Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 26 de noviembre de 2011

ESPERANDO UN MILAGRO

Hay momentos en la vida en que uno parece estar esperando un milagro. Un fulminante suceso que arregle las situaciones con las que no podemos; que recoloque la armonía perdida y que de alguna forma, nos demuestre que estamos protegidos por una instancia superior que sabe perfectamente que la necesitamos, al menos, en las instancias más críticas. Incluso cuando uno no cree, se inventa una fe espontánea que le salve.
         Los milagros existen. Sin embargo, no se ubican en dimensiones superiores inaccesibles y únicamente disponibles a través de la fe y la creencia. Existen en cada uno de nosotros si sabemos disponer nuestra particular intuición interior al servicio de lo que precisamos. No debemos olvidar que lo sabemos todo aunque hayamos olvidado y sobre todo que la fuerza interior nos acompaña siempre que la sepamos demandar. Por eso es necesario conocernos, conectar con nuestro ser íntimo e indagar los caminos por los que discurren las soluciones. Si logramos entrar en comunicación con nosotros, nos hablaremos desde dentro. Escucharemos esa voz magnífica que calma y sosiega el espíritu. Hallaremos el mensaje que precisamos en cada momento para seguir con confianza y esa tranquilidad de espíritu que nada puede tumbar.
         A veces, la tarea de encontrarnos no parece sencilla. Nos empeñamos en ensayar las meditaciones cuando no sabemos aún como acallar la mente. Ella va por libre y se somete mal. Cuando nos enfocamos en el silencio, se empeña en saltar de un pensamiento a otro, enmarañando el momento se mutismo que debe instalarse en el interior para poder seguir. Cambia de registro continuamente y nos lleva por los caminos que ella quiere. Por eso, una de las principales metas a conseguir es dejarla en silencio para que ella misma también escuche. Las respuestas llegan si estamos atentos. Llegan si logramos encontrarnos. Llegan si no habiendo ruidos podemos apreciar las sintonías.
         Parece extraña la dificultad de reconocernos. Debería ser sencillo ser conscientes de lo que somos y comenzar a utilizarlo siempre y en todo momento. La calma llegaría entonces de forma espontánea reposada en la seguridad de estar en compañía de la mejor ayuda. El milagro que esperamos lo llevamos puesto. Está ahí, ante nuestros ojos del alma. Solo hay que mirar y mirar sin descanso. Algún día veremos.

viernes, 25 de noviembre de 2011

EL SENTIMIENTO DE CUIDADO

Uno de los sentimientos que se desprenden del afecto es el sentimiento de cuidado. Esa protección incondicional que se alcanza con el amor cuando este se escribe con mayúsculas en cualquier estado en el que podamos reconocerlo. Si la relación con la madre es, hasta la muerte, el vínculo más fuerte que establecemos durante la existencia, es porque conlleva una sensación cálida y defensora en la que sabemos que siempre encontraremos el escudo necesario para defendernos en la vida. Posiblemente, eso mismo buscamos luego, inconsciente o conscientemente, cuando nos embarcamos en una relación. Creemos que deben “cuidarnos” mientras nos aman, porque el amor cuida por sí mismo cuando existe. Y rechazamos este sentimiento falsificado cuando descubrimos que el que dice amarnos solamente se ama a sí mismo.
         Hablar de madurez de carácter parece que nos acerca al desapego. Somos mayores para…depender de las opiniones, desear el asentimiento, necesitar el consenso en la toma de decisiones o esperar la gratificación del beneplácito cuando salimos por la puerta de nuestra casa. Parece que si no hemos logrado romper los hilos que nos sujetan a quienes comparten nuestra vida, no hemos crecido. Y sin embargo, todos…absolutamente todos nos sentimos inmensamente cómodos, seguros y placenteros cuando nos cuidan. El cuidado al que me refiero no necesita hacerse presente a cada instante, ni utilizar el teléfono para dar la posición de las coordenadas por donde movernos, ni siquiera tener a la persona delante y siempre. Se puede cuidar de  muchas formas. En la distancia, sin la presencia, con el pensamiento, con el deseo y la voluntad de mantener a la persona que recibe nuestro cuidado en nuestro corazón, cerca de nuestra intención, implicada en nuestra existencia aún en la ausencia. No es falta de madurez querer cuidar y que nos cuiden. Es el lógico desenvolvimiento de la dinámica del sentimiento puro en estado activo. Cuido sin darme cuenta. Me cuidan sin solicitarlo. Estoy presente en la vida de quienes me tienen en su corazón…sin necesitar ataduras que tiren de mi, ni requerimientos que lo recuerden, ni dependencias tóxicas que manipulen mi vida, ni siquiera sentir la necesidad de que manifiesten que es así. Cuando me aman, lo sé. Lo siento. Cuando amo, lo hago. Sin más. Esa es la diferencia entre lo que es y lo que parece. Atendamos a lo que sentimos. Es fácil descubrirla.

