Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 17 de agosto de 2012

LLEGAR A SER JÓVENES

Acabo de leer una frase en un grafiti que me ha hecho reflexionar: “… Lleva mucho tiempo llegar a ser joven” .-Pablo Picasso.
         Efectivamente volver a ser joven requiere dedicación plena una vez alcanzada la madurez. Hay una vuelta, una necesaria involución que debe permitir rescatar de la juventud lo mejor de ella.
         El divino tesoro que supone estar en la plenitud de la juventud aporta frescura y emoción a la vida, pero sobre todo curiosidad inmensa por el mundo que nos rodea y las emociones que lo conforman. Este maravilloso cóctel se resume en una sola palabra: ilusión.
 Cuando la edad avanza todo parece pesar más. Los desengaños, las tristezas, los rencores y todo el aprendizaje doloroso que hacemos con la experiencia, van dejando huellas imborrables que hay que restaurar con sumo cuidado para no vivir muriendo a cada instante.
         Llegar a la madurez e incluso pasar de ella imprime carácter, pero no siempre bondadoso. Uno va perdiendo la fe en los demás, en lo venidero, en la propia estima. Vamos acortando el camino de los sueños hasta que son solamente un recuerdo que ni siquiera queremos volver a tener.
         Las arrugas dibujan el mapa del alma con demasiados surcos. Y las canas tiñen de blanco las intenciones para dejarlas en meras propuestas no resueltas. Todo se torna gris. Por eso se hace urgente rescatar la cordura de la loca juventud y corregir el plano inclinado por el que decae nuestra vida. Pero esto lleva tiempo. El suficiente como para entender que la noche llega demasiado pronto, que las horas de nuestros días vuelan demasiado rápido y que sobre todo, cada instante que pasa no se recupera.
         Llegamos a comprender que lo urgente es oxigenar el alma y que para eso nada mejor que abrir la ventana que cerramos al ir haciéndonos mayores.
         Solo el entusiasmo y la ilusión por vivir felizmente cada  minuto, puede llenar nuestros días con la frescura, siempre renovada, de ser eternamente jóvenes.

jueves, 16 de agosto de 2012

PERDONAR Y OLVIDAR (II)

Perdonar es pues un acto estrictamente personal, íntimo, propio… donde ni siquiera el otro debe intervenir. No es necesaria la reconciliación para que exista perdón.
Cuando decidimos perdonar debemos dirigir la acción hacia nuestro propio proceder y transmutar el acto en una rendición del orgullo, la soberbia y la prepotencia de querer fulminar a la otra persona con nuestra rabia envenenada.
Necesitamos creer en la inocencia del que nos ofende o al menos precisamos entender que el daño que nos ha causado procede de heridas no resueltas consigo mismo o con nosotros  por medio de pinceladas, a veces demasiado cercanas a la realidad, con las que nos barnizan. En otras ocasiones, el daño gratuito no está justificado ni siquiera por un ápice de razón. Pero siempre que nos escueza, aquello que nos han hecho o dicho, debemos poner en marcha un proceso de limpieza y sanación de intenciones y reacciones capaz de liberarnos de las cadenas del resentimiento.
La propuesta más eficaz está en la técnica Hawaiana del Hópponopono; curando heridas ancestrales, dirigiendo la intención hacia la gratitud, la compasión, la petición de disculpas y el amor.
Las cuatro partes de este procedimiento: Lo siento, perdón, gracias y te amo…dejan la puerta abierta para que lo que se ha sanado en la persona a la que lo dirigimos, o en nosotros mismos, pueda obrar a favor nuestro. Se trata de liberarnos de la culpa que, incluso inconscientemente, tengamos en la ira de la otra persona y en el sufrimiento que le lleva a la conducta dolorosa hacia nuestra persona. Una forma de abrir la luz entre ambos a través de los siglos, a través del tiempo y el espacio.
Lograr la apertura de un túnel que ha estado tapado durante años para que la corriente de entendimiento y libertad fluya llevándose el odio que contribuye a levantar muros de incomprensión y malestar sin límites.
Cuando seamos capaces de visualizar a la persona y rociarla con estos cuatro momentos de nuestra intención sanadora…entonces podremos dejarla ir…quedándonos solamente con el amor en estado puro que hay en todos y cada uno de nosotros.
No hay mejor perdón.

