Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 12 de julio de 2013

EN BUSCA DEL AMOR PERDIDO


Nos pasamos la vida buscando amor. Parece que se hubiese perdido y no acertásemos con el camino del encuentro. Da la impresión de que se nos oculta tantas y tantas veces que incluso llegamos a pensar que el nuestro ha desaparecido.
Uno no sabe si lo mejor que le puede suceder es encontrarlo o seguir esperanzado en la búsqueda. Cuando nos topamos con él suele ser de bruces. Sorprendiéndonos a cada instante, desbordándonos a cada momento. El amor en estado incandescente. Golpeando fuerte contra las paredes del corazón y bombeando latidos por doquier desde el centro del sentimiento más puro.
Sin embargo, para nosotros los mortales esta situación no suele ser sostenible. Es como si no estuviésemos acostumbrados a la felicidad, ni tampoco lo estuviese el resto y menos a la ajena. Cuando a los otros comienza a molestarles terminan empeñándose en demostrarnos que eso no es posible, que se trata de un estado pasajero en el que estanos confundidos y nos arrastran nuevamente a la calma para igualarnos con ellos.
Sucede una especie de efecto dominó. Casi molesta ver a otros felices y sobre todo si es por amor. Se perdona la felicidad que da el dinero porque de alguna manera parece más accesible y tal vez, con suerte, algún día les toque a ellos pasar por lo mismo. Pero no se  absuelve al que se ha encontrado con su amor, no se indulta a aquel que está henchido de dicha por haber hallado la parte que le completa e incluso, no solamente se rechaza sino que se trate de reconducir a la persona hacia un estado de normalidad mal entendida.
Hay personas que hacemos del amor el motor de nuestra vida. Otras lo apartan y lo hacen secundario. Las primeras solemos sufrir mucho por ello, las segundas también por no encontrar en nada el sentido que el amor todo lo da.
Amar siempre es ganar, aún cuando se pierda, porque lo que se pierde nunca supera a lo que uno obtuvo y aun el tiempo del dolor es menor que el de gozo. Cuando uno ama todo se mide de otra manera, lo que no sabemos es que es la manera verdadera de medir.
Lo peor de buscar es encontrar porque después de ello no hay búsqueda posible y con el tiempo se va entendiendo que amar es un verbo que siempre está en presente continuo, aunque haya sucedido en el pasado y no va a dejar de estarlo aunque parezca que haya terminado.
La impronta que deja en el corazón permanecerá por siempre incluso si uno olvida el nombre y los apellidos de quien te amo.




jueves, 11 de julio de 2013

LA HISTORIA DE LOS SEIS CIEGOS Y EL ELEFANTE





Este cuento popular de la India nos ayuda a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de las cosas. ¿Podemos estar seguros de que todo es como nos parece en una primera impresión? ¿Pueden estar seis sabios equivocados al mismo tiempo sobre la forma real de un elefante? Acompañemos a los seis sabios ciegos en su viaje a la selva.

Hace más de mil años, en el Valle del Río Brahmanputra, vivían seis hombre ciegos que pasaban las horas compitiendo entre ellos para ver quién era de todos el más sabio.

Para demostrar su sabiduría, los sabios explicaban las historias más fantásticas que se les ocurrían y luego decidían de entre ellos quién era el más imaginativo.

Así pues, cada tarde se reunían alrededor de una mesa y mientras el sol se ponía discretamente tras las montañas, y el olor de los espléndidos manjares que les iban a ser servidos empezaba a colarse por debajo de la puerta de la cocina, el primero de los sabios adoptaba una actitud severa y empezaba a relatar la historia que según él, había vivido aquel día. Mientras, los demás le escuchaban entre incrédulos y fascinados, intentando imaginar las escenas que éste les describía con gran detalle.

La historia trataba del modo en que, viéndose libre de ocupaciones aquella mañana, el sabio había decidido salir a dar una paseo por el bosque cercano a la casa, y deleitarse con el cantar de las aves que alegres, silbaban sus delicadas melodías. El sabio contó que, de pronto, en medio de una gran sorpresa, se le había aparecido el Dios Krishna, que sumándose al cantar de los pájaros, tocaba con maestría una bellísima melodía con su flauta. Krishna al recibir los elogios del sabio, había decidido premiarle con la sabiduría que, según él, le situaba por encima de los demás hombres.

