He escuchado muchas veces que somos “víctimas de víctimas”
lo que de algún modo disculpa la responsabilidad que cada uno llevamos
implícita en nuestros errores.
Muchas veces, nos comportamos repitiendo
esquemas que hemos observado mientras crecíamos o que hemos sufrido durante
nuestra infancia. Y es curioso cómo, en muchas ocasiones, tendemos a tomarlos
como referencia de nuestra propia conducta. Es como si lo que tanto rechazamos
cuando no podíamos contradecirlo, ahora lo hubiésemos puesto como modelo de
comportamiento seguro.
He tenido un
intercambio de opiniones al respecto con una amiga. El tema central era la
permisividad con los hijos, que centramos en el terreno de realizar tareas en
la casa. Efectivamente el hogar es un proyecto común de vida y en él hemos de
participar todos. Sin embargo, de eso nunca hago un drama. Ni me siento
esclavizada, ni asistenta de nadie, ni considero que cuando les llevo un
bocadillo al ordenador mientras trabajan o incluso se divierten, mi posición de devalúa, ni decrece la estima
hacia mi rol de madre.
Me gusta
facilitar la vida a los demás. Me siento bien. No hace falta llevarlo a
extremos, ni tampoco poner el énfasis en algo que me provoca un delicioso placer
por tenerles en casa un día de vez en cuando.
Ella me
hablaba de prepararles para la vida, de evitar que les lleguen golpes, de saber
resolver dificultades, de entrenarles para los golpes. A mi todo eso me suena a
error. Nadie puede vivir por otros las experiencias que nos quedan, ni tampoco
podemos conseguir que reaccionen como lo haríamos nosotros que creemos tener
las lecciones aprendidas. Las nuestras.
Todo el mundo aprende, preparados o no. ¿Se
puede preparar para sufrir lo que nos quede?. Sí, pero yo respondería de otra
forma. No puedo acomodar las situaciones a mi gusto para que no hagan daño a
mis hijos, ni tampoco decirles cómo tienen que actuar, a no ser como opinión,
porque ellos tomarán sus propias decisiones y se tendrán, necesariamente, que
equivocar solos.
Lo que sin embargo
creo que podemos hacer, es tejer un colchón de afecto que les de seguridad en
ellos mimos y en el amor que les tenemos.
Me hablaba
también de que ella no sabía expresar los sentimientos y que eso creía que con
los hijos la favorecía porque tenía que hacerles fuertes. La fortaleza no está
en la aspereza, sino en la capacidad de conocerse a fondo, de saber que todo es
resolvible con voluntad y fe en uno mismo, pero sobre todo en estar
absolutamente seguro de que hay alguien que nos ama siempre dispuesto a echarnos
un cable después de vivida la vida con la libertad absoluta que cada ser humano
merece.
Me siento
bien llevando la bandeja con sándwich y cositas dulces hasta la habitación de
los que siempre serán mis pequeños. Eso no va a evitarles dolores, ni
sufrimientos, ni angustia ni malestares pero les proporcionarán un rato de
ternura y sensaciones agradables a las que siempre podrán volver para resistir
la vida.
Me gusta tu reflexión. Precisamente hace muy poco tiempo he participado de una conversación similar. En ella llegamos a la conclusión que dar y recibir es el modo en que aprendemos a manejarnos en la vida. Porque al fin eso somos un cuerpo y un alma que da y recibe y además necesitamos que sea así. El equilibrio parte de ahí.
ResponderEliminarQuizás complete nuestra visión de la vida saber que no sólo damos sino que también recibimos.Los niños se sienten bien cuando reciben e inmensamente felices cuando dan. Por eso es bueno también que sepan cuándo es el momento de recibir y cuándo el de dar. Y cada uno quizás en la aceptación de su rol mas no en la identidicación.
Cuando un niño, tiene uno de esos detalles con sus padres o con sus amigos, está jugando a dar aprendiendo a entregar todo aquello que recibió. Es saludable todo depende del carácter que demos a nuestra dadivosa acción, si es de sumisión, la cosa no va bien. En cambio si es un corazón razonable y no la creencia o el rol quien dirige, todo se transforma en un viaje de ida y vuelta, autopista de energía compartida.
Besitosssss y gracias por todo lo que nos das a diario.
Xara, me ha encantado tu reflexión sobre el "dar y el recibir". Si entendiésemos este flujo necesario y generoso, todo sería sencillo.
ResponderEliminarUn beso muy tierno y cariñoso por estar siempre con esa inteligencia emocional tan delicada!