PERDONAR Y OLVIDAR ( I )

Nuestra amiga y lectora Ohma aludía ayer en su comentario al perdón y al daño recibido como balanza para pesar y poder resolver el dolor. Vamos a dedicar la reflexión de hoy a ello.
Cuando uno siente que debe perdonar, sin querer, se sitúa en un estadio de superioridad con respecto al que ha causado la herida. Es como si aún sintiéndonos víctimas nos regocijásemos de serlo, de alguna forma, porque nos queda la dura tarea de tener la potestad del perdón hacia el otro.
La clave está en poder comprender, y cuando me refiero a entender al otro, lo hago tan ampliamente que abarca incluso a sus progenitores, a sus circunstancias, a su contexto afectivo desde que nació, a las ausencias y a las carencias, a los silencios y a las críticas a las que se ha visto sometido…a sus propios fantasmas y sobre todo al MIEDO.
La mayoría de las veces el miedo es lo que nos sitúa en un plano autodefensivo desde el cual atacamos incluso antes de ser amenazados. La envidia, los celos, la impotencia de llegar a ser, las comparaciones y las frustraciones de no conseguir ser lo que otros proyectaron para uno, rompen el discurso amable del alma para convertirlo en odio feroz.
El odio y el rencor, bien sean los generados por el que hiere o los que se producen como reacción en quien padece el ataque…siempre son venenos que solamente  hacen daño a quienes les engulle. Ni una sola gota de nuestra amargura cae en los labios del otro. Por eso hay que evitarlo a toda costa y reconducir los tóxicos aditivos que acompañan al daño gratuito para rescatarnos a nosotros mismos ante semejantes situaciones.
La frase “perdono pero no olvido” lejos de ser un tópico en el cual parece diluirse la eficacia del perdón, es real. Efectivamente uno puede perdonar pero nada, absolutamente nada podemos borrar de la memoria. Lo que si podemos es recordar sin rencor y entonces habremos dejado ir de verdad los resentimientos, el malestar, el dolor profundo, la aversión que sentimos cuando nos hirieron y hasta el recuerdo físico de la persona.
Lograr perdonar no es sencillo, todos lo sabemos. Pero no lo es porque no entendemos que nadie puede ofendernos, que ese…el poder de la ofensa es un don que sin saberlo concedemos al que está en frente y que si comprendiésemos que la decisión de dejar las críticas fuera de nosotros, es solo nuestra, nada podría tambalearnos.
La opinión de los demás es eso, solamente una valoración que desde su biografía particular emiten y que NADA tiene que ver con nosotros, con nuestra propia realidad y el mundo interior que nos conforma. Por eso hay que dejarla ir sin permitirle el paso a nuestro templo particular. No tiene poder para pasar, ni la suficiente calidad y excelencia para invadirnos, ni el mínimo sentido de veracidad para molestarnos. Porque lo que sufrimos, el dolor que pasamos, lo que nos desgarra por dentro solamente nosotros lo conocemos.
Mañana seguiremos reflexionando sobre lo que debe significar perdonar y la liberación propia y ajena que conlleva.
!Feliz día!

miércoles, 15 de agosto de 2012

UNA OPORTUNIDAD

Muchas veces hemos de dar una oportunidad a otras personas. Una más. Y debemos hacerlo porque nadie somos perfectos y porque en nuestra imperfección, la propia, debe haber un componente compasivo que ha de extenderse a los demás.
Estamos muy seguros de que la verdad está de nuestro lado siempre. Estamos demasiado acostumbrados a creer que lo que defendemos es lo único que tiene vigencia de certeza frente al resto y nos obcecamos en protegerlo hasta tomar posturas extremas en las que nos es muy sencillo condenar al resto.
Dudar de la fiabilidad de lo que mantenemos es un sano ejercicio que nos traerá muchos beneficios.  
En muchas ocasiones pensamos, por otra parte, que a pesar de defender nuestra postura la evidencia nos demuestra que la razón no está de nuestro lado y entonces rompemos el sagrado vínculo que tenemos con nuestra verdad y caemos en la sensación del desamparo del que se equivoca.
Al igual que damos oportunidades a los demás, hemos de dárnoslas a nosotros mismos. Hemos de sentarnos frente a frente con nuestros empeños y decididamente admitir que todos podemos errar y que son precisamente los errores los que nos devolverán al camino de la flexibilidad perdida. Porque no hay nada mejor que ser comprensivos, que cimbrear la vara de medir los comportamientos y acariciar con ella la posibilidad de estar equivocados.
No somos menos por haber quedado fuera del camino. La justicia es una horma demasiado estrecha cuando se compara con la compasión por el que se equivoca. Nadie somos perfectos pero sí tenemos en nosotros la perfección de ser dúctiles hasta el punto de elegir con humildad el compromiso de hacerlo mejor la siguiente vez.

