Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 13 de febrero de 2014

ROCAMADOUR


Leíamos y leímos en clase, un día y otro, como la Maga, protagonista de Rayuela de Cortázar, aludía con cierta desgana a Rocamadour, su hijo. Nos llamó la atención el nombre y nos dedicamos a investigar.
Hoy hemos visto este pueblecito medieval francés. Cincelado en la roca pareciera que fuese su sostén. Con un verde mágico que flanquea muros, paredes, pendientes y elevaciones sobre  el río Alzou, emerge del Medioevo para darnos un paseo por un sueño.
La Maga se enamoró de este lugar y puso su nombre al hijo que tuvo de alguien que quiso olvidar. Hay una especie de relación profunda entre lo que representa el niño para ella y esa especie de paraíso perdido en la memoria que aún cerca en el anhelo, siempre se mantiene lejos en la contingencia.
Aún no hemos leído lo suficiente como para aventurar el destino que la Maga dará al recuerdo de su hijo pero ha merecido la pena llegar a este lugar, a través de su nombre. Nos hemos quedado prendadas de él, tanto por su belleza como por su misterio. El mismo que Cortázar logra con esta trepidante historia de desencuentros encontrados en un ambiente dicotómico entre lo culto y lo vulgar.
Posiblemente la vida misma sea así. Un mosaico de teselas tan diferentes como complementarias que con su heterogeneidad logran la multiplicidad de matices que la hacen tan maravillosa.
Lo blanco, lo negro, la cerveza caliente con la espuma perdida, lo sucio y lo limpio, el Reader´s Digets, Nietzsche o simplemente el puente que espera los pasos de la bohéme siempre ausente, aun en lo presente.
Os dejo dos enlaces a unos videos del citado pueblecito, en el valle que se inscribe, para dejar volar la intención de volver atrás en el tiempo, al menos, por unos instantes.


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