jueves, 24 de noviembre de 2011

TODO LO QUE NOS ATRAPA

Todos somos adictos a algo. En algunos casos las adicciones pasan por sustancias evidentemente perniciosas. Ellas al menos, delatan, de forma manifiesta, lo que son y a lo que obligan. Y en ese caso es más sencillo, dentro de la enorme dificultad que entraña, comenzar la desintoxicación a la que uno debe someterse. Lo peor son las adicciones sutiles, que apenas se hacen notar ante los ojos de los demás; que solamente conocemos nosotros y que nos atrapan fatalmente. Esas, a las que no queremos poner nombre y ni siquiera reconocer que están instaladas en nuestras vidas y nos dirigen. A veces se convierten en pesadillas interminables que nos persiguen sin cesar para darnos a entender que no nos libraremos de sus cadenas y que si logramos hacerlo, de nosotros no quedará nada porque se lo habrán llevado ellas. Tenemos miedo. A veces un miedo irracional e infundado a muchas situaciones que se presentan en nuestra mente con apariencia real aunque aún no hayan llegado. Y nos aferramos hasta lo que detestamos con tal de no sufrir el fantasma de las carencias a las que no someterá prescindir de las soluciones, que al final son nuestra condena.
 Una de las que cobra más fuera es el miedo a estar solos.  Lo hemos comentado en otras entradas del blog. La soledad sentida es la peor soledad que nos puede venir encima. Generalmente nada tiene que ver con la soledad real y física pero se engancha como una lapa al corazón para tejer un manto de temores sobre él, suficiente como para buscar compañía allí donde incluso no debemos.
La falta de comunicación constructiva, de ese intercambio fructífero que nos hace sentir plenos, nos encamina a buscar interlocutores de los que, tal vez, tampoco sea fácil prescindir.
La carencia de afecto ligada, a veces, al vacío que sentimos en las relaciones diarias, nos aboca a admitir amistades que en otras circunstancias no se habrían frecuentado.
La debilidad de carácter nos vuelca y nos confunde para ir a parar en manos de los más fuertes. Todas las insatisfacciones indeterminadas que uno siente y que se resumen en no ser feliz día a día, nos atrapan cuando buscamos resolverlas a cualquier precio y en cualquier lugar o tiempo.
Habría que calmarse. Tomarse el tiempo necesario para estar con nosotros sin tener la sensación de que nos falta el aire si no nos apoyamos en las adicciones que nos fagocitan. Deberíamos crearnos espacios y tiempos serenos para conocer al amigo definitivo que nunca dejará de estar a nuestro lado. Comenzar por dejar de necesitar. Por convencernos que nada de lo que creemos imprescindible para seguir, lo es. E ir soltando poco a poco…un pedacito cada día…de aquello que en el fondo nos pesa como una losa. Iniciar la marcha con un primer paso. Firme y  seguro. Definitivo y reconfortante. Porque nada es más liberador que haber vencido una adicción. Más tarde, cuando podamos observarlo en otros y ver su sufrimiento…estaremos en disposición, desde la satisfacción más plena, de tenderle nuestra mano para ayudarle a mover sus pies, la primera vez en ese primer paso que nosotros ya hemos dado.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL SECRETO DEL PERDON