martes, 14 de agosto de 2012

GIMNASIA PARA EL ALMA

Nos estamos equivocando. Dedicamos largas caminatas, sesiones de ejercicio físico y saludables raciones de vitaminas a nuestro cuerpo pero apenas ejercitamos el espíritu o el alma con la dedicación necesaria.
Muchos pensarán que leen, escuchan música o se dedican a ver arte en museos y exposiciones. Pero eso, que comúnmente asociamos a la gimnasia espiritual no son más que los lentes a través de los cuales  ampliar la pupila.
Poner en marcha las articulaciones del alma equivale a canalizar los sentimientos a través de la serenidad ganada al tiempo, de la libertad de expresión en los afectos, del reposo del rencor en la despensa del corazón y la puesta en marcha del perdón expandiéndose por todos los poros.
Todos los días debemos su ración de ejercicio al alma. Por eso debemos repasar, por la noche, si la actividad ha sido la adecuada, si ha sido insuficiente, si ha sido excesiva o si simplemente no se ha movido nada.
Si el bagaje final es la ausencia, la insuficiencia, o una inadecuada práctica no hay más remedio que acudir a una sistemática conversación con nosotros mismos donde respiremos lenta y profundamente hasta encontrar la matriz de nuestro corazón…y allí en ese punto pedir un deseo por el que trabajar sin descanso.
 Ese objetivo nos salvará del descuido del espíritu y servirá, día a día, para mantener vivo el entrenamiento emocional; ese que convenientemente modelado nos dará las pautas de la felicidad.

lunes, 13 de agosto de 2012

MADUREZ

Lo que se aprende en la madurez no es mucho quizá…pero sí complejo. En ese momento, cuando la vida va pidiendo un reposo tranquilo nos toca aprender cosas difíciles. No se trata de adquirir habilidades, destrezas e informaciones, sino que aprendemos sobre todo a poder caminar junto a la tristeza, a llorar sin avergonzarnos, a sentir a pesar de las posibilidades o a levantarnos de nuevo tras las caídas.
No aprendemos, por tanto, cosas sencillas. El mejor aprendizaje es espontaneo. Se produce cuando uno aprende a sufrir y con ello aprender a hacerlo acaba siendo conocer el camino para sortear las dificultades en vez de evitarlas.
Se aprende a incurrir, cada vez menos, en conductas autodestructivas, a no dilapidar energía a causa de la ansiedad. Se descubre también cómo dominar las tensiones, así como se llega a la conclusión de que el resentimiento, la ira o el rencor se encuentran entre las drogas más tóxicas.
Aprendemos a eliminar la autocompasión cuando entendemos que el mundo adora el talento pero recompensa el carácter y nos esforzamos por construir una fortaleza en el corazón capaz de defendernos hasta de nosotros mismos.
Llegamos a la conclusión de que los demás, en su mayoría, no están ni a favor ni en nuestra contra, muchas veces, sino solamente encerrados en ellos mismos con sus propios problemas y dificultades.
La madurez nos permite llegar a la mejor de las sabidurías, a entender al fin que por grande que sea nuestro empeño en agradar a los demás nunca llegaremos a gustar a todo el mundo y siempre habrá personas que no nos quieran.
Por eso hacerse mayor resulta, en el fondo, tan gratificante porque supone comenzar a aceptar que el mundo no está hecho a nuestra medida pero que en realidad somos nosotros los que tenemos la medida de nuestro mundo. El resto es competencia de los demás.

domingo, 12 de agosto de 2012

DOMINGOS LITERARIOS

LOS COLORES DEL OLVIDO
La verdadera muerte llega con el olvido,
con la ausencia de la nada que me lleva a ti,
con el vacío de sonidos que me recuerdan,
 que fuiste mío y te perdí en el camino.
Cuando la mente borra tu imagen,
el corazón la acerca a mis labios
y en el silencio tedioso de cualquier tarde
imagino la vida que no tuvimos
lejana e incierta, en cualquier barrio.
Cuando el sol se oculta y cae su negro
mi alma se viste de grises y amargos peros
todo da su vuelta y un blanco ciego
invade lento el verde de mi cuerpo.
El rojo y el azul pelean por llenar
de morado este cardenal intenso
bajo la amarilla ira que llevo dentro
por no tenerte nunca, ni llegar a ser cierto
lo que en aquella ciudad nos juramos un ayer
bajo la música de aquel paseo.
FLOR Y NATA