Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 30 de marzo de 2013

UN DIOS PARA TODOS



         Estos días estamos celebrando la Semana Santa, un tiempo de recuerdo y culto a la pasión de Cristo y a su dimensión humana de trasfondo divino.
         Siempre he tenido la intuición de un Dios único. De una energía eterna que se impulsa a sí misma y crea de sí misma. Un alfa y omega que pueden conectarse por siempre. Un origen y un mismo destino que nos justifica y nos regenera eternamente en un Todo.
         Todas las religiones, filosofías teorías e ideologías que aludan a dios tienen un punto de encuentro en el mensaje que difunden. El sello del amor está presente en el proteccionismo, la bondad y el acogimiento que se le atribuye al Todopoderoso para con sus hijos y en ese reto que supone la vida en la que nos coloca, como único camino de redención de un pecado, una falta o una imperfección que traemos del otro lado. Es como si llegásemos defectuosos y de alguna forma tuviésemos la existencia para poder arreglar lo que acarreamos de un pasado atemporal e inconcreto que nos condena.
         El concepto de pecado, sin embargo, poco tiene, a veces, que ver con las trasgresiones que se consideran como tal. El verdadero yerro está en no amar cuando debemos de hacerlo, en no ayudar cuando podemos echar una mano, en no hablar cuando nuestro silencio defiende la verdad, en no callar cuando nuestra palabra juzga y castiga, en ocultar verdades, en imponer soberbias o en aplastar al débil con el orgullo del poderoso.
         Dios es my simple en su grandeza. Muy cercano en su existencia, muy presente en las ausencias, muy afable con los que sufren, muy sutil con los que dañan, muy justo con los injustos; porque no está fuera, ni más allá, ni en el cielo que nos cubre, ni en la otra orilla, ni en el cosmos ni en el ancho mar de las estrellas. Está presente en lo que somos desde lo que nos constituye y se confunde con nosotros en la dimensión humana que padecemos.
Se trasciende más allá de nuestro rostro, pero a la vez es el nuestro. Camina más allá de nuestros pasos, pero a la vez va en nuestros zapatos. Ve más lejos que nuestros ojos, pero a la vez lo hace con nuestra retina. Siente más profundo que nuestro corazón, pero a la vez solo le tiene a él para seguir siendo un pedazo más de divinidad.
Nuestro Dios, el Dios único que cada uno podemos experimentar, respira e inspira a nuestro ritmo y sonríe o llora cuando son risas o gemidos los que nos acompañan.
Cada uno somos Él. Por eso, la cruz que da muerte al hombre que nos enseñó esta lección es el mejor símbolo de saber está y es, dónde y cómo estemos.
Nuestro cuerpo es el templo de nuestra alma y ésta, ese Dios que nunca fue otra cosa distinta que nosotros mismos.

viernes, 29 de marzo de 2013

LO QUE TIEMPO CURA




            Esta frase, que popularmente consuela a quienes sufren de algún mal, se convierte en realidad cuando tenemos que comprobarla en nosotros mismos.
         Si el dolor permaneciese intacto para siempre moriríamos con él. Y no morimos cuando queremos a menos que lo decidamos desde lo absurdo del desconcierto y la angustia fatal.
         El dolor se va acomodando, va tomando su sitio y despacito, día a día, va dejando de molestar.
         Nadie puede borrar lo que ha vivido de su memoria, pero sí puede ir recordando sin acritud y cuando eso sucede, llega la calma y la paz de saber que lo que se vivió sirvió también de aprendizaje.
         A veces, cuando estamos inmersos en situaciones dolorosas, que parecen no terminar nunca, tenemos la sensación de quedar tocados para toda la vida y el tiempo nos niega esa creencia.
         Hay que saber recolocar lo que duele. Y se sabe cuando uno es capaz de mirar por encima y desde lejos. Esa respectiva solamente te la da el sucederse de los días, la acumulación de otros sucesos, como si se sedimentasen sobre lo malo que nos ocurre, y esa paz que va llena nuestra alma al dejar de odiar a quienes nos dañaron.
         Después de un tiempo, todo parece distinto. Se relativizan los motivos, se dulcifican los defectos, se valoran las virtudes y se añora no haber sido más capaces de entender en el momento lo que ahora es claro y trasparente a nuestros ojos.
         Posiblemente, si pudiésemos dar marcha atrás, tal vez habríamos hecho lo mismo u otros lo habrían hecho con nosotros, porque en definitiva la vida es una escuela para aprender y las lecciones tienen que llegar a través de alguien, pero posiblemente también hubiésemos tomado una actitud más abierta, más sincera, más valiente y más compasiva.
         El tiempo siempre es nuestro aliado, aunque a veces parezca estar en contra. Cuanto más nos acerca a la muerte, más nos hace amar la vida. Sin embargo, este amor antes impetuoso y apasionado, va convirtiéndose en serena y grata aceptación que se compensa siempre si al volver los ojos atrás tenemos la certeza de haber amado mucho.

