Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 6 de julio de 2013

CERRANDO CÍRCULOS



Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella, más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando puertas, cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos. Lo importante es poder dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
¿Terminó con su trabajo? ¿Se acabó la relación? ¿Ya no vive más en esa casa? ¿Debe irse de viaje? ¿La amistad se acabó? Puede pasarse mucho tiempo de su presente "revolcándose" en los por qués, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cuál hecho.
El desgaste va a ser infinito porque en la vida, usted, yo, su amigo, sus hijos, todos y todas estamos abocados a ir cerrando capítulos. A pasar la hoja. Al terminar con etapas o con momentos de la vida y seguir para adelante.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió. Y hay que soltar, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. No. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!
Por eso a veces es tan importante romper fotos, quemar cartas, destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, papeles por romper, documentos por tirar, libros por vender o regalar. Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que pasar la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente. El pasado ya pasó. No espere que le devuelvan, no espere que le reconozcan, no espere que alguna vez se den cuenta de quién es usted. Suelte.
El resentimiento, el prender su "televisor" personal para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarlo mentalmente, envenenarlo, amargarlo. La vida está para adelante, nunca para atrás. Porque si usted anda por la vida dejando "puertas abiertas", por si acaso, nunca podrá desprenderse ni vivir lo de hoy con satisfacción. Noviazgos o amistades que no clausuran, posibilidades de "regresar" (¿a qué?), necesidad de aclaraciones, palabras que no se dijeron, silencios que lo invadieron. ¡Si puede enfrentarlos ya y ahora, hágalo! Si no, déjelo ir, cierre capítulos.
Dígase a usted mismo que no, que no vuelve. Pero no por orgullo ni por soberbia sino porque usted ya no encaja allí, en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en ese escritorio, en ese oficio, usted ya no es el mismo que se fue, hace dos días, hace tres meses, hace un año, por lo tanto, no hay nada a que volver.
Cierre la puerta, pase la hoja, cierre el círculo. Ni usted será el mismo ni el entorno al que regresa será igual, porque en la vida nada se queda quieto nada es estático. Es salud mental, amor por usted mismo desprender lo que ya no está en su vida.
Recuerde que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo, nada es vital para vivir porque cuando usted vino a este mundo llegó sin ese adhesivo, por lo tanto es costumbre vivir pegado a él y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy le duele dejar ir.
Es un proceso de aprender a desprenderse y humanamente se puede lograr porque, le repito, nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero... cierre, clausure, limpie, tire, oxigene, despréndase, sacuda, suelte...
Hay tantas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escoja, le ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. ¡Esa es la vida!
Paulo Cohelo

viernes, 5 de julio de 2013

LAS HORAS LARGAS DE LA NOCHE




         Me pregunto qué trampa especialmente seductora tiene la noche para mantenernos despiertos absortos en nuestros miedos. Me digo a mi misma que todo pasa, que alguna cosa cambiará para que la realidad oscura y vacía que a veces se nos presenta, pueda cambiar y sobre todo me repito que el sol sale de nuevo todos los días y la luna asoma todas las noches y que en sus respectivas soledades, uno y otra, están llenos de fuerza.
         Sin embargo, cuando la oscuridad nos deja a solas con nuestra mente es cuando padecemos la amarga soledad ante nuestros problemas o ante aquello que sin serlo se agranda como un castillo de humo en el firmamento, para demostrarnos que cada vez somos más pequeños.
         Cuando se tambalean los pilares del edificio emocional es cuando la mente, siempre tan contradictoria, a pesar de lanzarnos al abismo también nos envía una cuerda. Es entonces cuando rebuscamos en lo aprendido hasta el momento, cuando tienes que sentarte frente a ti mismo para hablarte alto y claro, recurriendo a la fuente inmensa de tu amor, esa que incondicionalmente siempre estuvo ahí y siempre estará aunque ya no te acompañe. Ella tiene respuestas. Solamente hay que pedírselas.
         ¡Tantas veces la necesito tanto y no está…! Que me pregunto ¿Qué hubiese hecho ella en mi caso? …Si la tuviese delante y encontrase el valor suficiente para confesarla mis errores me habría ganado una excelsa riña, pero también sé que entre sus consejos dolorosos iría mezclada la ternura para remediar la tristeza de sentirme así. Sé también que entre la rabia infinita de reconocer mi mala memoria para con su ejemplo habría obviado mi despiste con un perdón infinito ante mis debilidades.
         Me pregunto con qué ojos miraría los míos y qué mano tendería hacia mí para acercarme a su pecho y estrecharme entre sus brazos.
         Se sentaría a mi lado y después de ceñir mi voluntad a sus quimeras me acogería su sonrisa para decirme una vez más que todo pasa, que nada me turbe, que en quien Dios confía nada teme y que en todo ello está la confianza de sentir la fortaleza que nos constituye para seguir abrazando la vida…que siempre, siempre…nos espera fuera.
         No fue un sueño, simplemente una mala noche.

