Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 12 de enero de 2013

SER IMPULSIVOS

En la vida hay muchas formas de posicionarse. Hay personas que van con el corazón abierto y su verdad por delante. Otras prefieren dejar una rendija por donde mirar y aún así asomarse con una coraza...incluso muchas otras, no abren nunca ni puertas ni ventanas por si el aire que llega les descubre sus miserias.
No dudo que hay momentos en los que uno puede estar confuso y actuar mal. Puede incluso, que debido a una situación inesperada, sorpresiva, enredada o equívoca nos comportemos como nunca hubiésemos creído de nosotros mismos.
Los impulsos incontrolados nos llevan a responder indebidamente muchas veces. Es necesario pensarlo una vez, dos, tres…diez mil antes de contestar, antes de actuar…y sin embargo, el ego salta como siempre con sus plumas avasalladoras tratando de quedar por encima de las situaciones y brillar más que nadie.
Sería una ayuda inconmensurable tener un semáforo en el cerebro y poder ver la luz ámbar cuando estemos a punto de cometer un error, incluso antes de pronunciar una palabra o de responder con un acto, frenarnos en seco ante el poderoso rojo de prohibición. Otras veces sin embargo, creo que tenemos que equivocarnos una y otra vez…con la esperanza de aprender algún día. Nunca será tarde porque si logramos que ese aprendizaje nos salve de una nueva caída habremos logrado hacer de la teoría una práctica de resultados inestimables.
Muchas veces he querido cambiar mi impulsividad por el relajado y sereno ánimo de dejar pasar el minuto donde la rabia aparece. Muchas veces me he dicho a mi misma que puedo conseguirlo. Muchas son también las que me doy cuenta que aún me van a sobrar ocasiones en las que poder seguir pidiéndolo.
Seguramente debe ser así porque la historia siempre se escribe con las viejas caídas que ya se han cometido. Sin embargo, avanza y eso me deja la esperanza de que también yo algún día tendré una historia propia en la que al final haya sido capaz de aprender.

viernes, 11 de enero de 2013

CAMINANDO HACIA LA LUZ NATURAL

Cuando inicio Enero siempre pienso que comienzo un tiempo en el que vamos caminando hacia la luz. Los días se hacen más largos, la vida se normaliza y todo apunta a un renacer, incipientemente proyectado desde la renovación biológica de la naturaleza. Somos parte de ella y como tal, en nosotros también hay algo que comienza a moverse hacia el resurgimiento.
         Nunca quiero ver la botella medio vacía, prefiero pensar que la mitad significa el equilibrio, el centro desde el cual irradian las posibilidades, el lugar nuclear en el cual se fraguan las contingencias.
         No acierto, tal vez, a definir por qué visualizo ya en mi interior esa vida que parece regenerarse asomando tímidamente su inicio entre las brumas, las dudas o las tristezas. Posiblemente responda a mi deseo de abrazar la felicidad como el estado armónico en el que las emociones excesivas no tienen cabida.
         He llegado a la conclusión de que la felicidad está en el mismo trayecto que recorremos cuando creemos ir tras ella. Gozarla desde el primer momento en el que surgen los proyectos, del tipo que sean, es ya estar allí.
         Estamos demasiado enfrascados en los pensamientos rotativos, sin principio ni fin, sobre nuestras desgracias. Y cada vez que nos vemos protagonistas de ellas más nos hundimos en nuestras propias arenas movedizas, en un pozo de fondo interminable en el que caemos sintiendo la angustia de no tener fin.
         Hay que sustituir las rumiaciones de nuestra mente por la actividad. Cuando uno hace cosas, sobre todo si son manuales e interviene el cuerpo, la mente queda obligada a ocuparse, en gran parte, de ellas y sin apenas notarlo se desvía del acoso de los pensamientos que nos maltratan.
         Me encanta cocinar porque en ello veo una doble función; de un lado invento, innovo, me equivoco y vuelvo a intentarlo. De otro, siempre quiero ofrecer algo rico, creativo y sugerentemente distinto a los que están cerca. Como un presente, como el resultado de una victoria sobre mi misma al obligarme a tomar otro camino distinto del victimismo alienante.
         Procuro emplear mis manos para tomar del brazo a los pensamientos que no quieren abandonarme y sentarlos frente a la tarta que ese día me toque hacer.
         Hoy ha sido una tarta de tres chocolates.
¿Alguien quiere un pedazo de esta pequeña victoria en una mala tarde?


