Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 23 de marzo de 2013

EL VALOR DE LA SONRISA



La sonrisa tiene un inmenso poder. Sobre todo porque cuando aparece en los labios y está acompañada por la mirada, ilumina el poder de atracción sobre los demás. Es como si cuando se sonríe con sinceridad y amorosa libertad, todo quedase subordinado a su proyección.
Cuesta muy poco ser amable y sin embargo, los efectos que puede ocasionar en quienes están a nuestro lado o quienes llegan por primera vez, son determinantes.  
Si de mi dependiese, una de las asignaturas que debería estar en todos los currículos sería la de aprender a reconocer las emociones y a expresarlas debidamente. 
A los niños, posiblemente, no les haga falta aprender a reír, ellos lo hacen solos y por ningún motivo. Son capaces de enamorarse del viento, de la brisa, del chisporroteo del agua sobre la hierba o de todo lo que su imaginación pueda crear.
Todos estamos necesitados de afecto. La gran asignatura pendiente de la vida es aprender a expresar los sentimientos. Para algunas personas es imposible prácticamente. Tampoco verbalizan su necesidad de ternura, ni saben acercarse para darla.
Hay una mala literatura sobre la debilidad asociada a la expresión de lo que uno siente desde dentro y sin embargo, es lo que nos encontramos cada día y que no nos abandona nunca. Si nos hubiesen enseñado con absoluta naturalidad a reír y a llorar cuando se precisa, a decir lo que nos atormenta, a compartir lo que nos emociona…!!Ahora sería todo tan fácil!!.
La sonrisa es la primera puerta que abrimos hacia el interior cuando estamos frente a otra persona. Pero hay que saber sonreír también. Que no lleve acritud, que esté desprovista de condiciones, que se muestre amplia y franca, que nos susurre al oído, al encontrarnos con ella, que nuestro corazón esté siempre abierto al afecto y que es lo primero que ofrecemos antes de verbalizar el primer saludo.

UN TIEMPO NUESTRO




         Vivimos en un tiempo de otros. La prisa, el calendario y el reloj se instalan en nuestro dietario para ocuparnos de asuntos que no se refieren, la mayoría de las ocasiones, a nosotros.
         Tenemos la sensación de que hay que volcarse en todo lo que nos rodea para el mundo que nos circunda marche bien. Estamos en una especie de creencia que nos sobre valora. Pensamos que sin nuestro cuidado, sin las atenciones que merece lo que hacemos, todo iría mal. Efectivamente, nadie es imprescindible, como reza un aforismo antiguo, aunque seamos necesarios. Tener claridad sobre lo que abarca el poder de nuestros actos nos llevará a crear un tiempo nuestro en donde invirtamos en felicidad.
         A medida que vamos haciéndonos mayores, ese tiempo feliz, en donde nos concedemos el derecho de dedicarnos a nosotros mismos, se pierde. Los niños juegan incansablemente a simular realidades que no existen pero en las que están tan inmersos que la de verdad pierde las coordenadas. Ir creciendo significa ceder nuestro tiempo de disfrute a las obligaciones, a esas pautas de trabajo y vida en la que no hay espacio para el deleite, la ensoñación, el disfrute o la serenidad.
         Cuando uno toma prestado un tiempo propio a la vorágine diaria se siente bien. Te vas dando cuenta de que en realidad las cosas marchan de igual manera sin esa plena dedicación a ellas, sin la extenuación de derrocharnos allí y sin esa obsesión continua porque todo esté perfecto y en orden permanente.
         Hay que saber dónde reside la felicidad de cada cual e invertir en ella a fondo perdido. Las oportunidades de ser felices escasean por eso cuando las chispas doradas de un momento mágico caen sobre ti, debes respirarlas como el mejor aire posible.
         Concedernos tiempos nuestros equivale a abonar el subsuelo de las emociones; poner una capa de fértil humus a la vida para que lo que crezca sobre ella sea capaz de resistirla. Porque en definitiva, algún día, en algún momento podemos dejar de existir y el mundo, ese que creemos perdido sin nosotros, sigue de igual manera.
        

jueves, 21 de marzo de 2013

SOMOS ENERGÍA



Las partículas del cosmos no son estáticas, hay infinitas posibilidades. Podemos cambiar la realidad con nuestra conciencia: Cuando vamos al cine; en la pantalla vemos imágenes que parecen muy reales, porque nuestro cerebro experimenta la continuidad. Pero; en realidad, esas imágenes son sólo fragmentos de luz en movimiento.

Lo mismo ocurre con nuestro cuerpo: Lo percibimos como un hecho físico; pero en realidad, está compuesto por moléculas, las cuales están conformadas por átomos, y éstos a su vez están hechos de partículas subatómicas que vibran a diferentes velocidades. Y si seguimos adentrándonos en las profundidades, lo que encontraremos es energía. Así pues, lo que creemos lo material no es físico; sino energía que percibimos de determinada forma, por la configuración de nuestro cerebro.

