Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 16 de junio de 2014

LO QUE MARCA LA DIFERENCIA



Muchas veces me pregunto qué es lo que marca la diferencia entre nosotros. Si consideramos por qué los grandes líderes son distintos podemos advertir dónde están las discrepancias.
         La mayoría de la gente piensa y se comunica de “fuera” a “dentro”; vamos de lo más definido a lo más difuso. La gente exitosa lo hace al revés; el comportamiento inspirado, entusiasta y triunfante lo hace de otra manera. Se presentan necesarios y convencen desde la necesidad  que crean en el otro de sí mismos o del producto que ofrecen. Se trabaja con la excelencia en bandeja.
         La gente no compra, adquiere, decide o se enamora por lo que uno ofrece, sino por qué lo hace. Lo importante, lo decisivo es que la gente crea en lo que uno cree. 

         Este principio se basa en la propia biología, no en la psicología. El cerebro está dividió en 2 componentes:
1.- Nuestro cerebro de HOMO SAPIENS ( neocortex), responsable del pensamiento racional, analítico y lingüístico. Se relaciona con el QUE.
2.- El cerebro LÍMBICO responsable de los sentimientos, la lealtad, la confianza y la toma de decisiones. Es instintivo e intuitivo. Se fía del pálpito del corazón y no del lenguaje. Se relaciona con lo que CREE.

         El objetivo es encontrar gente que crea en lo que uno cree, o seducirla con nuestra fe. Eso es lo que en realidad cambia el rumbo del trayecto.

         Nos sentimos cómodos con quién nos entiende y llega a nuestro corazón; con aquellos que  cautivan nuestra mirada antes que el oído. Nos seduce seguir nuestra intuición, conectar con la creencia del otro, y no por los beneficios de lo que nos ofrece. Es la persona lo que importa, lo que la mueve, lo que impulsa su comportamiento y la sinceridad que creemos ver en ello.

         Conectar necesidades es otro modo de hacerse imprescindible para la felicidad de los demás. Nos guiamos por lo que vemos y lo que advertimos en el otro, lo que conlleva valorar sus creencias, sus convicciones, los credos y reglas que le definen. Y si nos atrapan, nos adherimos a ellas irremediablemente. 

         No estamos preparados para ser felices, sino para sobrevivir por eso encontrar una persona que nos regale entusiasmo y pasión por la vida a cada instante nos evade del peso de nuestra racionalidad y nos adhiere a aquellas otras que van sembrado primaveras y que desdramatizan y se alejan del mal humor hecho hábito.

         Es excelente estar “ocupado” no “preocupado” por todo.
Hagamos como los niños, espontáneos camicaces desde que nacen. Se atreven a todo. La pregunta sería: ¿cuándo pasamos de atrevernos a todo a tener miedo de todo?

Hay que cambiar el lenguaje interno. Hablarnos a nosotros mismos de otro modo. Tal y como aquellos que nos seducen nos hablan. Porque al final admiramos, seguimos y apoyamos a la gente feliz. Y es que no hay otro objetivo en la vida. El resto son sucesos que debemos remodelar, ajustar y recortar para que encajen en los patrones de la buena suerte que tanto esperamos y que podemos, mientras tanto, ir creando.

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