Estamos acostumbrados a escuchar que perdonar es necesario para ser felices. Sabemos que efectivamente el perdón es un bálsamo para el alma cuando somos capaces de usarlo. Pero lo que nos queda por descubrir es el verdadero secreto de su nacimiento; del arranque donde debe instalarse la voluntad y la disposición del ánima para abrazarlo. Si logramos acercarnos a ello, si podemos comprenderlo entonces será sencillo perdonar y perdonarnos.
En lo más profundo del perdón, a su base…está el error. ¿Por qué odiamos tanto a quién ha cometido uno o muchos errores?¿Acaso nosotros hemos estado, estamos y estaremos libres de cometerlos?.  Desde luego que no, pero cuando estamos frente a la imagen interna que tenemos del otro, nos alzamos con la soberbia de quien está en disposición de suspender una ejecución y le cuesta demasiado cancelar el acto.  Nos mantenemos en el borde del abismo, sin terminar de decidir si empujar a la otra persona o salvarla. Mientras no perdonamos, la estamos empujando, una vez jugada y condenada, por nuestro ego superior. En un momento u otro de nuestras vidas, todos cometemos errores. Si odiamos al que ha cometido un error…tendremos que empezar a odiar a todo el mundo, incluidos nosotros mismos.
No es fácil perdonar y menos si cuantificamos y cualificamos lo que nos han hecho aisladamente, sin comprender ni entender al otro. Cuando estemos leyendo estas líneas seguro que todos tenemos en nuestra mente a alguien al que no hemos perdonado o nos ha costado mucho hacerlo.
Entonces, en ese momento, nos llega el recuerdo del intenso del dolor que nos ha producido, de lo que dijo o lo que hizo…y ahí detenemos el proceso. No avanzamos más. En ese momento seguimos juzgando y condenando al eterno ostracismo de nuestro perdón, al ofensor. Pero debemos avanzar. Hay que dar otros pasos. En primer lugar, por un momento, pongámonos en el lugar del otro, en sus debilidades, en sus miedos, en sus celos o en su envidia. Pongámonos en su falta de conocimiento, en su cortedad de miras, en su egoísmo o en su indomable orgullo. Comprendamos sus razones en sus circunstancias y entendamos, al menos, que no ha podido actuar de otra forma porque esa es la suya, la de su momento histórico, la de su biografía en ese punto. Tal vez no tenga nada que ver, la ofensa, con nosotros en cuanto a persona, incluso querida, por quien nos dañó; posiblemente tenga más que ver con sus carencias que con nuestra abundancia.
La clave del perdón no está en el paso del tiempo, en verlo todo con distancia en el atenuante de la lejanía. La posibilidad de perdonar siempre está ligada a la facultad de comprender. Y después, cuando ese proceso obra, entonces debemos dejar ir, soltar la ira, la toxina de la agresividad y la impotencia de ser nosotros mismos los que les devolviésemos el daño…dejar ir en libertad sin sentir rencor, sin guardar ni odio ni afecto. Simplemente abrir las puertas de la prisión donde lo tenemos retenido y dejarlo volar, alto y lejos.
Para perdonar, no es necesario obligar a la reconciliación. Podemos perdonar a solas, en nuestro interior, sabiéndolo nosotros. Seguro que en nuestro sagrado templo todo se alegra y cambia por no retener el veneno que emponzoñaba la estancia. Seremos otros; más felices, más plenos, más auténticos. Seguro.

martes, 22 de noviembre de 2011

DESCONFIANZA, UN VENENO SIN RETORNO

Vivir preso de la desconfianza absoluta de todo y por todo, debe ser horrible. La necesidad de probar a la gente que tienes alrededor e incluso a la que dices amar proviene, sin duda, de una absoluta inseguridad en uno mismo, a veces, incluso no percibida, ni consciente. Surge de una manifiesta suspicacia que presupone en todo un peligro que amenaza a la persona constantemente.  Nos habla también de la urgencia que sienten, estos siervos de la duda instalada en los demás, de contar con un escudo detrás del que librarse de la piedra antes de que esta llegue. Lástima que esta actitud nunca les permita saber si están delante de quienes nunca les traicionará, enfrente de lo que no tiene doblez o de aquello que no puede darse la vuelta porque sólo tiene una cara.  
La verdadera vida de estas personas se debate entre la presencia de la intriga o la instigación y el absoluto deseo de controlarlo todo por miedo a que si algo se escapa se esté urdiendo la trama de un complot para terminar con ellos.  Observan, escuchan, miran, rebuscan, otean y sospechan…siempre sospechan, con razón o sin ella, para poder abordar el “por si acaso” que les incluya. No son capaces de reconocer el lado blanco de la historia, ni se conforman con lo que parece bueno, porque en el fondo están convencidos de que tal suerte no puede ser de ellos sin que algo falle y quieren estar antes de que la frustración llegue, de que el fracaso haga presencia. Quieren adelantarse antes de que aparezca para que nadie pueda decir que son estúpidos y quedarse con la enorme satisfacción de haberse, tal vez equivocado, pero, ante todo, sanado su orgullo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

MUCHO TRABAJO POR HACER...

