las cosas a quienes necesitan algo de ellos. Se trata de una superioridad sin fundamento a la que suele acompañar las voces altisonantes,  ironías o sonrisas falsificadas con sello de caducidad.
         No creo en ellos y cada día me provocan más repulsa. Estoy empeñada en facilitar la vida a los que tienen que tratar conmigo porque aunque yo lo haga así, no dejará de existir dificultades que les compliquen su día a día. Y no por ello considero que dulcificando lo que de  mi llegue van a responder peor. Tal vez suceda… y a las buenas intenciones les pongan el apellido de idiotas. Posiblemente, a la bondad se le llame con mucha facilidad, tontería. Pero me quedo gustosa con esos calificativos si al menos, a la mayoría de los que tratan conmigo les es más sencillo vivir a mi lado. Hacer la vida más llana, entre tanta dificultad, no es noñería, ni blandura, ni debilidad. Yo le llamaría un poco de aire fresco durante una tormenta de arena. Un soplo liviano de colaboración para que todo sea más sencillo, una fortaleza añadida para lograr avanzar sin tanto esfuerzo. No es difícil facilitar la vida a los demás. No quiere decir esto vivir sin límites y aceptar que el sometimiento al resto pueda  presuponer que abusarán de las facilidades. Para eso estamos nosotros, para saber frenar a tiempo a quien debamos exigir la responsabilidad que no debe evitarse. Pero si podemos llenar una sonrisa vacía, si podemos completar una mirada ausente o simplemente rebajar la tensión de quienes agobiados nos reclaman, debemos hacerlo.
La vida es un boomerang con un peculiar retorno. Nunca se olvida de quien hizo lo que hizo y cómo lo hizo. Para recoger la cosecha, nos recuerda siempre con la calidad del fruto, que es necesario sembrar y cuidar lo que se siembra. Tendemos a exigir resultados sin atender al cuidado que ponemos en establecer las bases para que estos se den, ni preocuparnos de los procesos que envuelven las circunstancias en las que deben crecer.
Todos sabemos reclamar al otro. Pocos están dispuestos a colaborar con él. Los resultados nunca son unilaterales.
Al menos para mí, poder ser parte de las soluciones, me llena de satisfacción. Ser causa de los impedimentos me sumerge en un estado de malestar continuo que no me compensa. Los demás son como yo. Así quiero tratarlos.

domingo, 4 de diciembre de 2011

DOMINGOS LITERARIOS

Para desearos un feliz domingo, me acerco hasta vosotr@s con un poema de Benedetti. Un canto a la determinación y  a la pasión con la que se ha de vivir lo sentido. No vale el gris…necesitamos definir el negro o el blanco; no vale el ni…necesitamos conocer el sí o el no. No vale lo templado, lo soso, lo light, lo indefinido, lo indeterminado, lo leve y pasajero. Apostemos por abanderar la fuerza que nace del corazón sin agua tibia…como un torrente que fluye a borbotones arrasando todo aquello que nos hace débiles, inseguros y titubeantes. No dudemos. No hay duda cuando se cree en uno mismo. Ten fe en ti. Lo demás llegará de inmediato.


La esperanza tan dulce
tan pulida tan triste
la promesa tan leve
no me sirve
no me sirve tan mansa
la esperanza
la rabia tan sumisa
tan débil tan humilde
el furor tan prudente
no me sirve
no me sirve tan sabia
tanta rabia
el grito tan exacto
si el tiempo lo permite
alarido tan pulcro
no me sirve
no me sirve tan bueno
tanto trueno
el coraje tan dócil
la bravura tan chirle
la intrepidez tan lenta
no me sirve
no me sirve tan fría
la osadía
sí me sirve la vida
que es vida hasta morirse
el corazón alerta
sí me sirve
me sirve cuando avanza
la confianza
me sirve tu mirada
que es generosa y firme
y tu silencio franco
sí me sirve
me sirve la medida
de tu vida
me sirve tu futuro
que es un presente libre
y tu lucha de siempre
sí me sirve
me sirve tu batalla
sin medalla
me sirve la modestia
de tu orgullo posible
y tu mano segura
sí me sirve
me sirve tu sendero
compañero.
* Me sirve y no me sirve. Autor: Mario Benedetti