Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 15 de septiembre de 2012

SOBREVIVIR LA VIDA

Muchas veces morimos a cada instante. Nuestra actitud es tan negativa y contraria al discurso siempre renovado de la vida que causamos una inflexión en el transcurrir de la nuestra.
Del mal humor, la angustia, el desasosiego, el miedo o la incertidumbre hacemos una costumbre. Poco a poco va calando hasta los huesos y nos convierte en seres oscuros que se consumen a sí mismos lentamente mientras prenden la mecha del desánimo y la indiferencia en quienes nos rodean.
Alguna vez, podemos tirar la toalla pero si esto sucede lo mejor es recogerla antes de que caiga al suelo. La vida siempre tiene soluciones que el tiempo acomoda. El dolor del corazón no es eterno aunque nos transforme; en ocasiones para mejorarnos, otras para desprender otra pluma de nuestro pelaje componiendo un mapa distinto.
Me gustaría poder entrar en el corazón del otro por un instante y poder traspasarle toda la confianza y la seguridad en uno mismo que todos debemos tener.
El dolor no se puede evitar, en la mayoría de las ocasiones, pero podemos aprender a vivir sin morir en él. Podemos acomodarlo a nuestro favor, hacerle un hueco y dejar que viva ahí. Saber que está, dedicarle su tiempo y mimarlo. Hacerle caricias para que dulcifique su presencia y hacerle saber que también es querido por nosotros. No ponernos en su contra porque todos tenemos algún dolor que sanar y solamente con amor podemos hacerlo.
         Mi dolor hoy es recordar que en este día nació el ser que me dio la vida y saber que ya no está. La transformación llega cuando siento que me acompañará siempre porque la presencia real está en el corazón, allí se instala, allí se engrandece a base de ser amada y desde allí también, me recuerda que hoy se hizo posible mi propia vida. No puedo vivir muriéndola. Ella me enseñó lo contrario.
¡!Feliz día a tod@s!

miércoles, 12 de septiembre de 2012

QUERER EN SILENCIO

El amor no siempre puede expresarse. En ocasiones surge de forma explosiva en un medio inadecuado, otras no se termina ni queriendo terminarlo y en otras muchas sólo está de una parte y no conviene airearlo.
Lo peor y lo mejor a la vez, es amar, entonces en silencio. Se trata de una estrategia del corazón para no reventar. Cuando no es propicio el momento, incluso ni la persona, es mejor callarlo. Guardarlo en el alma y dejarlo gritar en el inmenso espacio del interior donde nadie puede dañarlo.
Lo peor está en que lo oímos nosotros solamente y en ese caso nos retumba por todos los rincones de nuestro cuerpo. Lo mejor es que se mantiene puro e incorrupto, alejado de los envites de los envidiosos y protegido de los celos de los ansiosos.
Amar en silencio llega a ser una forma de bendición que solo consuela a quien lo pasa. Llega a ser un talismán al que recurrimos cuando los recuerdos aplastan y se convierte en una fuente de infinita satisfacción cuando no queda ya nada más.
En ocasiones hay que amar en silencio intensamente para conocer el valor del sentimiento y hasta dónde nos implica. A veces, descubrimos con asombro que la dimensión que alcanza es mucho mayor de lo que estimábamos y por sí sólo puede resurgir de la necesidad de expresarse para no morir. Otras veces, está condenado al silencio para siempre pero incluso esa opción es mejor que perderlo.
Los errores y las equivocaciones se pagan. Tienen un alto precio que sin embargo no podemos evitar aunque lo deseemos.
Posiblemente, algún día…podamos gritarlo sin miedo. Para entonces, el peligro es que el amor se escape por las rendijas del silencio y nos abandone para siempre.  Espero que aunque él me abandone a mí, nunca le deje yo a él.

RETRASAR EL TIEMPO

Si en la última entrada nos referíamos a la escritura como terapia de liberación, no es menos efectiva la de retrasar el tiempo de actuación cuando debemos olvidar aquello que no puede ser o tomar un camino que implica renuncia hacia lo que se quiere o alejamiento de lo que se ha convertido en una necesidad.
Dejar para después; esperar a mañana. Un luego y un más tarde que mantienen a la mente engañada sobre la seguridad de retomar el contacto con la adicción que tenemos pero que retrasa la intervención como única posibilidad de ir ganando tiempo a la droga que nos falta.
Este método es válido para todo aquello que debamos dejar, bien por decisión propia o bien por imposición ajena.
La idea de volver a estar en contacto con aquello que tanto ansiamos es por sí sola reconfortante. Mañana supone la posibilidad de volver a comer dulce, de volver a fumar, de volver a jugar, de volver a verle, de escuchar su voz de nuevo…y esa nueva oportunidad mantiene la continuidad de ello en nuestro interior a la vez que lo va alejando sigilosa y prudentemente.
Y si esto no da el resultado deseado siempre podemos recurrir a cerrar los ojos y pensar que efectivamente estamos comiendo lo que nos gusta, bebiendo lo que nos engancha, fumando lo que nos estimula, gastando lo que nos emociona o besando a quien nos atrapa.
Imaginar y visualizar es la puerta directa para soñar que sucede y quedarnos, en parte, satisfechos con la ración de cada día. A la vez, hay que acompañar estos momentos con otros en los que, de igual forma, solicitemos al universo permiso para liberarnos de los que así gozamos pero que debe irse de nosotros.
Una autorización que sin duda siempre concede aunque no esté hecha desde verdades sentidas pero sí de necesidades reales.
Dejar para mañana…significa que algún día podremos volver a ello sin ansia, sin dolor, sin rencor, sin miedo…solamente con el recuerdo grato de lo que un día nos gustó.

