Siempre que llegamos
a fin de año, uno piensa en los cambios que siempre desea para sí. Es como si
nos pusiésemos al filo de la voluntad, rodeando lo posible y anhelando que
suceda.
Lo mejor es conocerse a sí mismo y saber qué puntos débiles
tenemos. Conocer lo mejorable y desear el progreso. Revisar cada rincón de la
mente y cada habitáculo del corazón y explorar, una vez más y sin debilidades,
aquello que por fin queremos modificar.
Solemos perdonarnos a nosotros mismos en materia de cambio.
Sobre todo si nuestras debilidades caen en vicios inocentes o inconfesables, da
igual la magnitud del arraigo.
Modificar la conducta siempre es costoso pero tiene un
premio muy gratificante y es demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces
de llevar el timón de nuestra vida, por pequeña que sea la variación.
Tengo la costumbre de hacer listados, en la Nochevieja, de
aquello que aún siento como problemático, dificultoso o erróneo en mi forma de
actuar. Casi siempre aparece la impulsividad encabezando aquello que debe
progresar. Me ha traído muchos dolores de cabeza. Mi corazón siente y después
piensa. Pronto descubro que lo ha hecho demasiado tarde y que ya estoy metida
en las arenas movedizas sin desearlo.
Tengo que darme tiempo. Contar de 1 a 10.000
porque de otro modo mis impulsos parecen un resorte siempre dispuesto a
responder. Luego llega el arrepentimiento, las ganas de deshacer lo hecho y la
obsesión por recomponer el caos que se forma en mi interior cuando compruebo
que una vez más me ganó el instinto básico.
Saber decir “no” a tiempo, tomar decisiones en las que
debamos empeñar la voluntad, la fortaleza y la destreza emocional, proponernos metas
posibles pero necesarias y optar por lo que nos mejora a la larga siempre es un
reto inacabado que puede rellenar los listados de cada fin de año. Eso sí,
siempre que estemos dispuestos a intentarlo, al menos con un primer paso; no
olvidemos que se precisan solamente 21 días para comenzar a transformar un
hábito y que si el día 1 damos ese paso en la salida de la carrera, solamente
nos quedarán 20 por soportar con cierto sufrimiento.
Dicen que el resto es sencillo. Habrá que probar.
Me llega profunda tu reflexión, has tocado muchos puntos . Cierto que el año nuevo suele sorprenderme como el final, tropezando en los impulsos y los mecanismos repetidos de autodefensa, de reactividad, de oscuridad. Pero me ha encantado tu reflexión porque me recuerdas que 21 días no es nada para cambiar un hábito y tengo 365 días nuevos para superar solo 21..., va, eso es pan comido ¿verdad?.
ResponderEliminarTe deseo lo mejor hoy y siempre a tí y a todos los ojiitos mágicos de este blog.
Un beso
Xara queridísima! Un beso enorme lleno de polvo mágico de estrellas para que lo mejor nos suceda en el año que comienza! Y a todos nuestros lectores mis mejores deseos!*
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