Si en más de tres preguntas obtienes un SI como respuesta, entonces eres una persona codependiente. Responde sinceramente. |
SI
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NO
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1.- Me siento
responsable de la vida de los demás, por sus acciones y también por lo que
piensan y sienten.
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2.- Siempre digo “SI”
cuando, en realidad, quiero decir “NO”.
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3.- Tengo el deseo
permanente de ayudar a los demás a resolver sus problemas, me lo pidan o no.
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4.- Creo que los demás
deben hacerme feliz.
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5.- Generalmente actúo
movido por la culpa y por un sentido de obligación fuerte.
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6.- Los problemas de
las personas a las que quiero no me permiten disfrutar de la vida.
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7.- Cuando los demás
cambien y sean como yo quiero, entonces seré feliz.
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8.- Si no me ocupo
de la vida de alguien, mi propia vida no tiene mucho sentido.
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9.- Cuando los demás
hablan mal de mí y me critican, por lo general me siento atacado.
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10.- Rara vez
expreso cómo me siento. Creo que a los demás no les interesa demasiado.
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Abriendo la puerta...
"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"
Francoise de la Rochefoucauld
Francoise de la Rochefoucauld
sábado, 4 de enero de 2014
¿ERES CODEPENDIENTE? (Test)
viernes, 3 de enero de 2014
LOS SUEÑOS DE OTROS
Una de las situaciones que empobrecen
más a la persona es vivir los sueños de otro. Haber cedido los nuestro, no
tenerlos o habernos apropiado de los de otra persona por creerlos mejores, más
importantes y con más capacidad de empoderar nuestras expectativas.
He comprobado que las personas que
viven con miedos y frustraciones continuadas se pasan la vida dependiendo de
las opiniones de los demás y de su aprobación. Es como si precisaran un asidero
donde agarrarse aunque éste signifique su anulación.
La
codependencia, a veces, se convierte en adictiva y nos entrega un falso efecto
de gratificación cuando nuestra responsabilidad descansa en la persona de al
lado. Con frecuencia, en estos casos, estas personas ceden el control de sus
emociones y sobre todo, de sus decisiones. Lo peor es que ponen demasiadas
expectativas en el otro, que nunca se llegan a cumplir, y de nuevo la rueda del
fracaso parece engullirlos.
Si no damos prioridad a nuestros
sueños, vamos a vivir los sueños de otros. Posiblemente, las personas
codependientes se entreguen demasiado a los demás y se diluyan en esa concesión
incondicional. En el camino dejan la libertad personal colgada del olvido y se
enganchan al tren que otros dirigen para
evitar descarrilar con el propio.
Cuenta
la fábula de Esopo que había una zorra que estaba saltando sobre unos
montículos. De pronto estuvo a punto de caerse y, para evitar la caída, se
agarró aun espino. Pero las púas de la planta le hirieron las patas y le
produjeron mucho dolor. Entonces dijo al espino:
-¡He
acudido a ti a por ayuda, pero me has herido!.
A
lo que el espino respondió:
-¡Tú
tienes la culpa, amiga, por agarrarte a mí!. Bien sabes lo bueno que soy para
enganchar y herir a todo el mundo, ¡y tú no eres la excepción!.
Cuando al igual que la zorra de la
historia sentimos que no podemos enfrentarnos solos al mundo y, por miedo a
caernos, nos aferrarnos a otra persona y la convertimos en un salvavidas o una
muleta, tarde o temprano vamos a terminar heridos.
No cabe duda que todo apego tóxico
acarrea sufrimiento y dolor. Esto no solamente sucede con personas, sino
también con lugares, circunstancias, creencias o costumbres. Cada uno de ellos
funcionará como una muleta interior que tarde o temprano se quebrará.
El
problema no radica en el objeto o sujeto al que te apegas; está en la mente de
cada uno por lo tanto un simple cambio de perspectiva bastará para cambiar
nuestra posición y correlativamente nuestros sentimientos de dudas e
inferioridad.
Lo
importante no son las veces que caemos en el camino, lo definitivo es la
voluntad de seguir levantándonos, una y otra vez, sabiendo que los apoyos deben
ser agradecidos como tal pero nunca convertidos en la vía de servicio en la que
únicamente caminaremos a partir de entonces.
jueves, 2 de enero de 2014
EL COOLI DE CALCUTA
Un buscador occidental
llegó a Calcuta. En su país había recibido noticias de un elevado maestro
espiritual llamado Baba Gitananda. Después de un agotador viaje en tren de
Delhi a Calcuta, en cuanto abandonó la abigarrada estación de la ciudad, se
dirigió a un cooli para preguntarle sobre Baba Gitananda. El cooli nunca había
oído hablar de este hombre.
El occidental preguntó a
otros coolíes, pero tampoco habían escuchado nunca ese nombre. Por fortuna, y
finalmente, un cooli, al ser inquirido, le contestó:
--Sí, señor, conozco al maestro espiritual por el que
preguntáis.
