Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 14 de enero de 2012

FORMAS, MANERAS Y MODOS

Estamos en una sociedad en la que parece que todo vale. Las formas importan mucho, sin embargo, y definen la textura del trato que nos concedemos unos a otros. No es lo mismo dirigirnos a  una persona de una manera u otra. Se trata de rescatar la cortesía básica que posibilite un trato acorde cuando nos relacionemos con los demás. Nos sobran actitudes agresivas y nos falta dulzura. No me estoy refiriendo al empalago y la sobre adulación. Basta simplemente con ser amable y usar la cordialidad.
Es cierto, por otra parte, que a las formas y modos deben acompañarles una intención sana de comunicación abierta. Si lo que utilizamos es una burda máscara para engañar sobre intenciones y objetivos, el resultado es un castillo de naipes que caerá muy pronto.
Posiblemente, una de las características humanas que nos define es la sociabilidad pero demasiadas veces uno se pone un escudo protector para ejercer ese sagrado vínculo con los demás. Tal vez nos han dañado muchas veces y a las buenas intenciones de comunicarnos con otras personas y entregarles nuestra confianza han respondido con traiciones y vendettas que de golpe han despejado nuestros ojos. Pero ser amable no significa estar indefenso ante los tiranos, los malvados y los indeseables. Nos permite acercarnos, incluso a ellos, con la capacidad de  poder transmitir lo que pretendemos sin acritud, sin promover ni permitir la agresión verbal y sobre todo, levantando una barrera contra la insolencia, la desfachatez y el descaro.
Donde aparece la amabilidad y el trato respetuoso no cabe la grosería. Se va por sí sola. Se aísla como por arte de magia. Se esfuma ante los ojos de todos porque de otro modo, de mantenerla, el único perjudicado es quien la ejerce.
Esta actitud se aprende. La mayoría de ocasiones repetimos modelos de comportamiento que hemos observado en nuestros padres, en las personas de importancia para nosotros cuando éramos pequeños. El estilo comunicativo de cada uno parte de un marco de referencia que se ubica lejos. Nacemos con un temperamento propio, en el que la herencia también determina su desenvolvimiento posterior, pero debemos al ambiente social en el que nos hemos criado el carácter con el que ejercemos ese temperamento a lo largo de nuestra vida.
Es fácil ser amable. Solamente tenemos que probar. Las puertas se abrirán a nuestro paso y los mayores beneficios los recibiremos nosotros.

jueves, 12 de enero de 2012

TIEMPO DE CALIDAD

Una de las cuestiones que más nos une en nuestro trepidante ritmo de vida es la falta de tiempo. Tanto es así que todo lo vivimos como una carrera interminable en la que unas etapas se unen a otras, sin descanso. El amanecer se da la mano con el ocaso y lo que hay en el medio apenas es un día en el que repetimos caminos, itinerarios, rutinas y acciones que  pintan de gris el sucederse de nuestras horas.
         Lo más curioso es que en ese transcurrir reiterado de lo que hacemos todos los días no nos ocupamos de extraer, para nosotros o nuestros seres más cercanos y queridos, un tiempo de calidad. No es tanto la dedicación a lo largo del cómputo del reloj como la intensidad de los momentos que podamos dedicarnos. A veces, la mayoría, confundimos la cantidad con la calidad y nos conformamos con menos de la segunda si la primera es abundante. Sin embargo, el resultado es lo que importa y no podemos pretender alcanzar logros importantes repitiendo siempre más de lo mismo.
         El comentario que hizo una persona de cierta edad sobre la escasa dedicación de las madres a sus hijos hoy en día, removió en mí una vieja discusión que siempre mantuve conmigo misma acerca de la calidad y calidez de las relaciones. No puedo cuantificar el tiempo de presencia en ellas como un factor que garantiza el éxito comunicativo entre los implicados, ni el mayor o menor afecto que se profesen. No por estar más tiempo junto a una persona se da lo mejor de uno mismo.
         Hemos de cuidar cada instante regalado a otro, cada porción de vida entregado en un instante, cada suspiro al aire por el que nos acompaña o cada caricia, escondida detrás de la prisa, no concedida. Hemos de vigilar la entrega de nuestra compañía y estar seguros de que cuando estamos junto a los que queremos, sean éstos hijos, pareja, amantes o amigos…lo hagamos intensamente, sin mirar ni importar el reloj, entendiendo siempre que hay instantes eternos que justifican toda una vida.
         No por gastar horas ya muertas al lado de una obligación se convierte ésta en devoción. La pasión por compartir el tiempo sin acotaciones debe invadirnos cada vez que tengamos la oportunidad de vivir con intensidad cada segundo. No importa que sean pocos y si no, pensemos en cuánto daríamos por poder estar solo un momento con los que se han ido con parte de nuestra vida en sus manos.
         No es cuestión de tiempo el error que cometemos al estar dispersos en tantas actividades. La verdadera equivocación está en no aprovechar al máximo, con todo la fuerza de nuestra intención y todo el fulgor de nuestro corazón, el instante que sea para poder estar al lado de quienes mueven las emociones más íntimas de nuestro ser.
         No nos falta tiempo, sino ganas de amar.

