Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 5 de octubre de 2013

EL SENTIMIENTO DE FRACASO

No hay nada peor que no creer en uno mismo, aunque sea circunstancial, porque es un factor que solamente resta posibilidades y no aporta sino desconfianza, temor e inseguridad.
A lo largo de la vida, ésta me ha demostrado que efectivamente lo único válido para tener éxito y estar bien con uno mismo es la estabilidad emocional. Saber gestionar las emociones y poder equilibrar la mente en base a ello.
La sensación de fracaso es en realidad un resultado. Se produce cuando tras una serie concatenada de acontecimientos vamos decidiendo y condenando a nuestro ser a no dar la talla. La mayoría de las ocasiones todo éste entramado está en nuestra cabeza y la realidad, aunque ayude a lo contrario, sería un acicate y no un obstáculo si lo viésemos de otra forma.
Las comparaciones con los demás, la sensación de saber lo que soy pero no poder demostrarlo, un ambiente abrumador, un carácter tímido y una sensibilidad a flor de piel pueden traer consecuencias irreparables.
La fortaleza tiene que estar instalada en nuestra cabeza antes que en nuestro corazón, porque los pensamientos son la metralla de la conducta y tal y como éstos se dirijan obraremos en consecuencia. La cabeza nos juega malas pasadas en ocasiones y nos limita opciones constantemente o nos amplía campos  sin cesar.
A veces hemos de aprender estrategias de comportamiento, habilidades sociales que nos permitan romper la barrera de los miedos a ser juzgados, a ser calificados y a ser repelidos. Cada uno tiene que mostrarse como es y pensar que las opiniones de los demás son solamente eso, juicios subjetivos a los que cada uno tiene derecho pero que no deben incidir en nuestro autoconcepto.
La autoestima debe tener siempre nuestro sello, porque somos valiosos, muy valiosos, desde el silencio, desde la alegría, desde la extroversión o desde la timidez. En cualquier caso, de cualquier forma, nuestra valía es única y diferente a la del resto y eso, nadie ni nada puede anularlo.

viernes, 4 de octubre de 2013

LA BENDICIÓN DEL SILENCIO

Cuando la vida nos pone en apuros, entre otras muchas cosas, nos está pidiendo que nos prestemos atención. 

Para salir de una crisis profunda es necesario emprender un viaje cuyo destino es un cambio de conciencia, por eso se dice que los conflictos grandes suelen ser también grandes oportunidades. 

El viaje es solitario, aunque contemos con mucha ayuda. 

Nos enfrentamos a nosotros mismos. 

Todos llevamos a cuestas miedo, rabia, humillaciones y vergüenza. Todos. 

Y en diversos momentos de la vida toca poner orden y hablarnos sin palabras a nosotros mismos con franqueza.

 Para eso es imprescindible parar y alejarnos de las distracciones. 

Cuando yo intento hacerlo, mi mente se desborda.

Necesito mucho amor y mano izquierda para conmigo misma para, poco a poco, ir dejando salir los pensamientos horrorosos que me asaltan. 

No soy el miedo, ni el dolor, ni la angustia, ni el fracaso, ni la rabia, aunque estos sentimientos forman parte de mí.

Puedo sentirlos, revivirlos prestarles atención y, con mucho mimo, mecerlos hasta dejarlos tranquilos, como bebés dormidos, en mi corazón.

Entonces la mente aliviada descansa, se siente comprendida y me permite acercarme a todo lo bueno que hay en mi vida.

 Yo no soy el ruido ensordecedor que encierra el silencio cuando estoy callada. Eso lo sé, he podido comprobarlo. 

También sé que cuando mi intención es amorosa y no me refugio en la pena, o en la culpa ni me juzgo, se enciende en mi interior una luz que me guía. 

Florece la sabiduría, el sentido común, la armonía y lo que ayer era un muro infranqueable lo paso con un saltito que puede dar hasta un niño.

Antes de arrojar la toalla hay que recurrir siempre al silencio. Él es el guardian de las puertas del alma.

Merce Catro Puig
autora del libro "Volver a Vivir"


miércoles, 2 de octubre de 2013

PARA DESPEDIR AL MIEDO



Muchas veces solamente hay que estar atento a las señales. Cuanto más lo necesitamos, más señales aparecen. Hay que estar alerta, observar detenidamente, hacer silencio interior y ver cuando se mira.
Hoy me he encontrado con este ejercicio. Alguna vez lo he tenido que poner en práctica porque el papel en el que está escrito parece un tanto ajado, e incluso hay letras que están borrosas. Ordenaba textos, limpiaba papeles…trataba de entretenerme mientras muchas preocupaciones me dan vueltas a la cabeza y, de pronto, apareció ante mí. No sé de quién es, ni tampoco cómo llegó hasta aquí. Pero está. Aquí, esperándome. Esperándote.
Se trata de un ejercicio al que poder recurrir cuando sintamos miedo.
Lo comparto y espero que sea otra muleta más para seguir adelante.