martes, 11 de septiembre de 2012

LAS CARTAS QUE NO ENVIÉ

Escribir es una terapia de beneficios insuperables. Uno se siente mal, rebusca en su interior, elucubra soluciones a problemas, da mil vueltas a respuestas e iniciativas posibles, va y vuelve y aún puede no saber qué hacer.
Lo mejor es tomar el papel, real o virtual, y comenzar por abrir la compuerta del corazón. En esos momentos, la avalancha de sensaciones, sentimientos y afectos se desborda. Todo quiere salir al mismo tiempo pero entonces, necesariamente, tenemos que ordenar lo que debe ir primero y aquello que lo hará después.
En ese intento de expulsión hay una necesidad de orden y en ello ya comienza el beneficio.
A veces, los sinsabores llegan sin buscarlos, otras nos vemos enredados en ellos sin pretenderlo y la mayoría nos encuentran sin merecerlo. Pero en todas ellas nos sentimos abatidos por las circunstancias y peleamos sin medida por seguir adelante con el menor número de heridas posibles.
Un método que nos permite modelar la realidad es la escritura. Aquello que querríamos decir al otro y no nos atrevimos, lo que quedó oculto en los silencios que no debieron darse, o lo que se perdió en las miradas de complicidad que no existieron puede expresarse con palabras a cuyo destinatario no llegarán jamás.
El acto de escribir al otro nos permite crear un espacio propio en el que de verdad le creemos delante y en el cual sabemos con seguridad que nos va a escuchar serena y tranquilamente, con su mirada puesta en la nuestra y con el alma abierta para recibir lo que nos duele y puede ser sanado.
Aunque nunca les lleguen nuestras cartas…aunque no abran jamás el correo que enviamos desde el corazón…se habrá operado el milagro; la sagrada emoción de ser nuestros por unos instantes en los que nos comprendían absolutamente.

domingo, 9 de septiembre de 2012

TELARAÑAS EN EL CORAZÓN

A veces de tanto sufrir, el corazón se queda seco. Se encoge en un puño y se queda  quieto a esperar sin saber que espera. No quiere oír ruidos, ni palabras, ni ver imágenes que le recuerden lo que le duele. Ni tampoco quiere que le consuelen porque al querer redimirle del peso que lleva a la vez le evitan deleitarse aún con lo que ama.
Muchas veces pienso por qué pasan las cosas. Muchas son las que creo que deben pasar; no una, sino todas. Solo en el transcurso de las vivencias podemos gozar de la plenitud de los momentos; aunque se vayan más tarde, aunque pronto sean recuerdos, aunque apaguen la luz que un día encendieron. Pero eso significa que estuvimos bajo su resplandor, que brillaron por nosotros y que en el instante sagrado en que lo hicieron fueron nuestros.
La vida escuece tanto, algunas veces, que llorar no alivia, ni moja lo suficiente para llevarse de golpe el malestar que nos atenaza. Necesitaríamos ríos de viento para que se alejasen las quimeras y sin embargo, ellas permanecen ajenas a nuestros deseos lo que deben estar hasta que cumplen su objetivo; que nunca es alertarnos para la próxima vez, sino quedarnos con lo mejor de cada una.
A fuerza de rasguños van creciendo telarañas en el corazón; hojarasca seca que rompe su estampa con el peso del pie que aprieta, rincón oscuro que espera polvoriento un soplo de alegría que ahuyente el miedo.
Como el eterno retorno uno se empeña en no aprender lo suficiente y en tener que repetir, una y otra vez, las lecciones más difíciles del curso de la vida, aquellas en las que empeñamos el amor y lo empleamos a fondo perdido.

TEJIENDO SUEÑOS

He querido hacerte una manta para cuando llegue el frío; una manta hecha de sueños y esperanzas, tejida con la soledad del alma en medio de la nada, con los colores tenues del arcoíris que ya marcha.
He tejido muchas noches hasta el alba, contando estrellas cuando las lágrimas me dejaban y he prendido tiernos besos de nata entre los hilos de amargura que la atan.
He aprendido, mientras mis manos con dulzura acarician su tacto leve de abrigo y bata, que las horas cuando no hay amor, matan. Y me pregunto como una niña abandonada si el camino de vuelta tiene las mismas piedras para seguir callada.
He tendido mi manta sobre la hierba de mi cuerpo de gata y se ha impregnado de mi aroma para tus manos cuando quieran regresar para tocarla.
He besado su piel de sueños y lana para cuando te cubra entero cierres tus ojos y recuerdes mi cara.
Tengo tu manta abrazada entre mi llanto sordo y esta pena  honda de estar por ti olvidada y no tenerte cerca ni ahora ni nunca, ni poco ni mucho, ni nada.