jueves, 10 de enero de 2013

BUSCANDO EL SENTIDO DE LA VIDA



Al llegar a mi lugar de trabajo acabo de recibir la noticia del suicidio de un hombre que aparentemente lo tenía todo. O ese, al menos, era el comentario generalizado. Pero lo que real y únicamente tenía era dinero. Pareciese que la vida le pesaba demasiado y que él mismo se revolvía contra una forma de ser y estar en el mundo, donde la aceptación y el bienestar estaban lejos de su vocabulario.
No le conocía apenas. Había cruzado escasas palabras con él, hacía mucho tiempo, pero siempre me transmitió la sensación de no estar a gusto con él mismo y por tanto con el mundo que le rodeaba.
Posiblemente, a lo largo de la vida, uno se va dando cuenta de que debe ser flexible y adaptarse, siempre que no vaya contra la propia naturaleza de nuestro carácter, lo más posible, a lo que nos toca vivir. Sin embargo, no se puede forzar demasiado la propia resistencia y tal vez, habría que actuar antes de que el límite nos invada y todo se desborde dentro de nosotros tan lenta y agresivamente que no encontremos sentido a nada.
Siempre me ha dado un vuelco el corazón cuando alguien me comenta una muerte semejante. Me digo a mi misma si efectivamente nadie pudo ayudarle. Trato de imaginar lo mal que debe de sentirse una persona para no encontrar ninguna razón para continuar. Me rebelo contra la idea imposible de haber podido intervenir para ayudarle a ver con claridad entre lo oscuro de su mente. Y sin embargo, me digo a mi misma que tal vez…de poderse haber agarrado a algo, no hubiese querido porque lo más difícil de regalar a una persona, es la ilusión.
         No deberíamos llegar nunca a ese punto. Alguien…algo…debería encender una luz en nuestro cerecbro que iluminase inmediatamente nuestra emoción más regeneradora para frenar este impulso de aniquilación. Querer desaparecer, huir por la puerta de atrás sin ser visto o imaginar el sentimiento de afecto que puede provocar nuestra marcha, en los que creemos que no nos quieren, sea justificado o no, puede ser tan fuerte que nos impulse a conseguir que por lo menos esa vez, alguien sienta lo que nos pasa.
Es muy duro derretirse al frío del desamor hasta la extinción.
Que al menos, en nuestro entorno, nadie se quede sin la parte calor que irradiemos porque, sean personas cercanas o no, seguro que colmarán un poco más su necesidad de amor. Para alguien tal vez sea lo único que tiene y por tanto, todo un universo en el que querer seguir viviendo.

miércoles, 9 de enero de 2013

RESULTADO DE LA ENCUESTA DE LA COLUMNA DERECHA

Después de haber realizado un sondeo entre los lectores del blog sobre la postura particular que cada uno mantenemos acerca de nuestro comportamiento ante determinadas situaciones, podemos concluir con algunas reflexiones interesantes.
La banda de edad que frecuenta el blog está entre los 30 a 60 años, por debajo, de 18 a25 o por encima de más de 65 solamente hay un 7% de visitantes, en ambos casos, que hayan participado.
La participación por sexos está bastante igualada. Un 44% de hombres frente a un 55% de mujeres por lo que las respuestas corresponderán, prácticamente a la mitad de cada sexo.
A la pregunta: ¿Qué es lo que más nos cuesta?, el 37% ha respondido “Expresar los sentimientos”. Posiblemente este aprendizaje tiene mucho que ver con la niñez. Los ejemplos recibidos, las prohibiciones (como llorar es de mujeres, un hombre siempre es fuerte, el amor hay que sentirlo pero no expresarlo, a los hijos se les hace débiles si se les besa o abraza mucho…) y el ambiente de frialdad en el que hemos podido vivir, no ayuda. Pero es sumamente importante expresar lo que sentimos.
El amor que no se manifiesta no existe para el otro. Se queda circunscrito en el límite de lo íntimo y nunca cala en el corazón del que está enfrente. Para saber que nos quieren deben decírnoslo, besarnos, abrazarnos o requerirnos, y por lo tanto nosotros debemos hacer lo mismo. A veces, hay un sentido del ridículo anexo a ello. Nos han enseñado que la manifestación del amor va ligada a la ñoñería y nada más lejos de la realidad. Si el otro no entiende lo que expresamos…tal vez podamos empezar por enseñarle con nuestro ejemplo; que de nuestra parte nada falte en el amor que sentimos… y manifestarlo es materializarlo para los demás.
Le sigue la respuesta del “no saber decir NO” con un 34%, importante porcentaje por las consecuencias nefastas que esto tiene. Las personas que no sabemos decir “no” pagamos un alto precio por ello. Nos metemos en situaciones que siempre nos perjudican y lo peor es que sabiendo que no van a estar a nuestro favor, lo dejamos pasar y seguimos sin enfrentarnos a lo que de verdad queremos.
¿Hay una falta de autoestima en ello?¿Creemos que si negamos algo perjudicamos a la otra persona, sea conocida o no?...porque a veces no importa siquiera que la propuesta venga de un desconocido. Posiblemente, lo que nos sucede es que contamos con la presencia de una imperiosa necesidad de aprobación. Un no querer generar malestar ajeno para que consideren nuestra bondad a fondo perdido o la urgencia de sentir que no propiciamos al otro ningún mal, a costa del nuestro.
Hay que aprender a decir NO cuando realmente eso sea lo que sentimos en el interior. Ser consecuentes con nosotros mismos y hacer valer nuestro criterio cuando sea necesario para no ir en contra nuestra y evitar pagar el precio al que nos somete. Cuando ponemos en práctica el primer NO a tiempo, sentimos que hemos ganado una batalla importantísima y cada negativa consecuente se convierte en una victoria que nos hace cada vez más plenos.
Por último un 19% para la opción de “defenderse de las críticas”, como conducta emocional difícil o el 8% que reconoce la complejidad en ser fiel a los compromisos.
A la pregunta referente a cómo reaccionamos cuando recibimos una ofensa, el 80% ha respondido que lo hacen defendiéndose de ella y no eligen el ataque para contrarrestarla. A veces esta digna postura, nos genera una situación de malestar para con nosotros mismos. Es frecuente que los que solemos defendernos ante los ataques, ni siquiera nos paremos a considerar si estas agresiones se fundamentan en un error nuestro real o si son gratuitas. Por sistema y como si algo debiésemos al otro, nos defendemos. Con ello, lo único que hacemos es demostrar que de algo nos tenemos que defender y que reconocemos implícitamente que hay alguna cosa que no hemos hecho bien.
Posiblemente el camino no sea tampoco emplear las mismas armas que el que nos embiste de esa forma. Ponernos en su lugar, pagar con la misma moneda o responder con su misma desfachatez, sin duda, no es lo nuestro. Pero sí debemos evitar esa actitud de defensa perpetua que nos lleva a creernos culpables de algo que no hemos hecho o propiciado. Lo mejor es analizar la situación con frialdad delante del que ataca y no entrar al debate de las justificaciones indebidas sobre algo que no va con nosotros por mucho que se empeñen en imputárnoslo. En último caso, retirarnos de esa conversación absurda es defender nuestra dignidad.
Gracias por participar y por hacer posibles estas reflexiones que de otro modo dependerían únicamente de mi criterio. Es muy enriquecedor compartir las situaciones emocionales, que de un modo u otro, se repiten en muchos de nosotros.

