Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 5 de octubre de 2014

EL ESPACIO NECESARIO



Había una princesa que estaba locamente enamorada de un capitán de su guardia y, aunque sólo tenía 17 años, no tenía ningún otro deseo que casarse con él, aún a costa de lo que pudiera perder.
Su padre que tenía fama de sabio no cesaba de decirle:

-No estás preparada para recorrer el camino del amor. El amor es renuncia y así como regala, crucifica. Todavía eres muy joven y a veces caprichosa, si buscas en el amor sólo la paz y el placer, no es este el momento de casarte.

-Pero, padre, ¡sería tan feliz junto a él!, que no me separaría ni un solo instante de su lado. Compartiríamos hasta el más profundo de nuestros sueños.

Entonces el rey reflexionó y se dijo:

-Las prohibiciones hacen crecer el deseo y si le prohíbo que se encuentre con su amado, su deseo por él crecerá desesperado. Además los sabios dicen: “Cuando el amor os llegue, seguidlo, aunque sus senderos son arduos y penosos”.

De modo que al fin le dijo a su hija:

-Hija mía, voy a someter a prueba tu amor por ese joven. Vas a ser encerrada con él cuarenta días y cuarenta noches. Si al final sigues queriéndote casar es que estás preparada y entonces tendrás mi consentimiento.

La princesa, loca de alegría, aceptó la prueba y abrazó a su padre. Todo marchó perfectamente los primeros días, pero tras la excitación y la euforia no tardó en presentarse la rutina y el aburrimiento.


Lo que al principio era música celestial para la princesa se fue tornando ruido y así comenzó a vivir un extraño vaivén entre el dolor y el placer, la alegría y la tristeza. Así, antes de que pasaran dos semanas ya estaba suspirando por otro tipo de compañía, llegando a repudiar todo lo dijera o hiciese su amante.


A las tres semanas estaba tan harta de aquel hombre que chillaba y aporreaba la puerta de su recinto. Cuando al fin pudo salir de allí, se echó en brazos de su padre agradecida de haberle librado de aquel a quién había llegado a aborrecer.


Al tiempo, cuando la princesa recobró la serenidad perdida, le dijo a su padre:

-Padre, háblame del matrimonio.

Y su padre, el rey, le dijo:

-Escucha lo que dicen los poetas de nuestro reino:

“Dejad que en vuestra unión crezcan los espacios.
Amaos el uno al otro, más no hagáis del amor una prisión.
Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis de la misma.
Compartid vuestro pan, más no comáis del mismo trozo.
Y permaneced juntos, más no demasiados juntos,
pues ni el roble ni el ciprés, crecen uno a la sombra del otro”.

6 comentarios:

  1. Orange Pipelón Sastoque6 de octubre de 2014, 13:07

    Razonaba el Marqués el otro dia sobre los difícil que es amar al otro tan cerca como al alcance de los labios pero tan retirado como de una estrella lejana, porque si te dejas deslumbrar por su fuego te abrasaría.

    No entendí su pensamiento y hoy con tus versos creo que lo comprendo un poco mas. Los jóvenes de hoy se deslumbran y perecen muy rápido; los ya pasados en años solemos amar con mas cuidado ó temor?

    La verdad Flor y Nata cada palabra que escribes nos dejas "pensando pensamientos".

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    1. Gracias!! es el mejor resultado que pueden tener estas reflexiones! Es estupendo este intercambio de pensamientos que tanto nos enseñan a todos.

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  2. Del apego al desapego esa es la vida, esa la trayectoria, ese el camino.
    Tienes razón querido Orange, esta Flor nos deja pensando..., qué buena manera de escribir ese esa.
    Un abrazo

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    1. Orange Pippelón S.6 de octubre de 2014, 21:35

      " Puedes oler, pero no tocar"...condición muy tentadora para nosotros los mortales.

      Te acuerdas de ésa peli " "El Abogado del Diablo" (Al Pacino y K. Reeves? hablar de apego y desapego me la recordó.

      Acercarse sin tocar... algo difícil para los simples morales.

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  3. El desapego Xara!!!...qué complejo y difícil cuando se une a la palabra amor con cualquiera de sus vestidos!
    Bstos y gracias por estar!

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  4. Por supuesto el concepto de apego tiene matices diferentes para según de qué amor estemos hablando. Apego, entiendo yo como aquél deseo infantil que nos acompaña durante tanto tiempo en la vida y que consiste en no saber vivir sin proyección, en no saber vivir sobre la rama fresca de la incertidumbre, sino bajo el cobijo de su perenne sombra.

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