Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 9 de febrero de 2013

LAS DESGRACIAS QUE NUNCA LLEGAN...



Nos pasa a todos. En distinta medida, en forma diferente, en modo desigual, pero nos sucede a la gran mayoría. Vivimos los sufrimientos mucho antes de que se produzcan. Nos angustiamos por lo que puede suceder. Ideamos mil gigantes con sus garras levantadas frente a lo que más queremos, intentando engullirlo de un solo bocado. Suponemos más de lo posible y sobre todo, somos expertos en asegurarnos a nosotros mismos que sin nuestro desvelo, todo lo que se nos ocurre, sucederá.
         No podemos intervenir en el destino fatal que suponemos. Más que nada porque solamente sucede en los laberintos de nuestro miedo.
Si de algo hay que estar seguro es que solamente tenemos el momento presente. Al pasado hay que concederle el lugar que ocupó. Nada se puede borrar de la memoria. Lo que sucedió, verdaderamente ocurrió por tanto concedámosle el beneficio de ser parte de nuestra historia y posiblemente, la gratitud de haber aprendido con ello. Lo que ha de pasar, sin duda pasará. O tal vez nunca lo hará porque esta categoría temporal, el futuro, siempre es incógnita no concluida.
Montaigne escribió:…” Mi vida ha estado llena de terribles desgracias…la mayoría de las cuales nunca ocurrieron.”
Para reforzar esta idea podemos recurrir a un poema hindú que se titula “Saludo al amanecer”:
¡Mira este día!
Pues es la vida, la propia vida de la vida.
En su breve curso
Están contenidas todas las verdades y las realidades de
tu existencia:
La bendición del crecimiento
La gloria de la acción
El esplendor de la belleza
Ayer no es más que un sueño
Y mañana es tan solo una visión
Si vives bien hoy harás que ayer sea un sueño feliz
y mañana una visión de esperanza.
Por ello, ¡mira bien este día!
Este es el saludo al amanecer.
Kalidasa
         Siempre que vivimos el momento presente se reducen los sentimientos de ansiedad y depresión, aumenta la efectividad de las tareas que emprendemos, las relaciones personales mejoran, nuestra estima crece y la vida se enriquece.
         Porque no tenemos nada más ni nada menos que lo que ahora somos y poseemos, porque nada del pasado puede hacernos daño si no queremos, porque nada del futuro puede llegar para asustarnos…porque la existencia pasa muy deprisa y se convierte rápidamente en un susurro a media voz…por eso y porque el presente es la vida en estado puro, es por lo que no debemos volver más a preocuparnos sino del AQUÍ y el AHORA.
         Para más tarde…es muy pronto aún. Para más pronto…es tarde ya.
Es en este instante cuando firmo un compromiso conmigo misma para entregarme plenamente al momento eterno que pasa por mis manos a cada instante y que se prolonga, a través de mí, en este chispazo de luz magnífico que siento dentro de mí al respirar.
LO SUSCRIBO

viernes, 8 de febrero de 2013

CORAZÓN DE INVIERNO



         No sé si el corazón cambia en invierno. Hoy, al salir a la calle, he notado el frío viento sobre mi cara y hasta el alma se me ha helado. Veo a la gente dentro de sus bufandas, escondiéndose del día que comienza, como si fuese un refugio seguro desde el que enfrentarse a lo que llegue.
         Todo se encoje dentro. Parece como si el calor esponjase el ánimo y lo dispusiese para abrazar a los demás. Sin embrago, pienso en las veces que el helado saludo de la mañana o el gélido teñido de la noche han entrado con fuerza en mi interior y ni siquiera lo he notado.
         No es la climatología lo que hiela y paraliza el corazón, sino la falta de ilusión y entusiasmo cuando se quedan pegados a sus paredes para convertirlo en un parásito de sí mismo.
         Cuando uno está lleno de alegría, pletórico de sensaciones y ansioso por cumplir sueños en los que trabaja desde el convencimiento de que se cumplan, ningún invierno acampa en el abonado terreno de la euforia. La nieve se deshace de inmediato, el agua discurre rauda buscando el camino de salida, el frío huye despavorido ante tanta calidez diseminada. No hay nada que pueda paralizar los golpes de su vaivén agitado dentro del pecho.
         Uno puede manejar las estaciones del alma. No podemos hibernar durante el frío y perderemos la oportunidad de seguir adelante con nuestras metas. Eso sí, cuando hay metas.
         Lo peor es notar el vacío de no tener anhelos ni esperanzas a la vista. El no saber hacia dónde dirigir el entusiasmo ni de qué forma instalarse en la ilusión.
         Hay que tener objetivos por cumplir, sueños y aspiraciones porque por pequeñas que sean, serán lo suficiente para salir a la calle y no notar el frío.

jueves, 7 de febrero de 2013

EL RELOJ INTERNO



Dentro de cada uno hay un reloj que nos indica los momentos de cada nuevo emprendimiento, de los términos, de las continuidades o de los finales de las situaciones que vivimos.
Hay que aprender a sentir su tic-tac, a aproximarnos al mensaje que nos transmite y a hacerle caso.
Uno sabe muy bien cuando un tiempo se ha acabado, así como también intuye cuando algo comienza y en qué punto lo hace.
No vale alargar las situaciones cuando han tocado a su fin, al igual que es absurdo negarnos a entrar en aquello que nos abre su puerta y nos da paso.
Hemos comentado, muchas veces, que hay que vivir y que hay que hacerlo plenamente, sin arrepentimientos y sin vacilaciones que nos obliguen a admitir,  finalmente, la pena que sentimos por no haber hecho lo que la vida nos ofrecía.
Hay que olvidarse  de la utilidad para centrarnos en la importancia y el valor de las personas que conocemos o de las cosas que hacemos.
Hay que perder de vista la funcionalidad y la eficacia tan valoradas en nuestro mundo. A veces, uno tiene que “perder el tiempo” en observar, en escuchar, en apreciar o en estimar lo que hay de bueno y bello a su alrededor, o lo que provoca pena y compasión.
 Nuestro reloj interno no da por perdidas las horas y el tiempo de generosidad para con nosotros mismos.
Estamos demasiado acostumbrados a ceder nuestro tiempo a otros, a dedicarnos a lo urgente sin atender a lo necesario, a invertir en lo que produce y cuantifica sin pensar que hay valores sin precio que deberían presidir cada una de nuestras intenciones.
El tiempo es un concepto cada vez más superado. Todo es relativo y ajustarnos a las manillas del reloj nunca es exacto. ¡Cuánto pasado vive en nuestro presente!, ¡cuánto futuro comparte con esas dos categorías nuestros días y sobre todo, nuestras noches!.
Poner en marcha el reloj interno equivale a aprender un nuevo cómputo del tiempo. Una forma de contar que nada tiene que ver con la secuenciación del péndulo y que de alguna forma se relaciona con los ritmos internos de la vida, aquellos que no se ven, los que solamente se sienten con el corazón.
De hecho, posiblemente lo único que quede del tiempo real sea eso: la percepción, el recuerdo y la vivencia de períodos en los que fuimos otros o la necesidad de ser distintos en los momentos que quedan por venir.
 Con esa masa moldeamos el presente continuo en el que nos instalamos día a día y con ella también horneamos cada uno de los sueños con los que vamos sobreviviendo a la realidad.

martes, 5 de febrero de 2013

COMO AGUA DE UN RÍO...



Todo aquello que hacemos y lo que dejamos por hacer forma parte de una corriente de vida que no se detiene. Como el agua de un río, fluye corriente abajo impidiendo el arrepentimiento de aquello que quedó sin experimentar. Nada puede volveré a vivirse, nada de igual forma. Ni siquiera repitiendo las mismas circunstancias, con las mismas personas, en idénticos lugares, podremos recrear lo que hubo.  Ni que decir tiene aquello que uno no se atrevió a vivir.
Lo no vivido, lo que se evitó, aquello que no se produjo por miedo, por indecisión o por excesivo celo quedó suspendido en una expectativa nunca resuelta que puede pesarnos algún día. La ausencia de vivencia es lo que produce un dolor más fuerte. Arrepentirnos de lo no hecho quema por dentro. No hay que tener miedo a equivocarse porque cometer errores es la mejor escuela para aprender con rapidez y de forma directa.
Nadie solemos aprender con las palabras de otro o incluso diría que con el ejemplo. Efectivamente son ponderables. Sin lugar a dudas, rodearnos de personas sabias siempre ayuda; y por sabio entiendo quién ha interiorizado las experiencias y extraído de ellas algo que le mejore y le haga más digno y bondadoso, más amable y compasivo. Pero no creo que la experiencia de otro nos sirva hasta que no hayamos tenido la nuestra propia.
Como el río camina hacia abajo, siempre con agua renovada, así se presentan nuestros días, nunca iguales aún en su rutina, siempre diversos y fugaces en sí mismos.
Las horas que pasan, los minutos, los segundos e incluso este instante en el que leemos esto, es un único y fugaz momento que pasará para no volver.
Queremos acelerar el tiempo, creemos ampliarle con la prisa y jugamos a inventar horas que no existen a base de correr  incansablemente, pero mejor que todo eso es vivir intensamente cada momento, experimentar vivencias que nos completen, mejoren o estimulen y sobre todo, tener presente que cada minuto tiene una magia en sí mismo imposible de eludir: la de ser único en ese caminar implacable, de todos nosotros, hacia la puerta de salida de esta existencia terrenal.

lunes, 4 de febrero de 2013

PENSANDO EN VERDE

“Todo lo que tenemos ha pasado antes por nuestra intención y nuestra creencia”.
Esta frase tiene una carga de contenido tal que nos desborda. ¿Cómo admitir que todo lo que somos, lo que vivimos, lo que sentimos o lo que nos sucede está gravado previamente por lo que creemos sobre ello?. Es difícil pensar que cada uno elegimos, con nuestros pensamientos y su fuerza, el malestar que nos llega o la felicidad que asoma, de vez en cuando, en nuestra vida.
Si estuviésemos seguros plenamente de que todo discurre según este dictamen, estaríamos todo el día empeñados en tener pensamientos positivos y no dejaríamos asomar ni una sombra de oscuridad por las consecuencias que traerían.
A veces, aceptamos que aquello en lo que creemos sucede pero es una aceptación liviana. Un ligero atisbo de lo que hay más allá de la rendija que parece abrirse ante nosotros. Un intento de confianza en nosotros mismos como creadores de nuestra vida. Pero sin embargo, parece que resulta más cómodo dejar al destino con la fatalidad en su mano atizando nuestra existencia y procurándonos infelicidades inmensas.
Seguimos creyendo en un destino que tiende a la desgracia. Estamos programados, culturalmente, para creer en que venimos a sufrir. Admitimos que nuestra existencia es un breve hito entre la vida y la muerte, que no manejamos. Un corto intervalo en el que vamos a la deriva. Un tramo que siempre resulta fugitivo y huidizo en el que solamente queda aceptar lo que llegue.
         Pensar en verde, sin embargo, nos aporta toda la magia que cabe en la maravillosa experiencia de existir. Ser positivos crea una realidad siempre favorable a nosotros que repercute en nuestro bienestar inmediato. Por eso, no hay otro camino que hacerlo así si queremos pasearnos por este paisaje humano con la alegría en la mirada y una sonrisa en los labios.
No hemos venido a sufrir, ni estamos condenados al dolor. Vamos a pensar que todo va a salir bien y después de eso asombrémonos con que sucederá así.

domingo, 3 de febrero de 2013

LOS DEFECTOS ( Cuento Oriental)



Érase una vez un hombre joven que para buscar el Dao viajó lejos de casa, con el fin de encontrar el verdadero significado de la vida. Sin parar,
escaló montañas, cruzó ríos peligrosos, y visitó muchos lugares
buscando un maestro verdadero para contestar a sus preguntas. Día tras
día, se encontraba y preguntaba a mucha gente; sin embargo, sentía que
no había obtenido ninguna iluminación. Decepcionado, reflexionaba y se
preguntaba, pero todavía no era capaz de entender el por qué.

