Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 10 de abril de 2014

FLOR DE CEREZO



Hay situaciones, detalles, hechos esporádicos y momentos tan deliciosos como la flor del cerezo. Aparecen sutilmente, afloran, se expanden y desaparecen en poco tiempo. Son, lo que yo llamo, momentos eternos, esos que de pura delicia, cuando suceden, se nos quedan los labios con un sabor dulce que corre deprisa a llamar al alma.
         He salido muy pronto a la calle hoy y lo primero que me he encontrado es a mi vecino trayendo en sus brazos a su bellísima nieta de poco más de dos años. La niña, recostada en su hombro, devoraba un chupete de lunares que acompañaban su somnolienta carita. Traía un gesto de disgusto, seguramente por notar el frío de la mañana en medio del plácido sueño que aun le acompañaba.
 Se han parado conmigo. La miré dulcemente, como si en ella quisiera recobrar la infancia de mis hijos y el mundo de ilusión y ternura que dejaron allí. Me devolvió la mirada como si algo le hubiese agradado en extremo regalándome una acaramelada sonrisa que iluminó sus ojos y, con ello, un resplandor inmenso caló en mi.
         Me pareció que el cielo me daba los buenos días y comprendí que los niños tienen un grado de felicidad intrínseco que no depende de ninguna cosa. Están alegres o no como reacción a los estímulos inmediatos y en relación a la defensa natural que su mente les concede. Su enfoque siempre está en el presente y nunca maduran ideas que se disloquen en el “por si acaso”, en el “debería”, en el “ por si me critican” o en el “por si me equivoco”.
         Deberíamos guardar como un tesoro la capacidad de centrarnos en lo que tenemos delante, en lo que vivimos en el aquí y en el ahora, pero sobre todo de desterrar cualquier idea negativa en el momento que aparece.
 La vida tiene su propio código, sus propios procesos, que suceden a pesar de nuestros temores, sus ritmos y sus cambios. Y tal vez, el mejor regalo que podamos hacernos es mirarla poco a poco, tramo a tramo, momento a momento con una sonrisa tan diáfana, natural y bella como la que me regaló la pequeña esta mañana.
Al menos, esa sensación tuve.

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