De todos los muros que se puedan alzar sobre el espacio y el tiempo, posiblemente los más sólidos e indestructibles sean las barreras mentales. Uno actúa tras el miedo, los prejuicios, los estereotipos y las malformaciones de las ideas instaladas en la mente. Se han levantado poco a poco, casi sin darnos cuenta. Y tras ellos nos hemos quedado escondidos al abrigo de la sombra más absoluta. Han hecho su estructura sin nuestro permiso y han dibujado muros sinuosos en donde nos hemos ido recostando cuando los problemas aparecen. Tras ellos, nos escondemos con la vergüenza, la timidez, el temor al qué dirán o la ansiedad de ser el centro de las miradas cuando quisiéramos estar en la oscuridad. Han crecido en manos de otros. Nos los han ido colocando, ladrillo a ladrillo, con la argamasa de lo correcto y lo incorrecto, del bien y del mal particularmente entendido por los que ayudaron a elevarlos. Y de esta manera, arrastrándolos tras de nosotros, pesadamente, los llevamos encima.
Nada hay más fuerte que las barreras que nos impiden avanzar en libertad. Nada más poderoso que la imagen que se refleja en el interior de cómo deben ser las cosas que no encajan en el modelo que domina nuestra forma de comprender la realidad. Y si en algún momento, hemos hecho intención de saltar nuestros muros…hemos sentido terror al otro lado, a la orilla que no vemos, a ese otro mundo que queda fuera de nuestros límites. Pero lo peor llega cuando de verdad nos lo hemos saltado, en alguna ocasión, porque no podremos librarnos ya de la culpabilidad de haber cometido un error que nos persigue por siempre.
Romper las barreras de la mente cuesta mucho porque uno se imagina perdido, sin referencias claras, sin tener un contrate que nos dé la medida de lo correcto. No entendemos que el bien y el mal sólo pueden diferenciarse desde el corazón y no desde los modelos establecidos al uso en una época, la que nos ha tocado vivir. Ni tampoco pueden rendir cumplimiento a la mentalidad de quienes nos educaron, con su mejor intención, pero a veces con nefastos resultados. Todos sabemos cuando estamos haciéndolo bien y cuando dañamos a alguien, o a nosotros mismos. Hemos de guiarnos por nuestra intuición y desnudarnos ante la claridad de lo que indique nuestro interior en un acto puro de sinceridad personal. Romper barreras significa encontrarnos al otro lado con un yo desconocido que nos dará paso al entendimiento y la comprensión de la sencillez de vivir. Merece la pena intentarlo. Desde ahora mismo.