El extranjero contempló al cooli.
Era un hombre muy sencillo, de edad avanzada y aspecto de
pordiosero.
--¿Estás seguro de que conoces a Baba Gitananda? -preguntó,
insistiendo.
--Sí, lo conozco bien -repuso el cooli.
--Entonces, llévame hasta él.
El buscador occidental se
acomodó en el carrito y el cooli comenzó a tirar del mismo. Mientras era
transportado por las atestadas calles de la ciudad, el extranjero se decía para
sus adentros: "Este pobre hombre no tiene aspecto de conocer a ningún
maestro espiritual y mucho menos a Baba Gitananda. Ya veremos dónde termina por
llevarme".
Después de un largo
trayecto, el cooli se detuvo en una callejuela tan estrecha por la que apenas
podía casi pasar el carrito. Jadeante por el esfuerzo y con voz entrecortada,
dijo:
--Señor, voy a mirar dentro de la casa. Entrad en unos
instantes.
El occidental estaba realmente sorprendido. ¿Le habría
conducido hasta allí para robarle o, aún peor, incluso para que tal vez le
golpearan o quitaran la vida? Era en verdad una callejuela inmunda. ¿Cómo iba a
vivir allí Baba Gitananda ni ningún mentor espiritual? Vaciló e incluso pensó
en huir. Pero, recurriendo a todo su coraje, se decidió a bajar del carrito y
entrar en la casa por la que había penetrado el cooli. Tenía miedo, pero
trataba de sobreponerse. Atravesó un pasillo que desembocaba en una sala que
estaba en semipenumbra y donde olía a sándalo. Al fondo de la misma, vio la
silueta de un hombre en meditación profunda. Lentamente se fue aproximando al
yogui, sentado en posición de loto sobre una piel de antílope y en actitud de
meditación.
!Cuál no sería su sorpresa al comprobar que aquel hombre era
el cooli que le había conducido hasta allí! A pesar de la escasa luz de la
estancia, el occidental pudo ver los ojos amorosos y calmos del cooli, y
contemplar el lento movimiento de sus labios al decir:
--Yo soy Baba Gitananda. Aquí me tienes, amigo mío.
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Tenemos la mente llena de prejuicios, convencionalismo y toda clase
de ideas preconcebidas con lo cual, se perturba nuestra visión y se distorsiona
nuestro discernimiento.
miércoles, 1 de enero de 2014
BOCADILLO DE GALLETAS
A
veces pienso que soy extraña porque lo que me gusta me gusta mucho y lo que no,
nunca será elegido por mí, en ninguna de sus formas. Soy una mujer de extremos,
no me gusta el gris, ni el agua tibia ni tampoco el centro. Me encantaría
lograr el equilibrio en la tensión de los contrarios, pero me resulta muy
difícil porque en el fondo, no quiero.
Las
galletas son uno de mis alimentos favoritos y a veces, muy de tarde en tarde,
me preparo un bocadillo de ellas. Este consiste en flanquear una galleta central
de estilo y composición diferente, con otras dos que la resguarden.
Se
trata, tal vez, de más de lo mismo. Es decir, llenarme de aquello que me
produce un exquisito y dulce placer para sentir que hay cosas que merecen
repetirse y que de cualquier forma, gustan.
Nuestro
bocadillo de galletas hoy, que comienza el año, será la propuesta de reforzar
lo mejor que tengamos, de cuidarlo y seguirlo, de alimentarlo y mimarlo. Porque
a veces, lo mejor ya está en nuestras manos y sin embargo buscamos en lugares
equivocados motivos por motivos erróneos.
En
ocasiones, lo que nos gusta, lo que nos convierte en más y mejor está al
alcance de la mano. Ahí mismo, frente a nosotros o a nuestro lado. Hay que
mirar bien para poder ver mejor. Y atreverse a vivir!. ¿En cuántas ocasiones
hemos perdido oportunidades por falta de arranque, por miedo, por inseguridad,
por creernos con la respuesta antes de que nos la den y sobre todo por
imaginar lo que va a pasar antes de que
suceda?.
Cuando
queramos iniciar nuestros intentos de mejora para los 364 días que quedan, tal
vez haya que añadir el factor riesgo. No hay compensación cuando uno no apuesta
y no se hace cuando no queremos perder. Pero cuando no se pierde, tampoco se
gana, a lo sumo nos quedamos en la misma situación y lo que sí, seguramente,
perderemos son las oportunidades de ser felices, que potencialmente están ahí
para nosotros. Porque la vida siempre nos espera. Por mucho que queramos
retrasarnos, ella nos llama y pacientemente espera a que aceptemos los retos.
Arriesgar,
comprometer y asumir lo que está por llegar es uno de los bocadillos que pienso
comerme de un solo bocado cada uno de estos días restantes.
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