miércoles, 11 de enero de 2012

LA REBELIÓN DE LAS CÉLULAS

Cada vez que algo notamos en nuestro cuerpo o se produce alguna variación en nuestras rutinas de salud uno teme lo peor. No acierto a explicarme completamente por qué nuestras células sienten la imperiosa necesidad de equivocarse. De qué forma quieren ser más e invadir espacios que no les corresponden. A qué responde ese rebelde comportamiento que se empeña en romper los esquemas de equilibrio del resto de los sistemas que las incluyen.
Muchas veces pienso que es una especie de rebelión para que hagamos caso a nuestro cuerpo. Una llamada de atención que tiene mucho que ver con nuestros hábitos saludables en el pasado y sobre todo, una sacudida a la conciencia adormecida para que revisemos cómo estamos viviendo las emociones y de qué forma hemos respondido a las frustraciones en nuestros adentros.
Todo lo que existe forma parte de un conjunto engranado milimétricamente que funciona interrelacionado.  La armonía que permite su discurrir equilibrado se ve alterada en muchos momentos, no solo por la gran multitud de energías empeladas por móviles, red de internet, microondas etc…sino por la propia corriente de avenencia que uno logra consigo mismo.
No es fácil mantener una postura equilibrada entre la vorágine de alteraciones que vivimos hoy en día. Desde el despertar estamos inmersos en noticias que nos alteran para seguir con la rutina laboral en un estado de ansiedad poco satisfactorio. Aún peor si lo que nos toca vivir es la angustia de no tener con qué o si a los problemas económicos se unen los afectivos convertidos en continuas agresiones que aún pudiendo no ser físicas nos atenazan mental y emocionalmente.
No podemos sentir el descontrol de nuestro estado anímico y seguir pidiendo a nuestro físico el bienestar que le mantiene en equilibrio. No podemos pretender que una conducta emocional no tenga una respuesta fisiológica. Ni podemos evitar que esa réplica no tenga serias consecuencias para nuestra salud a largo plazo.
Una de las razones por la debemos ser felices es, precisamente, porque es la mejor medicina contra las enfermedades. No dudamos en tomarnos gran cantidad de medicamentos para paliar los efectos de las dolorosas molestias de cualquier anomalía y sin embargo, obviamos el mantener un equilibrio emocional suficiente para lograr el estado de bienestar continuo.
Tenemos mucho que aportar a nuestra propia salud. Al menos por eso deberíamos esforzarnos en tratarnos mejor como haríamos, seguramente, si estuviésemos convencidos de ello con cualquiera de los que amamos para mantener la suya.
Podemos probar por evitar los gritos, el mal humor y los sentimientos tóxicos. Mejoraremos de muchos de nuestros males comunes sin ningún tipo de medicamento.

martes, 10 de enero de 2012

DECISIONES DIFÍCILES

A lo largo de la vida hemos aprendido dos hábitos muy difíciles de romper y que nos afectan absolutamente. Se trata del hábito de NO CONFIAR en nosotros mismos y el de NO ESCUCHARNOS.
 Comenzamos a dejar de creer en nosotros con mucha facilidad cuando depositamos nuestra valía en la opinión de los demás. Es curioso cómo, de forma consciente nadie estaría dispuesto a apostar por los juicios de otro antes que por los propios. Si nos imaginamos a nosotros mismos cediendo el poder de la fuerza personal que sentimos cuando defendemos nuestras opiniones y ejercemos nuestros valores no nos haríamos propietarios de esa imagen y negaríamos, una y otra vez, estar adoptando ese papel.
Los procesos que nos llevan a protagonizar este rol de marioneta son sutiles y muy tempranos. Uno se acostumbra a dar por válido y superior todo lo que sus mayores de referencia marcan como pauta de conducta y a base de intuir que ellos son el baluarte seguro para conquistar el éxito en nuestra vida, olvidamos comenzar a vivirla con los recursos propios.
Las personas que han caminado por muchos lugares y se han visto urgidas a vivir situaciones muy diversas, saben que en ellas han tenido que recurrir a sí mismos en muchas ocasiones. Que han debido confiar en su intuición en otras más y, que sobre todo, no dudan de sí mismos ni de su capacidad de resolución cuando los problemas les han sorprendido en solitario.
La dependencia excesiva conduce a una irremediable falta de confianza en nosotros mismos y tiene un coste muy elevado en el complejo proceso de vivir. El apego y la codependencia nos hacen inválidos con muletas perpetuas que soltamos muy mal. Acaso, a lo sumo, vamos cambiando de modelo de apoyos y pasamos de aquellos que de forma incondicional y amorosa nos ofrecen los padres a los que vamos aceptando a lo largo del camino, de parejas y amistades que aún con la mejor intención, no nos permiten ser nosotros mismos.
No es fácil tomar decisiones cuando uno depende tanto de todo porque siempre se sentirá culpable de dañar a alguien con lo que inicia. 
Nacemos con la inmensa potestad y la fortaleza infinita de saber guiarnos si somos capaces de escucharnos. Hemos de dejar que esa voz que nos acompaña desde que somos conscientes sea capaz de dirigirnos sin miedo.
Sería excelente que cada día tomásemos una decisión por pequeña que fuese y lo practicásemos  a partir de ahora diciéndonos: “Yo soy una persona segura de hacer lo mejor en cada situación, por eso sé que puedo enfrentarme con todo aquello que llegue para mí”.
Feliz día

