Hay
muchas Navidades distintas. Estamos en un momento especialmente complicado y
eso parece justificar que el color y el brillo de estas fiestas sean
diferentes. Pero en realidad, hay muchos mundos en éste. Muchas situaciones
diversas, momentos duros, enfermedades, accidentes, falta de recursos, odios añejos
y diferencias insalvables que en este tiempo distinto aumentan como si la
levadura hubiese hecho su efecto después de reposar a lo largo del año.
La Navidad está dejando de gustar a
mucha gente. Ha perdido gran parte, o todo, de su sentido religioso, del que
realmente le confería un tono íntimo, entrañable y recogido. Se le ha escapado
la magia que solamente se conserva en los niños muy pequeños, y aún éstos van
perdiendo el encanto de creer en los Magos de Oriente para recrear a un
personaje más americano que saben que no es real pero que simboliza la llegada
de regalos añadidos.
Lo que no podemos dudar es que es un
paréntesis en la vida diaria. Algo se altera con ella, de alguna forma, sea
como sea y responda a la obligación o a la devoción, tenemos la mente dispuesta
de otra forma.
Es
bueno también ver otras navidades, las de quienes sufren sin fechas en el
calendario, las de aquellos que sienten carencias siempre y sin ningún alto en
el camino, la de los otros, los raros, los que nos producen indiferencia o
rechazo, los que van por otra acera, los que salen del armario o los que son
como una cesta. Todos aquellos que son objetivo de nuestra diana, punto de mira
de nuestra revolver, centro de nuestro juicio y nuestra condena.
No imaginamos a otros cuyas navidades se esfuman
antes de comenzar. No queremos penas al lado, ni enfrente, ni encima, ni
debajo. Preferimos creer que todo es brillo, espuma y brindis por doquier. Pero.
de vez en cuando, no está mal pasarse por los hospitales, por las calles y
esquinas, por las plazas con bancos, por las papeleras y contendores y por cualquier lugar donde haya personas que sufren,
que carecen, que penan, que temen, que están
condenadas, que son juzgadas y que están muy lejos de tocar la estrella del
cielo navideño.
Posiblemente,
la verdadera navidad sería no olvidarse de ellos aunque nada más sea para
relativizar los problemas que nos asisten.
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