Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio,
que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo:
-¡Padre,
qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.
-¿Por
qué le llamas desgracia?
-
respondió el padre
- veremos
lo que trae el tiempo...
A
los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.
-¡Padre,
qué suerte! - exclamó esta vez el muchacho
-
Nuestro caballo ha traído otro caballo.
-Por
qué le llamas suerte? - repuso el padre
-
Veamos qué nos trae el tiempo.
En
unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no
acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se
quebró una pierna.
-¡Padre,
qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho
-
¡Me he quebrado la pierna!
Y
el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
-¿Por
qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo!
El muchacho no se convencía de la sentencia paterna,
sino que gimoteaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea los
enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra.
Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al
joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la
desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo
al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.
El mensaje de este antiguo consejo chino es que la
vida da tantas vueltas, y es tan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace
bueno, y lo bueno, malo.
Lo mejor es esperar siempre el día de mañana, porque
todo sucede con un propósito positivo para nuestras vidas, según nuestro propio
plan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario