Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 11 de junio de 2011

¿Bondad o estupidez?

En muchas ocasiones son términos que pueden llegar a confundirse. ¿Hasta que punto la persona bondadosa no se le considera un tanto estúpida?. De acuerdo a cómo va la discurriendo la vida en la sociedad actual, parece que el bueno es tonto. Uno se da cuenta de que confiar en la gente tiene sus riesgos y sobre todo un precio muy alto. La conciencia pura de relacionarnos con las personas, en el ámbito que sea, con sencillez, creyendo en quien tienes delante y confiando en que tomará su parte de responsabilidad en la relación que os une, puede pasarnos factura. Los que vamos por la vida con la sonrisa abierta y el corazón de par en par, llegamos a entender que efectivamente participamos de esa candidez que raya con lo absurdo. No funciona la bondad hoy en día para triunfar, ni siquiera funciona para que las cosas marchen bien. Es como si las situaciones necesitasen comenzar por la mano dura para ir suavizándose cuando ya has logrado que te teman. No es rentable comenzar facilitando las cosas. La experiencia nos demuestra, la mayoría de las veces, que efectivamente cuando tu posición es la de dirigir una situación los demás esperan de ti que se lo pongas difícil. Que lástima haber llegado a esta extraña circunstancia. Que absurdo el hecho de que la gente tenga que sentir temor, dominio y dificultad para dar de sí mismo lo que se espera sin presiones.
La mayoría de las veces cuando facilitas las situaciones, el resto se aprovecha de la confianza gratuita. Incluso se permiten rebasar la estima que les muestras para difundir a tus espalda lo que creen que en ti es debilidad. Cuando en realidad, la mayor muestra de inteligencia es dejar hacer en libertad porque solamente así se conoce de verdad a quien tienes delante.
A pesar de todo, me resisto a emplear la violencia aunque sea solamente de dominio mental o psicológico. Me cuesta mucho comenzar a tirar piedras antes que tender la mano y sigo creyendo que solamente la bondad de los corazones que así la sientan, podrán ser el motor de cambio de este mundo.

viernes, 10 de junio de 2011

Sanarte a ti mismo

Cuando aparece la enfermedad quiere decirnos algo. Tal vez algo que estamos haciendo mal...o algo que en nuestra vida nos ha sometido a la fustración, la angustia y el desasosiego. Todo pasa factura. No en vano la cultura popular repite una frase que tiene mucho contenido veraz..."   No te hagas mala sangre"...efectivamente, cualquier alteración emocional repercute en lo somático. Es imposible que no nos duela la cabeza cuando tenemos un disgusto, o nuestro estómago no se resienta si acabamos de discutir acaloradamente. Tampoco es extraño que perdamos el sueño cuando nuestra cabeza no para de dar vueltas a lo que creemos irresoluble. No podemos dudar de la influencia de nuestro desequilibrio interno sobre nuestra salud. Por eso, invirtiendo la ecuación podemos concluir que si logramos estar en paz, vivir serenamente y equilibrar nuestras tensiones...ese remanso de energía debe influir necesariamente en desviar la enfermedad de nuestro camino. Un paso superior estaría en lograr controlar la mente lo suficiente como para reequilibrar los desajustes internos cuando suceden. Poder cerrar los ojos, visualizar nuestro organismo y depositar sobre él toda la energía sanadora que regenere lo que se haya desvirtuado. Disponer de un tiempo propio para sentir que todo está bien en nuestro interior. Creer en nosotros y confiar en que tenemos en el corazón esa chispa divina de la que participamos desde que hemos venido a este mundo para seguir participando de la sabiduría que todo lo puede. Aunque no recordemos que todo en conocimiento está dentro...podemos seguir las señales que como estrellas fugaces nos hagan conectar con lo que fuimos antes de esar aqui y lo que seguiremos siendo por siempre.

jueves, 9 de junio de 2011

El día después

El día después de una noticia que llega al corazón y lo desgarra pareciese que hubiera pasado un tornado por el alma para arrasarla. Uno se despierta en la noche con la sensación de no poder ser, de estar viviendo dentro de un sueño, de no despertar aun cuando se tienen los ojos abiertos. La vida ha decidido sin ti en algo que te importa y te afecta directamente. Ha querido arrebatarte afectos que ni siquiera uno sabe que son tan fuertes. Ha silenciado para siempre las palabras no dichas que están esperando en la puerta de los labios para cobrar vida. Posiblemente todo tenga un sentido que no llegamos a comprender. Nada pasa porque sí. Deberíamos poder cambiar la pregunta que tantas veces nos repetimos ante sucesos dolorosos e imprevistos y del por qué pasar al para qué nos suceden las desgracias que nos dejan con una terrible sensación de abandono e impotencia. No hay respuestas. Sólo cabe seguir haciendo presentes a las personas que se han ido con el imborrable recuerdo de su impronta en nostros. Así, definitivamente nuestros, continuar viviendo más allá de los interrogantes, de las cuestiones no resueltas, de la rabia y la fustración de no tenerlos más a nuestro lado. No hay otra salida. La única puerta que se nos abre es la del reposo de los sentimientos en el tiempo, cuando éste sea de nuevo nuestro amigo. Y con la calma que concede la aceptación de lo que nos sucede sin remedio...continuar la vida.

miércoles, 8 de junio de 2011

Y llegaste tú...