No me gusta la política o más bien me ha dejado de gustar hace tiempo; incluso después de haber estado en ella de forma activa. Dejé de creer en base a lo que vi de todos los lados. Sin embargo, con el tiempo me doy cuenta de que hay que recuperar la esperanza por el ser humano en todas sus dimensiones. Cuando los momentos son más críticos, cuando todos nos estamos asfixiando en la gran mentira que cubre a otras muchas, cuando no queda más que volver a empezar…entonces no hay más remedio que reinventarnos. No queda otro camino que la certeza de que el hombre cuenta con una herramienta que puede poner a funcionar después de haberla tenido atrofiada: el corazón. Necesitamos volver a creer en las inmensas cualidades perdidas. Necesitamos volver al origen, retomar el punto de partida y comenzar a caminar de nuevo, paso tras paso, lentamente pero de forma segura. Hemos perdido el rumbo hace tiempo. Estamos estancados en el todo vale. Los fundamentos de la moral han sido pisoteados una y otra vez. La honestidad parece un nombre sin contenido, la honradez y la fidelidad se han convertido en motivo de risa. El compromiso y la palabra dada, no obligan. El sentimiento de solidaridad, la colaboración que da cobertura a la protección de los más débiles es una utopía. Tener más, llegar más lejos, salir más en la foto, ocupar un sillón más alto a costa de lo que sea ha sido, demasiadas veces, objetivo oculto para muchos personajes vinculados al mundo de la farsa política. Y poco a poco…después de mucho…hemos dejado de creer hasta en nosotros.
Sea quien sea y como sea hay que recuperar la fe en las instituciones… pero solamente podremos hacerlo en base a una honestidad que debe prevalecer por encima de ningún interés personal ni corporativista. Creer en la voluntad de trabajo, creer en esa sagrada intención de avanzar con los más desfavorecidos, con aquellos que deben ser prioritario objetivo de toda la sociedad. Queda mucho trabajo por hacer…no sólo en la gestión de los rudimentos y engranajes que permiten seguir a las instituciones, sino en cada uno de nosotros. No necesitamos un compromiso global, sino individual. Uno a uno. Persona a persona…sintiendo la responsabilidad de encontrar el sentido de lo justo, de lo honesto y de lo honorable. Retomar la pulcritud con nuestras acciones, volver a ser como D. Quijote…unos locos enamorados de una realidad paralela a la que existe, porque ésta no funciona. Y romper lanzas a favor de los sentimientos puros y volver a vibrar con el todo en cada empeño en el que nuestra presencia se responsabilice de una parte. Sentir que poco a poco estamos, de nuevo, en el camino para compartir el gozo de salir a delante sin contiendas, sólo con voluntades compartidas. Nunca se consigue más que cuando las personas se unen frente al mismo dolor. Por ello, sin abrazar colores, ni signos, ni números, ni estandartes concretos; desde la posición de cada cual, hagámoslo posible.

domingo, 20 de noviembre de 2011

SI ME VES CANSAD@...

Nada mejor que la amistad para sentir el apoyo necesario cuando llega el cansancio…ninguna píldora mejor, ninguna terapia alternativa más eficaz, ningún doctor más eficiente. Una palabra sentida, una mirada cómplice o una mano sobre la nuestra puede ser suficiente para reparar el alma y poder con el empeño de vivir.
            Hoy domingo, os dejo este poema como un canto de esperanza ante el cansancio de existir en la lucha, en la contienda continuada de ser nosotros mismos, siempre mejores, siempre atentos a no caer en los abismos de la desesperanza y el desasosiego de no entender la VIDA.
Si me ves cansado...

Si me ves cansado, fuera del sendero,
ya casi sin fuerzas para hacer el camino...
Si me ves sintiendo que la vida es dura,
porque ya no puedo, porque ya no sigo...

Ven a recordarme cómo es un comienzo,
ven a desafiarme con tu desafío.
Muéveme en el alma, vuélveme al impulso,
llévame a mí mismo...
     Yo sabré entonces encender mi lámpara
          en el tiempo oscuro y entre el viento frío
           volveré a ser fuego desde brasas quietas
       que alumbren y revivan mi andar pelegrino.

                            
      
Vuelve a susurrarme aquella consigna
         del primer paso para un principio.
         Muéstrame la garra que se necesita
                para levantarse desde lo caído.
                Si me ves cansado fuera del sendero,
      sin ver más espacios que el de los abismos.

Trae a mi memoria que también hay puentes,
que también hay alas que no hemos visto...
Que vamos armados de fe y de bravura,
que seremos siempre lo que hemos creído.
Que somos guerreros de la vida,
y todo nos guía hacia nuestro sitio.
Que un primer paso y que un nuevo empeño
nos lleva a la forma de no ser vencidos.
Que el árbol se dobla, se agita, se estremece,
deshoja y retoña pero queda erguido.
Que el único trecho que da el adelante
es aquél que cubre nuestro pie extendido...

Si me ves cansado, fuera del sendero,
solitario y triste, quebrado y herido,
siéntate a mi lado, tómame las manos,
entra por mis ojos hasta mi escondrijo.
Y dime se puede e insiste:
se puede,
hasta que yo entienda
que puedo lo mismo.

Que tu voz despierte, desde tu certeza,
al que de cansancio se quedó dormido.
Y tal vez, si quieres, préstame tus brazos,
para incorporarme, nuevo y decidido.
Que la unión es triunfo cuando ambos
vamos con el mismo brío...

Si me ves cansado, fuera del sendero,
lleva mi mirada hacia tu camino, hazme ver
las huellas, que allá están marcadas,
de un paso tras otro por donde has venido...
Y vendrá contigo una madrugada,
la voz insistente para un nuevo inicio.
Que abriré otro rumbo porque sí, he creído,
que siempre se puede, se puede...
 MI AMIGO.



!Feliz Domingo!