martes, 8 de enero de 2013

FÁBULA ORIENTAL



Hoy quiero iniciar el día con una fábula oriental en la que se propone una elección compleja, siempre no preguntemos al corazón con cuál de las propuestas se quedaría.
Se trata de un breve cuento hindú en el cual podemos discernir qué es lo fundamental para que el resto llegue.
Veamos…
LOS TRES ANCIANOS
Una mujer que salía de su casa vio a tres ancianos de barbas blancas sentados en el jardín de su casa.
“No sé quienes son ustedes, pero deben tener hambre. Por favor, pasen que les daré algo de comer”
“¿Está el hombre de la casa?”, preguntó uno de ellos.
“No, no está”
“Entonces no podremos entrar” dijeron los ancianos.
Al atardecer, cuando su marido llegó a la casa, la señora le contó lo sucedido.
“Ve y dile que yo estoy en casa y que los invito a pasar a los tres”
La mujer salió y los invitó amablemente a que pasaran.
“Nosotros no podemos ser invitados a una casa juntos” dijo con determinación uno de los ancianos.
“¿Por qué?” preguntó la mujer muy intrigada.
El anciano con la barba más blanca respondió:
“Su nombre es Riqueza” dijo señalando a uno de ellos y señalando al otro agregó: “Su nombre es Éxito, y el mío es Amor… ahora, ve con tu marido y decidan a cuál de nosotros prefieren invitar”
“¡Qué fantástico! Si ese es el caso invitemos a Riqueza. Así llenaremos nuestra casa con riquezas” Dijo el marido cuando escuchó lo que le contó la mujer.
“No, no me parece buena idea… ¿Por qué no elegimos a Éxito? así seremos admirados por todos”
su hija adoptiva que escuchaba la conversación desde su habitación exclamó:
“¿ Por qué no invitamos al Amor? ¿Por qué siempre hay que pensar en las riquezas y el éxito como si el amor no fuera importante para nosotros?”
La intervención de la niña dejó a sus padres en silencio y avergonzados.
“Sí, ella tiene razón” dijo la madre.
Y el padre agregó: “Sigamos el consejo de nuestra hija”
La mujer salió al encuentro de los ancianos y preguntó :
“¿Cuál de ustedes es Amor? … Por favor, pase y sea nuestro invitado.”
Amor se levantó y comenzó a caminar hacia la casa. Los otros dos también se levantaron y los siguieron. Sorprendida, la mujer miró a Éxito y a Riqueza y preguntó:
“Sí yo solamente invité a Amor ¿Por qué ustedes también vienen?”
Los tres ancianos respondieron juntos:
“Si hubiese invitado a Éxito o a Riqueza los otros dos se quedaban afuera, pero ustedes invitaron a Amor, y donde quiera que él vaya los otros lo siguen. Porque donde hay amor siempre hay éxito y riqueza

