No
cabe duda que a todos nos ha pasado
pensar en alguien o en algo, que hace tiempo a quien no ves o no
encuentras, y tropezarnos con esa
persona a los pocos días o de forma inmediata.
Hay sensaciones, intuiciones o ideas
que cuando aparecen en la mente, la realidad se pone en marcha para responder a
nuestro mandato espontáneo. Muchas veces ni siquiera es consciente lo que nos sucede
y solamente se reconoce una vez que nos ocurre.
El pensamiento crea. Lo que se origina
en el corazón, lo que necesita éste, la mente lo busca y el cosmos, entonces,
se pone a nuestro servicio.
Sucede también con la necesidad de
recibir una solución a problemas que parecen no tenerla, de solicitar una ayuda
cuando uno está perdido, de buscar un apoyo cuando no hay muletas que nos
sujeten.
Suele decirse que “cuando el alumno
está preparado, el maestro aparece” y yo añado, cuando la solución se necesita
de inmediato, llega.
Todo
depende del diálogo interior que tengamos con nosotros mismos, de las
peticiones que hagamos a nuestros guías espirituales, de las que dirigimos a
los que no están pero de algún modo se mantienen con nosotros, de la fuerza y
la intención, desde el centro del corazón, que lancemos al universo que nos
cobija y sobre todo, del convencimiento de que las respuestas llegarán a
nuestra cabeza antes de que los desastres ocurran.
Sigo creyendo que lo que uno cree, crea. Y es
que cuando a veces estamos a punto de tirar la toalla, algo llega a nosotros,
algo aparece cerca, algo nos toma de la mano y nos da un empujoncito para
seguir.
Tal vez sea uno mismo el que crea las
necesidades y las satisface. Posiblemente nuestro dios interior responda ante
lo que nos reta después de advertir la imposibilidad de hacerlo mejor
cuando llegamos al límite.
Sea como sea, cuando tememos, dudamos,
nos angustiamos o estamos asolados ante un problema no se me ocurre nada mejor
que detenernos y recogernos adentro. Preguntar y esperar la respuesta, abrir
los ojos y ver las señales, pensar y encontrar la solución que llega seguro cargada
de que está diseñado a nuestra medida.
Yo lo creo así y esa fe me salva muchas
veces.
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