Hago extensiva mi felicitación a Xara por su cumpleaños en nombre de todos los que nos encontramos en este rincón. Y mi deseo para ella, como para todos los anónimos que cumplan ahora o en algún momento, de que ante todo seáis FELICES y AMÉIS incondicionalmente y siempre.
          

jueves, 28 de marzo de 2013

DE LA BONDAD A LA TONTERÍA



Me pregunto si esta diferencia entre los dos conceptos que a veces, está delimitada por una finísima línea invisible, será evidente para todo el mundo. Y la respuesta que encuentro es que hay personas que pueden asumir esa diferencia porque en ellas existe una visión panorámica de aquello que pareciendo dirigido por un buen fin se ubica frente a un abismo de consecuencias inadvertidas a los ojos del incauto.
         La buena fe puede traducirse en una mala práctica. Hay personas que sabemos teorizar muy bien y ejecutar mal. Confiamos en todo y en todos. Y lo peor, siempre vemos un trasfondo  de mejora, suerte y maravillosa casualidad en cada suceso u oportunidad que parece llegar a nosotros, pudiendo ser esto una trampa.
         Somos presas fáciles. A mí me ha costado mucho entenderlo porque hacerlo así significaba tener que reconocer que el paisaje blanco que yo veo desde mi corazón, en realidad no lo es tanto y que tras una sonrisa amable y unas palabras cercanas también puede esconderse un cazador avispado a punto de ganar un trofeo.
         Muchas veces pienso en nuestro querido y viejo D. Quijote de la Mancha, como cargado de fantasías, entregado al amor puro de una idea de amada, defensor a ultranza del honor y la honestidad, cabalgaba sobre una realidad que no le gustaba para inventar otra en la que poder ejercitar todos aquellos valores que mullían su corazón.
         Como él, he abierto, en ocasiones la puerta a la utopía y me he entregado en batallas contra quimeras de otros. Como él, siento que debe haber un amor por encima de los amores de quita y pon, que justifique la vida y la compense. Como él creo que merece la pena arriesgar la vida por restablecer la inocencia de creer en la bondad de los demás y en las causas justas…pero no quiero terminar muriendo derrotada por mi tontería para poder salir de este círculo vicioso de la indulgencia con la maldad.
         La pena, bien entendida, tiene que empezar por uno mismo.
         Quiero abrir los ojos sin que mi alma empeore, pero asegurarme de que lo que veo es lo que hay y no lo que yo quiero ver.
         Estoy en el camino, al menos, reconociendo que por saber mirar nunca dejaré de ser la que soy.

martes, 26 de marzo de 2013

CUANDO ATACAN LOS PENSAMIENTOS



Hoy vamos a dedicar nuestra reflexión a un tema interesante y muy frecuente: cómo nos ataca nuestra mente y de qué forma los pensamientos pueden convertirse en enemigos e ir en nuestra contra en vez de a favor.
Me ha gustado esta línea de discusión. La comparto. 