jueves, 4 de julio de 2013

ATRAEMOS LO QUE TEMEMOS



            Como las cosas que más amamos y más tememos tienden a ocupar nuestros pensamientos gran parte del tiempo, atraemos justamente esas cosas. ¿Alguna vez has echado a perder completamente una nueva muda de ropa la primera vez que te la pusiste? Justo cuando pensabas: "No quiero ensuciar esta camisa nueva tan bonita", y tu bolígrafo empezaba a chorrear tinta dentro del bolsillo superior.
¿Cuántas veces has escuchado a alguien decir: "En los últimos doce años que tuve mi viejo auto no le hice ni un raspón; pero en cuanto me entregaron mi primer auto nuevo, me empezaron a chocar".  Incluso si decimos "no quiero que pase tal cosa", gravitaremos justamente a eso. Nuestra mente no puede desplazarse en sentido negativo con respecto a las cosas, no puede hacer más que moverse hacia ellas.
            ¿Alguna vez se le ocurrió pensar, en vísperas de un
evento especial o de una fiesta: "Espero no enfermarme porque esto no me lo quiero perder"? . Al final resultó que te enfermaste y te lo perdiste, ¿no es cierto?.

            Estos mismos principios se manifiestan en la pobreza, la mala salud y en su trabajo. Si no paramos de comentar, pensar y leer acerca de "cosas malas", gravitaremos subconscientemente hacia ellas; la gente de éxito se desplaza hacia el éxito. Los fracasados tratan de escapar del fracaso. El más importante principio mental que puede transformar a los
 perdedores en triunfadores es concentrarse en lo que uno quiere; sin embargo, vivimos hablando en negativo, quejándonos de lo que no tenemos y hablando de lo que queremos evitar.

            Es el "Yo puedo" y no el "No puedo", pues al cerebro no le importa lo que sigue después del 'no', él entiende que es 'no'. Eso es un callejón sin salida, debemos concentrarnos en lo que queremos lograr a nivel personal. Cuando tememos perder algo, nos ponemos en posición de perderlo.
            Estas leyes obran con el mismo poder en nuestras relaciones amorosas. Cuando tememos perder el amor de alguien, de inmediato nos ponemos en peligro de perderlo. La moraleja es "concéntrate en lo que tienes y disfrútalo, no pienses en perder lo que posees".   Enfoca tu atención en lo que deseas; si dejas que tus temores te obsesionen, éstos te abrumaran.
           
            En realidad, el principio de atraer lo que se teme es curioso; implica el reto de enfrentar nuestros miedos y mediante ellos superarnos. 

            ¿Cómo podremos crecer si las cosas que tememos se alejan de nosotros?. ¿Cómo desarrollarnos si nunca nos enfrentamos con lo que nos produce temor?. Las leyes universales nos demuestran que podemos vivir perfectamente sin aquello que tanto tememos perder.
           
            Debemos aprender a disfrutar lo que tenemos y dejar de pensar y sufrir por lo que no tenemos. Debemos vivir el presente y vivirlo con tanta intensidad que nada fuera de él nos preocupe porque en realidad, o no está porque pertenece al pasado (que es un tiempo que no existe) o no vendrá porque pertenece al futuro (que aún no ha sido creado).