Más tarde, aprendió de un maestro que había un monje de nivel elevado que había obtenido el Dao, viviendo en una montaña no muy lejos de su pueblo. Él podía contestar a todo tipo de preguntas difíciles
sobre la vida. Por consiguiente, inmediatamente salió en la oscuridad
de la noche y preguntó por los alrededores donde podía encontrar al
monje.

Un día, llegó al pie de la montaña y vio un leñador bajando con dos cubos de leña en sus hombros. El hombre joven le preguntó: “Hermano, ¿Sabes dónde exactamente dónde vive en esta montaña el monje que ha
obtenido el Dao, y cómo es?” El leñador pensó por un momento y le
contestó: “Es verdad que hay tal monje en esta montaña. Sin embargo, la
gente no sabe exactamente dónde vive porque a menudo viaja por los
alrededores para ofrecer la salvación a las personas predestinadas. En
cuanto a su apariencia, algunos días va elegante y excepcionales
aureolas divinas brillan en su cuerpo; algunos dicen que parece sucio y
descuidado y que sus ropas son desaliñadas y viejas. Nadie puede
realmente describirlo claramente”.

Después de agradecer al leñador, el hombre joven estaba decidido a encontrar al monje. Viajó montaña arriba sin descanso. En la montaña, conoció a campesinos, cazadores, a niños arreando animales, gente
quitando las hierbas, etc. Sin embargo, no encontró al monje de nivel
alto que podía explicarle el significado de la vida.

Desesperado, regresó y bajó de la montaña. En su camino, conoció a un mendigo con un tazón roto en sus manos que le pidió agua. El joven echó algo de agua de su cantimplora en el tazón. Sin embargo, el agua
se derramó fuera antes de que el mendigo pusiera sus labios en el tazón
y bebiera. A regañadientes, el joven echó más agua en el tazón y pidió
con insistencia al mendigo que se lo bebiera más rápido, pero justo
cuando el tazón llegaba a los labios del mendigo, el agua se derramó
toda otra vez.

“¿Cómo es posible que pueda beber agua utilizando un tazón roto?” dijo el joven impacientemente.
“Pobre joven, has estado buscando el significado de la vida por todas partes y en la superficie pareces una persona sin pretensiones. Sin embargo, en tu corazón, juzgas si las palabras de los demás no cumplen tus expectativas. No puedes aceptar ningún punto de vista que no satisfaga tus expectativas. Esas nociones tuyas resultan en grandes
agujeros en tu corazón y te impiden encontrar las respuestas que
buscas”.

Cuando escuchó eso, el joven de repente se iluminó al asunto. Inmediatamente hizo una reverencia al monje y dijo, “maestro, ¿eres el monje de nivel alto que he estado intentado encontrar?” Como no hubo respuesta incluso aunque repitió su pregunta varias veces, levantó su cabeza y vio que el mendigo había desaparecido. Un tazón con agujeros no puede retener agua; un corazón con agujeros no puede oír el sentido
de la vida.


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¿Cuáles eran las manifestaciones de esos agujeros en el corazón? Egoísmo; celos; ser testarudo; y ser obstinado, desconfiado, impetuoso, odioso, miedoso, arrogante, y cobarde son unos cuantos ejemplos. Esas mentalidades son como agujeros en el corazón. La diferencia es que la gente tiene diferentes tipos de agujeros en sus corazones.
Puesto que los humanos no son santos o sabios, ¿Quién no puede vivir sin cometer un sólo error? Puesto que estamos perdidos en la falsa ilusión ¿Quién puede decir que no tiene defectos? No es una cosa terrible tener defectos.
Es horrible no creer que tengamos defectos; pero es aún peor que no arreglemos los defectos sabiendo que los tenemos. Con el tiempo, los defectos se volverán más y más grandes, dañando la vida y destruyéndolo a uno mismo.
Un corazón no es valioso a menos que tú tengas la voluntad de rectificar tus errores y defectos.