"Recuerda haber despertado en medio de la noche preocupándose por algo, tal vez un asunto de trabajo o un conflicto no resuelto. Muy probablemente, su mente saltaba de un asunto a otro, ya que cada pensamiento  ansioso le llevó a otro  que a su vez creó otra preocupación. Tal vez empezó a pensar en una relación incómoda con un miembro de la familia, o en la forma despreciativa en el trato de un compañero de trabajo  y cómo se sintió de resentido. ¿Se acuerda de repetir ciertas conversaciones en su mente y de lamentarse de  lo que dijo o no dijo, o ensayar lo que diría la próxima vez si usted tuviera la oportunidad? Probablemente cuanto más pensó en ello, más agitado se sintió.
O tal vez usted se despertó y comenzó a preocuparse por el dinero, por los gastos que se  acumulan. ¿Cómo lo manejó esa vez? ¿Esto le condujo a pensamientos sobre otras personas que se encontraban en mejor situación, o aquellos que no tienen problemas financieros? ¿La envidia le dolió en el estómago? ¿Le hizo sentir más impotente, enojado o incluso más como una víctima?
Así que ahí estaba, dando vueltas en la cama, exhausto por sus propios pensamientos y emociones, y para colmo, dándose cuenta de que tenía un día especialmente ajetreado por delante, le dio miedo de no poder volver a conciliar el sueño. ¿Cómo pasar el día después de haber estado despierto toda la noche? Y este círculo vicioso  continuó alimentándose de sí mismo, consumiendo su realidad.
Si usted se reconoce en este escenario, no se sientas mal. Esto es típico de lo que hace el ego cuando se siente amenazado o inseguro de alguna manera, sobre todo con la incertidumbre de un problema de salud o si está en  medio de un cambio importante. El ego simplemente no sabe cómo hacer frente al desafío de sentimientos como la vulnerabilidad y la pérdida de la sensación de control. Cuando el ego está manejando el asunto, se puede observar una dinámica: Un pensamiento genera una emoción que nos lleva a otro pensamiento que genera otra emoción. Vueltas y vueltas, va como un perro persiguiendo su cola, cada vez más agitado y molesto, incluso si en ese momento está realmente muy bien, seguro y a salvo en su cama. Mientras tanto, usted ni siquiera realmente reconoce el sentimiento original que dio origen a esta estampida mental.
Para conseguir alterarle así, el ego tiene que hacerle olvidar el momento presente, porque el ego se desvanece cuando se está completamente en el Ahora. Así que para mantenerse, su ego le saca  del Ahora, lejos de la realidad, pensamiento por pensamiento. Si usted empieza a observar lo que su ego está haciendo, se dará cuenta de que cuando el ego lleva su conciencia fuera del momento del Ahora, sólo hay cuatro lugares que puede tomar: hacia el pasado, hacia el futuro, hacia su propia historia, o hacia la historia de otros.
La buena noticia es que usted puede salir de este círculo tan pronto como reconoce que no está en el presente. Pregúntese a sí mismo: "¿Qué está sucediendo ahora?" Mire a su alrededor, observe y escuche. ¿Cuál es el contraste entre la situación real en sus alrededores inmediatos-los sonidos, la calidad de la luz, los colores, y así sucesivamente-en comparación con el mundo mental y emocional creado por sus pensamientos? Tome conciencia de la respiración y las sensaciones corporales. Relájese. Usted puede estar enfermo, pero nada le ataca, salvo sus propios pensamientos.
Reconozca lo que su ego ha hecho: le ha arrancado del presente, con recuerdos y expectativas. Pensando en el pasado ha creado sentimientos de culpa, remordimiento, o nostalgia, y pensando en un futuro imaginario ha generado ansiedad y temor. Ha logrado debilitarle desde la mente, generando emoción. Esta intensa contracción sobre uno mismo es el sello del ego en su peor momento. Pero darse cuenta de que usted no está en el presente y darse cuenta de que estoy en el futuro o que estoy en el pasado es lo que se necesita para despertar de su sueño y del drama.
A medida que se restaura en el presente, la confusión interna retrocede porque ha detenido la marea de pensamientos que había sido creada y mantenida. Usted está cortando  la ilusión. A medida que aprenda a usar el poder de su conciencia para volver al momento presente, se vuelves más encarnado, más despierto a su verdadero yo, y capaz de responder a las exigencias de su vida con claridad.
Cada vez que sale del Ahora, es inevitable que se identifique con una historia que le habla, sobre usted, su salud o su vida. Es como si usted hubiera caído por el agujero del conejo en Alicia en el País de las Maravillas a un universo imaginario. Pero a diferencia de Alicia, que sabía que  estaba en un mundo de fantasía, la mayoría de nosotros estamos totalmente convencidos de que es real.
Entender esto es crucial, porque la identificación ciega con sus historias continuará para siempre a menos que reconozca el patrón y lo exponga a la luz de la conciencia del AHORA. Usted sólo es su auténtico yo al despertar y tomar su lugar legítimo como el ser consciente observando todo el espectáculo, pero ya no capturado por él.
Al proceso de despertar a una mayor conciencia y presencia se le llama a veces la muerte del ego. De hecho, muchas enseñanzas espirituales hablan de matar al ego. Pero el ego, de hecho, no debería morir sino que,  al desarrollar un alto grado de presencia, deja de gobernar su mente y determinar su experiencia. A partir de entonces, envía conocimientos por medio de su punto de vista único, pero ya no define su identidad. A medida que el ego se desvanece y prevalece la conciencia, su identidad como un yo separado se vuelve menos dominante, y por fin realmente se saborea la plenitud del ser.


Richard Moss