Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 18 de diciembre de 2013

LUGARES Y TIEMPOS



         Todo cambia cuando cambiamos nosotros. Los lugares que tuvieron un significado lo pierden cuando pasamos siendo otros. Cambiamos la manera de sentirlos, transformamos la mirada que los contempló una vez y en un instante, todo se transforma. Te vas dando cuenta de que el cambio se ha operado en ti y que tu eres la medida de todo.
         Nada o poco cambia fuera. Todo sucede dentro. Y en esa soledad del interior vas evaluando, contrastando y rehaciendo el escenario que ocupan los recuerdos.
         Estamos atravesando el tiempo con ojos nuevos cada vez. Por eso, cuando uno vuelve a los lugares donde ya estuvo no encuentra lo mismo.
         Posiblemente, la historia se resuma en eso. En un escenario siempre continuo poblado de ojos nuevos, de formas nuevas de atrapar la realidad, de sentimientos olvidados que dan paso a otros que nacen. Y en ese proceso de transferencia de emociones, uno se va haciendo más flexible porque se da cuenta que todo es ocasional y transitorio, que todo pasa y que nada es definitivo salvo el amor que se recoja, gota a gota, en el corazón.
         Destilar la vida para obtener el mejor caldo, no es fácil. Reímos y lloramos en el mismo lugar. Amamos y odiamos, en las mismas partes. Vivimos y morimos tantas veces y en tantos lugares, que poco a poco ya no cuesta renacer.
         Hay que saber quedarse con lo bueno y de ello, con lo mejor. Yo tengo una memoria selectiva para el dolor y lo desagradable. Lo aparco, lo trato de embolsar en el olvido. A mí me va bien así porque trato de no rumiar el pasado molesto, una y otra vez, y sin embargo quiero dar oportunidad al presente que llega a cada instante.
         No todos piensan así, hay personas que defienden que no puede olvidarse lo que hizo daño o lo que hemos hecho mal porque es un modo de no volverlo a repetir o al menos de estar alerta con ello. Puede que sea una forma de verlo e incluso que sea un modo práctico de superar el ayer que molesta, pero a mí me viene mejor recolocarlo en un rincón al que apenas entro nunca.
         El espacio no es el mismo en todo tiempo. Pero no lo es dentro de nosotros. Lo de fuera, apenas cambia. Nos espera con la misma pasividad que lo hizo antes. Nos deja que las notas de color sean todas nuestras y que pintemos matices que podrán reinventar un escenario siempre cambiante.
         Ahí está la magia que nos permite ser siempre magos. Yo al menos, lo siento así.
                           

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