domingo, 8 de enero de 2012

CARICIAS SIN CONTACTO

Podemos acariciar y ser acariciados de muchas formas pero solo algunas de ellas  conseguimos ofrecerlas a todos en cualquier momento. Son gestos breves que importan mucho. Sutiles ráfagas de emoción que expresan la facilidad que concedemos al resto para acercarse hasta nosotros. Que permiten, en definitiva, una corriente abierta de comunicación antes de que ésta se inicie con palabras y que sobre todo, tiende puentes de entendimiento sin haber siquiera intentado razonar con la lógica del pensamiento.
         La sonrisa y la mirada son tiernos dedos que se enredan en las mejillas del otro. Logran, la mayoría de las veces, encender en él una respuesta libre de acritud aún cuando  lleve impresa el fulgor de la ira. Amainan  temporales y restablecen cauces de comunicación bajando los escudos defensivos cuando se libran batallas.
         Muchas veces he comprobado el efecto allanador que tiene una sonrisa amable al inicio, en el medio y al final de una conversación, por dura que se presente. O el valor pacificador de una mirada cordial que invite a la benevolencia por ambas partes.
Me he dado cuenta, sin embargo, de que hemos de ser cautos en el matiz de los gestos porque lo que pueden aportar al encuentro depende, exactamente, de su textura.
         Hay personas que creen dominar al otro desde su mirada retadora y convierten en agresión lo que debería ser afabilidad y persuasión llena de complicidad. También debemos tener cuidado en cómo sonreímos y evitar la burla que viste los labios cuando el modo no es acorde con el pensamiento que lo sostiene.
         Acercarnos a los demás desde la amabilidad es un arte que tiene muchas compensaciones y las tiene, en primer lugar, para nosotros mismos. No caminar a la defensiva frente al resto no nos deja indefensos ante sus potenciales agresiones, sino que facilita la expansión del corazón que sostiene la palabra y tiende puentes de acercamiento aún en medio de las tempestades.
         Creo en el poder inmenso de la amabilidad; no en esa pegajosa y cursi reiteración de adulaciones, gratitudes o agasajos continuos y desmedidos, sino en la abierta y entusiasta delicadeza que deja una sensación única de aceptación y acercamiento, en cualquier circunstancia.
         Siempre he sido amable y generalmente me han devuelto lo mismo o, al menos, si no lo han hecho de igual forma, les he mostrado otro camino posible de entendimiento que el momento o más tarde seguro  han comprendido.

 Ser amable supone tratarnos bien a nosotros mismos. Hagámoslo aunque inmediatamente no veamos los resultados. Si todos ponemos de nuestra parte será como una ola que se extienda irremediablemente sobre la humanidad y entonces podremos estar satisfechos de esa primera sonrisa que hemos regalado al que se cruce con nosotros en el primer saludo del día.

DOMINGOS LITERARIOS


HOMENAJE A  TI

No hace falta que hayas muerto,
ni siquiera que merezcas un premio.
No hace falta que seas guapo,
ni alto, ni rubio, ni moreno.
Te quiero así en tu serenidad, sereno…
Detrás de tus pupilas esperando...
mi momento.
No hace falta que hables, ni que escribas
no hace falta que me digas.
Solo quiero tu amor de terciopelo
acariciando una y otra vez,
mi tiempo.
Y saber que estás para mí,
queriendo.
Y que me esperas en tu portal
hecho de silencios.
 Y que poco a poco
Somos uno, sintiendo.
Por eso te extraño si no te veo,
por eso te quiero tan intenso.
Por eso me alegra verte sin ojos
Cuando siento, cerca de mí,
 tu aliento.

Flor y Nata
Dedicado a todos mis lectores