EJERCICIO PARA LLENARNOS DE FUERZA
Vamos a elegir un lugar privado, silencioso y tranquilo. Un lugar donde nos encontremos bien, sosegados o al menos en paz con nuestra soledad.
Lo primero hagamos una lista de nuestros miedos.
Cerremos los ojos, después, y tomemos aire profunda y lentamente llevándolo al abdomen y expulsémosle lo más rápido posible.
Imaginemos que el aire que tomamos tiene un color azul y el que exhalemos de color gris…en el primero recogeremos toda la energía que nos rodea, el poder que está en torno a nosotros y la fuerza que nos invadirá penetrando por cada una de nuestras células. Visualicemos este color azul brillante llenando nuestro interior.  Cuando hayamos repartido esta luz por todo él, iremos recogiendo los miedos, los temores, las malas sensaciones, las angustias, los desconciertos…en un aire grisáceo que saldrá rápidamente al exterior para liberarnos.
Escaneamos nuestro cuerpo físico, desde la cabeza hasta los dedos de los pies, para encontrar la energía del miedo…buscamos el miedo…si no lo encontramos, volvamos a la lista y leamos uno de los miedos anotados en ella y escaneemos nuestro cuerpo de nuevo.
Una vez encontrado el miedo, en nuestro cuerpo, simplemente observémoslo. No lo analicemos, solo observémoslo. Dejemos que esté allí. Dejemos que exista.
Se puede manifestar en una incomodidad física, como un nudo, un dolor, una energía localizada molesta, un pensamiento, una memoria o simplemente una emoción del miedo.
Sólo mirémoslo.
Observémosle.
Sintámoslo.
Y digamos… “miedo, eres bienvenido aquí”…démosle la bienvenida y permitámosle que crezca y se exprese en nosotros pero sin analizarlo. Permitamos que vengan…palabras, pensamientos…memorias y rastreemos su movimiento, si cambia a otra emoción o si se traslada en nuestro ser físico.
Ahora acerquémonos a él y abracémosle…démosle luz y amor…agradeciendo cualquier trabajo que haya tenido, como misión, en nosotros y por estar con nosotros tanto tiempo.
Ahora…soltémosle y entreguémosle al universo, que se vaya libre hacia el origen.
Respiremos profundo ahora de nuevo. Mientras inhalamos, aspiremos amor y luz …y cuando exhalemos dejemos que esa luz invada el espacio que ocupaba el miedo.
Ahora solamente respiremos despacio y profundo. Serenamente. Todo está bien.

martes, 1 de octubre de 2013

A PESAR DE LA LLUVIA



A pesar de la lluvia sobre los cristales y las lágrimas sobre mis mejillas, sigo pensando que siempre hay soluciones, que los problemas prueban nuestra valía y que de una forma u otra, hay que seguir adelante para demostrarnos que aceptamos los retos y luchamos por ellos.
La vida no es fácil nunca, pero a veces se vuelve aún más retorcida. En esos momentos uno tiene que recurrir al fondo de su baúl, allá donde estén los recuerdos maravillosos, los días de risas y rosas, el entusiasmo y la ilusión a raudales, la esperanza decidida y dispuesta y ese ápice de locura en el cual, alguna vez, hemos pensado que todo va a salir bien siempre.
Las dificultades, a veces, parecen venir todas juntas y cuando una crees que es irresoluble, llega otra que la hace más pequeña. La adversidad nos reta. Es el momento de poner todos los sentidos a funcionar y a rescatar de lo más profundo del inconsciente, los instintos básicos de supervivencia. Huir o luchar. Son las dos opciones que, frente al peligro, podemos tomar.
El miedo nos puede dejar paralizados, bloqueados y anulados para poder decidir por una de ellas no obstante, pero el acecho del peligro nos devorará entonces sin remedio.
Cuando el terror se haya hecho un hueco en nosotros, entonces hay que decidir también ante él. ¿Luchamos encarecidamente hasta que haya un vencedor?¿ huimos en el intento de comprobar si corremos más que él?. Esta segunda opción está perdida antes de comenzarla. El miedo va por delante siempre y nuestra huída no sería más que una persecución a nuestro adversario al que nos pegaríamos como una sombra imposible de apartar.
Hay que perecer en la lucha si es necesario, pero hay que luchar. Es muy fácil dejarse caer por el tobogán, lo complicado en subir en contra de su pendiente. Hay otra opción, iniciar el ascenso por las escaleras que dan acceso a la rampa y así, paso a paso, comenzar la subida a la cima.
Toda carrera empieza con un primer paso, por larga que sea, por dura que parezca. ¡Démosle aunque nos duela todo!. El dolor, las molestias y el propio miedo desaparecerán cuando entremos, poco a poco en el camino y vayamos viendo la luz.