            Lo que asusta, lo que tememos es precisamente la medida de nuestra fortaleza. Nuestros miedos son a la vez nuestro poder y no hay mejor manera de superarlos que enfrentándonos a ellos, entrando de lleno en sus fauces y manteniendo la calma ante su tempestad…porque en realidad nada puede pasarnos…nada que no tengamos ya antes de lograr una realidad diferente a la que tememos.

            Creer es crear…lo hemos oído muchas veces. Por lo tanto dejemos la mente en blanco cuando se trata de enfrentar el miedo y solamente confiemos en que aún cayendo en lo que tememos seguimos siendo los mismos, todo sigue igual y nada se inmuta a nuestro alrededor.

            Tengamos calma…la que se pueda…un poco más cada vez…iniciemos paso a paso el camino del equilibrio  y en ese punto recibamos con serenidad al miedo que quiera invadirnos, posiblemente se bata en retirada cuando nos encuentre tranquilos esperando lo que quiera decirnos sin alterar un ápice nuestra mirada, con la frente erguida y el pensamiento sereno aceptando lo que venga…tal entonces…nada vendrá.


martes, 2 de julio de 2013

EL PODER DE ELEGIR



         Todos nacemos con el mismo velo o al menos con uno. Es difícil encajar los cambios que la vida va trayendo desde que pasamos de la comodidad del afecto materno a la dureza de la vida cuando son otros quienes tienen que valorarnos y exigirnos.
         Hemos aprendido lentamente, unas veces, y de golpe, otras, pero en cualquier caso con caídas y tropezones de los que no se nos ha olvidado su sabor. La dulce inocencia con la que comenzamos nuestros primeros pasos se va perdiendo en el camino mientras  izamos los pies del alma, pero sobre todo cuando colgamos sus vestidos del corazón de los demás.
         Siempre tenemos la posibilidad de elegir. Esa lección también se va gravando en nuestro modelo de comportamiento. Poco a poco y con el tiempo, nos damos cuenta de que no podemos dejar de sentir los afectos que nos invaden al encontrarnos con otras gentes pero sí aprender a gestionar las emociones que nos provocan.
         Quiero pensar que los condicionamientos que parecen limitarnos pueden ser transformados por la voluntad, por la creencia en nosotros mismos y por la fe en lo que somos desde siempre y en lo que podemos ser a cada instante. Quiero intuir una forma de serenarnos que mora en nosotros y está a nuestro favor siempre. Un don que nace con nuestra persona y evoluciona siempre hacia la mejora cuando se ejercita: el saber reconducir lo que duele encontrando en ello el mejor mensaje que nos ayude.
         Si no pudiésemos elegir, la vida no tendría sentido. Perdería su frescura. Es la posibilidad de equivocarnos lo que nos va a permitir saborear los laureles del éxito cuando toque. Es, precisamente, la sensación de dudar entre varios senderos lo que somete al corazón a un lifting con el cual siempre es joven.
         Las seguridades excesivas siempre están ligadas al cansancio. Uno no quiere riesgos cuando no quiere ganar nada, ni tampoco perderlo. Con el tiempo, nos vamos dando cuenta de que lo peor es caer en un estado plano en el que todo de igual, nada importe en exceso y la vida adquiera un tono indefinido en el que si no se ve mucho, tampoco está oscuro del todo.
         Se dice que en el medio está la virtud pero no es del todo cierto cuando lo que está en juego es el envejecimiento del alma. Porque en definitiva, lo importante no es lo que nos prometemos a nosotros mismos, sino lo que cumplimos de ello. Eso es lo que nos hace verdaderamente poderosos.
         Una vez más creo en el poder de elegir y en la conveniencia de equivocarnos. Una vez más, apuesto por la vida de sabor de menta, de olor a hierba recién cortada y del color de las nubes.
         Una vez más me digo a mi misma que he venido aquí para experimentar y que eso siempre conlleva un riesgo, el de apostar por ser feliz día a día.