Cuando el primero de los sabios acabó su historia, se puso en pie el segundo de los sabios, y poniéndose la mano al pecho, anunció que hablaría del día en que había presenciado él mismo la famosa Ave de Bulbul, con el plumaje rojo que cubre su pecho. Según él, esto ocurrió cuando se hallaba oculto tras un árbol espiando a un tigre que huía despavorido ante un puerco espín malhumorado. La escena era tan cómica que el pecho del pájaro, al contemplarla, estalló de tanto reír, y la sangre había teñido las plumas de su pecho de color carmín.

Para poder estar a la altura de las anteriores historias, el tercer sabio tosía y chasqueaba la lengua como si fuera un lagarto tomando el sol, pegado a la cálida pared de barro de una cabaña. Después de inspirarse de esta forma, el sabio pudo hablar horas y horas de los tiempos de buen rey Vikra Maditya, que había salvado a su hijo de un brahman y tomado como esposa a una bonita pero humilde campesina.

Al acabar, fue el turno del cuarto sabio, después del quinto y finalmente el sexto sabio se sumergió en su relato. De este modo los seis hombres ciegos pasaban las horas más entretenidas y a la vez demostraban su ingenio e inteligencia a los demás.

Sin embargo, llegó el día en que el ambiente de calma se turbó y se volvió enfrentamiento entre los hombres, que no alcanzaban un acuerdo sobre la forma exacta de un elefante. Las posturas eran opuestas y como ninguno de ellos había podido tocarlo nunca, decidieron salir al día siguiente a la busca de un ejemplar, y de este modo poder salir de dudas.

Tan pronto como los primeros pájaros insinuaron su canto, con el sol aún a medio levantarse, los seis ciegos tomaron al joven Dookiram como guía, y puestos en fila con las manos a los hombros de quien les precedía, emprendieron la marcha enfilando la senda que se adentraba en la selva más profunda. No habían andado mucho cuando de pronto, al adentrarse en un claro luminoso, vieron a un gran elefante tumbado sobre su costado apaciblemente. Mientras se acercaban el elefante se incorporó, pero enseguida perdió interés y se preparó para degustar su desayuno de frutas que ya había preparado.

Los seis sabios ciegos estaban llenos de alegría, y se felicitaban unos a otros por su suerte. Finalmente podrían resolver el dilema y decidir cuál era la verdadera forma del animal.

El primero de todos, el más decidido, se abalanzó sobre el elefante preso de una gran ilusión por tocarlo. Sin embargo, las prisas hicieron que su pie tropezara con una rama en el suelo y chocara de frente con el costado del animal.

-¡Oh, hermanos míos! -exclamó- yo os digo que el elefante es exactamente como una pared de barro secada al sol.

Llegó el turno del segundo de los ciegos, que avanzó con más precaución, con las manos extendidas ante él, para no asustarlo. En esta posición en seguida tocó dos objetos muy largos y puntiagudos, que se curvaban por encima de su cabeza. Eran los colmillos del elefante.

-¡Oh, hermanos míos! ¡Yo os digo que la forma de este animal es exactamente como la de una lanza...sin duda, ésta es!

El resto de los sabios no podían evitar burlarse en voz baja, ya que ninguno se acababa de creer lo que los otros decían. El tercer ciego empezó a acercarse al elefante por delante, para tocarlo cuidadosamente. El animal ya algo curioso, se giró hacía él y le envolvió la cintura con su trompa. El ciego agarró la trompa del animal y la resiguió de arriba a abajo notando su forma alargada y estrecha, y cómo se movía a voluntad.

-Escuchad queridos hermanos, este elefante es más bien como...como una larga serpiente.

Los demás sabios disentían en silencio, ya que en nada se parecía a la forma que ellos habían podido tocar. Era el turno del cuarto sabio, que se acercó por detrás y recibió un suave golpe con la cola del animal, que se movía para asustar a los insectos que le molestaban. El sabio prendió la cola y la resiguió de arriba abajo con las manos, notando cada una de las arrugas y los pelos que la cubrían. El sabio no tuvo dudas y exclamó:

-¡Ya lo tengo! - dijo el sabio lleno de alegría- Yo os diré cual es la verdadera forma del elefante. Sin duda es igual a una vieja cuerda.

El quinto de los sabios tomó el relevo y se acercó al elefante pendiente de oír cualquiera de sus movimientos. Al alzar su mano para buscarlo, sus dedos resiguieron la oreja del animal y dándose la vuelta, el quinto sabio gritó a los demás:

-Ninguno de vosotros ha acertado en su forma. El elefante es más bien como un gran abanico plano - y cedió su turno al último de los sabios para que lo comprobara por sí mismo.