El único silencio que de verdad nos deja mudos es el de la muerte. Demasiado definitiva, profundamente determinante, agresivamente devastadora. Después de ti nos encontramos a solas con nuestro pensamiento, con los recuerdos, con las sensaciones aún cálidas en lo profundo del corazón pero sobre todo con el eco aún presente de la voz y la palabra del que se ha ido. Lo que no perdonamos a la muerte es la losa con la que sella el paso al otro lado. Ese muro infranquebale que oculta la luz y nos somete al callado murmullo de las preguntas no satisfechas. El por qué nunca contestado, el ahora demasiado pronto, el mañana ausente para siempre y ese deseo de permanecer agazapados en el interior para no ser vistos mientras nos alimentamos del llanto incontenible por quien nos ha dejado por sorpresa. A veces la llamada es tan inmediata e instantanea que apenas deja tiempo para pensar que nos vamos...y es mejor así. Trasladar el alma desde el desconocimiento de las razones de vida que nos trajeron un día, a la certeza de regresar al punto de encuentro con el`proyecto que iniciamos al nacer, siempre nos sorprende. Sólo te has ido un poco antes que nosotros y eso nos deja en una posición de tremenda tristeza, de pena e impotencia por retener lo que sin duda no es nuestro. Ni siquiera tuyo. La muerte no puede alcanzarnos ni aún cuando nos sucede porque cuando ella se hace presente, nosotros ya no estamos. La hemos abandonado para continuar existiendo en el alma de los que nos aman.

lunes, 6 de junio de 2011

La única felicidad duradera

El verdadero objetivo de la vida es ser feliz. No a cualquier precio, no de cualquier forma, pero sí intentar serlo siempre en el " aqui" y en el "ahora". La felicidad es un estado. No es un regalo, no es una adquisición, no es un objeto de compra venta, ni siquiera te la traen de fuera...es una forma de permanecer alejado de la rabia, la ira, la negatividad o la agresión. Es una forma de lograr el equilibrio interior. Una manera de estar y permanecer en el sosiego grato, en la sensación de estar bien contigo mismo y sobre todo, en la decisión de no estar mal con nadie. No podemos dejar la felicidad en manos de otro. No podemos darle la llave de nuestro tesoro, porque sea quien sea actuará siguiendo criterios propios, motivaciones personales e intereses concretos que pueden no rozarnos siquiera. La felicidad debe ser nuestra y llegar a nosotros del impulso interno de quererlo así y de disponer todos los recursos de nuestra mente y nuestra conciencia en función de este logro. Quiero ser feliz o lo que es lo mismo, estar bien conmigo y en paz con todo, desde el decidido deseo de conseguirlo y con la seguridad de que si es algo que depende de mi voy a lograrlo.
No hay que confundir felicidad con pasión, ni con alegría, ni con bullicio y diversión, aunque estos sean componentes que la adornen. La felicidad es otra cosa. Y lo es en cuanto que ella misma se basta para continuarse y todo puede ser objeto de su goce. Está en lo sencillo del día a día, en la comprensión de lo valiosos que somos, en la clarividencia de lo afortunados que debemos sentirnos por estar en la vida y disfrutar de todas las sensaciones que esta nos permite. La felicidad es de construcción propia. Ningún otro debe intervenir en el edificio sino es para adornarlo. Los arquitectos, los únicos coordinadores del proyecto...somos y seremos siempre nosotros mismos.Por eso a nadie debemos culpar de arrebatárnosla y si alguien debe redir cuentas llamemos a nuestra conciencia para que responda.

domingo, 5 de junio de 2011

Cambio, adaptación o mejora

Desde hace mucho tiempo, siempre he mantenido que "nadie cambia". Me he empeñado en reafirmar, a través de mis vivencias, que efectivamente hay unas estructuras de comportamiento encriptadas en nuestra forma de actuar, tal vez desde la infancia, que son inamovibles. El modo en el que captamos la realidad y respondemos a ella...es basicamente el mismo desde que somos pequeños. Incorporamos elementos que hemos aprendido a integrar en la conducta para gestionar mejor nuestra vida. Nos adaptamos a las circunstancias, nos aferramos a aquellos pilares que nos mantienen en equilibrio y permitimos la entrada de nuevas formas de relacionarnos con la gente y con el mundo si antes nos han demostrado que nos ayudan a estar mejor.
Posiblemente, uno de los aspectos más dificultosos en esta adaptación paulatina al mundo que nos ha tocado vivir, es sin duda la confianza en los otros. Y sobre todo, la confianza en los que amamos. Porque los mayores dolores que podemos padecer son los que nos llegan de los afectos maltrechos, de aquellos que debiéndose portar bien con nosotros siguen sus propias reglas de intereses y nos causan dolor.
Nadie cambiamos...porque en el fondo reconocemos como auténtico lo que nos han enseñado desde pequeños o aquello que hemos visto u oído. E incluso, aquello que ha faltado en el calor de nuestro crecimiento, también ha marcado a fuego su impronta en nuestro carácter. Es imposible volver al pasado e intervenir en lo que determinó nuestra forma de ser. Solamente tenemos la opción de adaptarnos a lo que vivimos y si es posible...mejorar lo que somos.