Chopra da otro ejemplo para explicar este fenómeno: Si tomo una foto con mi celular y la envío a una persona que está en la China, lo que estoy enviando es energía e información; ésa es la base de toda la tecnología de nuestra época: La constatación de que la energía y la información son reales, aunque no las veamos. ¿Y esto cómo nos afecta? La mente consciente (A la que llegamos a través de la meditación) tiene acceso a la infinita energía creadora del cosmos. Si dirigimos nuestra intención hacia la paz, la salud, la abundancia, la generosidad, la compasión y la armonía, podremos transformar nuestras realidades físicas y espirituales, asegura el médico indio.

La Fórmula De La Felicidad. (Diálogo Interno - Deepak Chopra)


miércoles, 20 de marzo de 2013

EL CALENDARIO DE CADA UNO



         Los números y las fechas tienen mucho que decir en la vida de cada uno. No hay tantos tiempos especiales en la vida como para no recordar los que verdaderamente nos marcan, sobre todo si esos momentos tienen que ver con el nacimiento o la despedida.
         Nuestra historia es una sucesión de tiempos sostenidos con  dígitos que marcan hitos. Son números especiales para cada cual en los que a veces se ven implicadas otras personas y otras, es uno mismo el protagonista de ellos.
         En mi calendario hay una fecha tan especial como importante porque marca un antes y un después en mi vida.
Uno se da cuenta de que está solo cuando ella no está a tu lado más. Y comenzamos a vivir una vida diferente, un tiempo en el que desaparece el apoyo y la comprensión incondicional y donde comienza la verdadera batalla por la necesidad de llevarla pegada, siempre, al corazón.
         No soy partidaria de los aniversarios como tal, sobre todo porque me parece que quieren poner de manifiesto el valor de un momento que por quedarse de alguna manera, olvidado, el resto del tiempo, hay que destacarlo. Para mi todos los días son iguales con respecto  a su recuerdo; todos, doy gracias porque haber podido formar parte de su vida y, a veces, ser su vida misma.
         Posiblemente, no necesite una fecha en el calendario para rendirle mayor culto a su memoria.  Tal vez, la fortaleza de éste, en mí, es lo que sostiene mi día a día y el que logra aflorar siempre lo mejor de su pedagogía.
         Posiblemente, una persona sea amor para muchas. Pero estoy segura de que cada una la sentimos de forma distinta.
 No todos los hijos aman igual, ni a todos se les quiere lo mismo, por mucho que pretendamos igual el rasero del afecto. Hay afinidades sutiles, identificaciones profundas que acercan tanto que uno parece fundirse con aquello de quién procede. A veces, sucede lo contrario. Por mucho que amemos no vemos más que diferencias insalvables.
         Al fin, lo único que sé, es a todos nos sucede lo mismo. Es el nombre que pronunciamos en primer lugar y el último que se nos olvida, aún con Alzehimer.
         Hoy no quiero recordarte, mamá, de forma especialmente amarga. Quiero convertir esta fecha en uno de los pilares trascendentales de todo el calendario de mi vida.
Por lo que significó tu paciencia, tu amor y tu dedicación a mí, no hay fecha diferente. En todo momento te quiero y te venero de la misma forma. Hoy…, ¡cómo no!, también.

martes, 19 de marzo de 2013

LA OPORTUNIDADES DE LAS CRISIS



Las crisis nunca llegan solas. Traen consigo desgracia tras desgracia. Tantas y tan seguidas que se hunden hasta el fondo de lo posible para continuar descendiendo. Sin embargo, ante este panorama generalizado de caos que parece afectar a todo, se impone la capacidad creativa del ser humano. Su fuerza de voluntad por no perecer en el torbellino que todo lo arrebata y esa inmensa voluntad de regenerarse que hace posible que los ciclos continúen.
         Estoy convencida de que todo en la vida es cíclico. Se trata de etapas que se suceden sucesivamente. De ondas que se distribuyen en una línea continua. De cimas y simas que se alternan entre el pánico al descenso y la agonía de la escalada. Un tiovivo siempre en funcionamiento que nos permite suponer los pasos que debemos dar en la siguiente caminata.
         Esto se puede llevar a cualquier terreno de nuestra vida. Los afectos, los amores, los sentimientos y las relaciones también se ven afectadas por estos altibajos en los que podemos pasar de la cima a la falda de la montaña en escaso tiempo.
         Lo mejor de las crisis es salir de ellas. Son auténticos retos que nos ponen a prueba y nos permiten demostrar nuestra inteligencia múltiple. Es más, estaría dispuesta a afirmar que todos tenemos una inteligencia polifacética, multicolor y multifuncional. Un razonamiento que podría dirigirse por diversos trayectos antes de alcanzar el objetivo final. Y que, incluso, de esa versatilidad pueden derivarse opciones diferentes que modifiquen las metas definitivas.
         Todos somos muy válidos pero a veces no hemos tenido la oportunidad de demostrarlo, ni al mundo ni a nosotros mismos. Y las oportunidades no siempre llegan con un lazo de regalo. En ocasiones un fracaso es solo una oportunidad de mejora y una desgracia puede llevar añadida un beneficio…que posiblemente uno no ve inmediatamente, pero a lo largo del tiempo, volviendo la vista atrás podemos percibir.
         Por desesperada que parezca la situación, por suerte o por desgracia todo pasa. Y cuando uno toca fondo, entonces solo hay un camino, el de subida.
         Nada es tan grave que no pueda resolverse, pero de cualquier forma, si no lo hacemos nosotros, la propia vida lo hará.