El sexto sabio era el más viejo de todos, y cuando se encaminó hacia el animal, lo hizo con lentitud, apoyando el peso de su cuerpo sobre un viejo bastón de madera. De tan doblado que estaba por la edad, el sexto ciego pasó por debajo de la barriga del elefante y al buscarlo, agarró con fuerza su gruesa pata.

-¡Hermanos! Lo estoy tocando ahora mismo y os aseguro que el elefante tiene la misma forma que el tronco de una gran palmera.

Ahora todos habían experimentado por ellos mismos cuál era la forma verdadera del elefante, y creían que los demás estaban equivocados. Satisfecha así su curiosidad, volvieron a darse las manos y tomaron otra vez la senda que les conducía a su casa.

Otra vez sentados bajo la palmera que les ofrecía sombra y les refrescaba con sus frutos, retomaron la discusión sobre la verdadera forma del elefante, seguros de que lo que habían experimentado por ellos mismos era la verdadera forma del elefante.

Seguramente todos los sabios tenían parte de razón, ya que de algún modo todas las formas que habían experimentado eran ciertas, pero sin duda todos a su vez estaban equivocados respecto a la imagen real del elefante.
http://www.casaasia.es/actividad_infantil/detalle?id=17582

miércoles, 10 de julio de 2013

LA TALLA DEL CORAZÓN




         Siempre he pensado que me gustaría tener una talla XXL para el corazón. Un trazado ancho y seguro donde nada apriete y en el que, seguramente, pudiese invitar a más gente para cobijarse en él.
         Esta talla es la que debería importar, verdaderamente, al mundo. Y en función de ella debería estar la selección de las profesiones, de los políticos, de los directores del espíritu, de los apoderados de la fe y de tantos y tan importantes roles tiene la sociedad.
         Tener el corazón grande significa comprender, saber perdonar, eludir el rencor y dar apoyo a quienes lo necesitan. Pero esto no quiere decir que la talla del corazón se convierta en un colchón de agua al que todo el mundo puede pisar. Usar talla XXL para el corazón significa no dejar que abusen de la bondad, ni permitir que la injusticia se adueñe de la vida de otros, ni someter desde la mano de hierro escondida en el guante de seda.
         Una vez leí que el verdadero problema al que se enfrentaba el mundo de la política era el de la selección de candidatos, no el de la elección de ellos por votación. Lo primero es previo y si efectivamente no se selecciona por talla del corazón nos podemos encontrar con las aberraciones que hay por doquier en cualquier parte y que están tan lejos de lo deseable.
         Lo difícil es hacer que el corazón se esponje y aumente cuando está constreñido y arrugado. Lo peor es saber por qué se encuentra en tan mal estado y sobre todo, lograr que se dilate sin miedo.
         Los temores, la inseguridad, el desamor o las traiciones puede que nos hayan ceñido el corazón al mástil de la ira, la venganza, el odio o la agresividad. Responder con lo mismo que se recibe es, a veces, el único camino que parece que nos queda para recuperar la autoestima, sin embargo, no entendemos que es la única vía que verdaderamente nos daña.
         El corazón no tiene paredes, ni límites ni fronteras. Puede expandirse tanto como deseos tengamos de amar y ser amados; tanto como estemos dispuestos a hacerlo. Busquemos la talla del nuestro y si es un poco estrecho…basta con respirar, imaginar que se agranda y dejar que siga su camino hacia su propio bienestar, que seguro que será también el de todos los que nos rodean.