ACOMODANDO NOSTALGIAS

Cuando la gente vuelve a marcharse la nostalgia se hace un hueco entre nosotros de nuevo. Han pasado días de estar juntos, incluso revueltos. Nos hemos reído, enfadado, llorado y hastiado en las fiestas. Pero también hemos vuelto a ver  a amigos, familiares y gente cercana que aparece fugazmente para desaparecer de nuevo muy pronto.
Quizás, de todo ello, lo que nos ha faltado es la gente que nunca ha llegado, que no puede hacerlo o que no lo hará jamás. Y esas son las nostalgias que hemos de ir acomodando, las que sin pretenderlo han sido protagonistas de nuestras noches de gentío y las que sin saberlo han decidido nuestros momentos de tristeza entre la alegría colectiva.
Los que se han ido, los que han cruzado a otra dimensión, los que han parecido que no estaban nos han acompañado de otra forma; posiblemente la más cercana y entrañable, la más auténtica y directa. Han estado tan cerca que apenas nos hemos dado cuenta de su presencia. Han estado en nosotros y con nosotros han gozado este tiempo.
La nostalgia no deja de existir porque la evitemos. No se va porque la obviemos. No nos abandona sino es acomodándola en un rincón del alma. Dándola cabida y dejándola que nos acompañe.
Mañana volveremos a nuestro mundo diario. A retomar las rutinas donde las nostalgias también nos siguen de cerca pero se confunden con la normalidad del día a día y se recolocan en él.
En realidad pienso que está muy bien tener un período distinto en el que poder darles su tiempo, un intervalo en el que dar rienda suelta a las lágrimas sin que parezca que están fuera de lugar, una tregua a la contención a la que sometemos los recuerdos de quienes hemos amado tanto y nunca volverán. Por eso, creo que efectivamente hay que saber preparar el espacio en el que debemos acomodar a la nostalgia y visitarla de vez en cuando para que no se sienta sola y quiera invadirnos por completo.
La nostalgia forma parte de todos nosotros por eso debemos amarla también. Será nuestra amiga si la tratamos con el afecto que se merece y un día, seguramente, ella sola nos pedirá permiso para salir dejando en su lugar una bella sonrisa llena de ternura que al final esa será nuestra compañera al recaer en los recuerdos que siempre nos acompañarán.

domingo, 6 de enero de 2013

DE VUELTA A LA NORMALIDAD

Estamos a un paso de la vida normal. Para muchos, por desgracia no ha dejado de serlo y eso supone que las condiciones en las que han pasado la Navidad no han sido las mejores. Este tiempo diferente del calendario agudiza los gozos pero también las penas. Por eso es mejor la vuelta a la vida diaria con el ritmo que cada uno siga en ella, porque al menos es más uniforme y las diferencias son, tal vez, menos notorias,
La rutina nos ayuda siempre. Instala en nuestro día a día un camino conocido donde nos sentimos seguros. Los hábitos que nos acompañan a cada momento nos permiten saber dónde y cómo nos movemos y, sin duda, nos relajan lo suficiente como para evitar la ansiedad y el estrés de ver las carencias que son más evidentes estos días de tanta fiesta.
La felicidad no está obligada por unas fechas en el calendario. La felicidad es siempre un estado interno, en primer lugar, que se proyecta hacia el exterior cuando estamos en sintonía con lo que sentimos y pensamos. Está menos ligada de lo que creemos al mundo material y mucho más vinculada a las emociones que bullen en el alma.
Los viejos dolores del corazón se irán calmando los días venideros. Todo volverá a tomar su lugar. La distancia con lo que duele pone de nuevo orden en los afectos y otra vez, como si de una conquista se tratase, volvemos a ver con los mismos ojos la luz de cada día, sin brillos posiblemente, pero sin nieblas también.
Hemos pasado la prueba. Las fiestas no siempre son momentos agradables y más cuando parece que tienen que serlo por decreto. Uno siempre puede elegir cuándo ser feliz por extraño que parezca. Porque siempre está en nuestro poder cambiar nuestro pensamiento y si lo cambiamos estamos modificando la forma que tenemos de interpretar lo que nos sucede.
         Ser feliz podemos comenzarlo en cualquier momento. Ahora mismo, si decidimos que queremos serlo por encima de toda circunstancia. Feliz hasta en la desgracia porque dentro de ella siempre podremos abrir una rendija para seguir respirando y sobre todo porque debemos tener la absoluta certeza de que después de ella algo ha de llegar que la compense.