martes, 9 de julio de 2013

REPENTIZAR




         Hay gente muy creativa que se inventa verbos. Este es el caso de una persona muy querida para mí. Uno de los verbos que se ha inventado es éste: “REPENTIZAR”.
         La primera vez que lo oí, me pareció gracioso. Más tarde me di cuenta de que era una verdadera joya que se encargaba de expresar la necesidad de pensar con rapidez y actuar en consecuencia.
         Leyendo un libro muy útil de José Antonio Marina “ La inteligencia ejecutiva”, me di realmente cuenta de que su contenido alude a una habilidad indispensable para gestionar los problemas de la vida y sobre todo para evitar ser presa fácil para los cazadores del asfalto.
         El contenido de la palabrita alude a la importancia de la inteligencia “no analítica”. No hay tiempo para análisis minuciosos, en muchas ocasiones, por lo que es necesario contar con un sistema de detección rápido y ágil de las partes débiles de las situaciones, de aquellas donde hay fisuras, de las grietas por donde podemos caer. Ver el peligro antes de que suceda la desgracia o localizar un ataque encubierto a punto de estrellarse contra nosotros.
         Dicha habilidad permite ganar mucho tiempo y actuar apoyados en el factor sorpresa para el que espera una respuesta. En eso se fundamenta la toma de buenas decisiones instantáneas cuando la situación lo requiere, apelando siempre a ese sexto sentido o a la intuición proyectiva que tanta importancia tiene para resolver conflictos.
         Un juego que nos ayuda de forma excelente a ejercitar esta habilidad es el ajedrez porque es extremadamente racional y está sometido a premuras de tiempo. En un campeonato, por ejemplo, se fija un tiempo límite, lo que no permite dedicar mucho tiempo al análisis.
Los grandes maestros deben aplicar algún método, sin duda, para acertar de manera no analítica. Un comentario de Kasparov, tras haber ganado al programa Deep Thought, de IBM en 1989 nos puede orientar sobre el tema que nos ocupa. Al comentar su victoria dijo que la máquina “no tenía sentido de peligro”, lo que nos hace pensar lo importante que es la capacidad de detectar de un vistazo cuál es la parte débil del tablero.
Wiston Churchill, Primer Ministro de Reino Unido durante la segunda Guerra Mundial, en una ocasión dijo:…”La gente elogia mucho mis improvisaciones, pero no saben el trabajo que me cuesta prepararlas”.
Lo mismo digo yo para las intuiciones, hay en ellas mucho trabajo previo pero fundamentalmente inconsciente.
Se puede aprender a repentizar…si ejercitamos las habilidades que sostienen esta excelente herramienta basada en la rapidez inconsciente pero también puede trabajarse en base a una observación rápida, a una atención concentrada y a una memoria de trabajo ágil.

domingo, 7 de julio de 2013

SEMBRAR PRIMAVERAS




         El ser humano está preparado para sobrevivir por su instinto de especie animal en un mundo siempre hostil. Cuando ha logrado separarse de ese vínculo filogenético que lo une a su progenie de antepasados en medios difíciles, ha perdido su capacidad de reacción instintiva y lo ha sustituido por una racionalización excesiva que todo lo computa y lo prevé como resultados finales sin que estos siquiera hayan sucedido aún.
         La anticipación es una capacidad genial que hemos adquirido a través de nuestra inteligencia computacional, pero ante lo más importante de la vida que es ser feliz, debe responder el cerebro límbico, el más primitivo, el que se mueve por amor y placer.
         Todo se reduce al final en eso. Sin amor se muere. Sin expresar los sentimientos, sin tocar, besar o abrazar…también. Al menos los niños si no son acariciados no resisten la durísima vida que encuentran cuando salen del útero materno. A esta enfermedad mortal se denomina “ marasmo”.
Cuando vamos haciéndonos mayores sustituimos esta necesidad por una vergüenza  absurda ante nuestras inconfesables necesidades de seguir queriendo ser abrazados y queridos. Y pasamos la mayor parte de la vida adulta diciendo que somos fuertes, es decir aguantando soledades, desamores y asperezas de los que tenemos al lado pero también reprimiendo deseos, caricias y mimos que la sociedad tilda de debilidades no teniendo en cuenta el precio que pagamos por esas carencias. Más abrazos y menos prozac. Más besos y menso depresión. Más amor y menos desolación en solitario.
         De niños somos auténticos camicaces. Nos atrevemos con todo. Cabría preguntarnos:…¿Cuándo pasamos de atrevernos con todo a tener miedo a todo?.
         Tenemos que cambiar actitudes. No podemos pasarnos el día hablando en negativo, deslizándonos por la queja y dramatizando la estupidez. No podemos pasarnos la vida sufriendo por el pasado y el futuro dejando de vivir el presente. Mucha gente ha perdido la capacidad de sonreír. Tenemos que cambiar de forma de ser.
         Hay personas que se levantan cada día sembrando primaveras y otras que se miran al espejo y solo son felices si se ven sufriendo o buscando algo por lo que sufrir en todas partes.
         Yo elijo sembrar flores aromáticas a mi paso y dejar un rastro de sonrisas en cada mirada. Porque solamente se puede dar felicidad a los demás si uno la tiene dentro pero sobre todo, si no se cesa en trabajar el hábito del optimismo cada día.