La
impaciencia es uno de los males que más nos afectan. Tenemos unas enormes ganas
de que todo suceda deprisa. Tampoco sé para qué en realidad. Es como un deseo
que todo lo devora. Acabar etapas, concluir objetivos, alcanzar metas. Todo en un sinfín acelerado de propósitos que
se vuelven despropósitos al final del camino.
Pero hay
veces que uno desea que le sucedan los anhelos que duermen en silencio en el
fondo del alma y se desespera por no verlos nunca cumplidos.
Tengo la
sensación de que hay que desear profundamente lo que se quiere y dejarlo en
reposo. Se me ocurre que puede ser algo semejante a cuando hacemos la masa del
pan que debe aumentar y ensancharse,
siempre en reposo y con un ambiente cálido.
Me gusta jugar
con las ideas y a veces pienso que si verbalizamos los deseos no se cumplen.
Sigo con mis extrañezas e incluso juego a suponer que si sucede tal o cual
cosa, lo que más quiero puede pasar o no. Son todos ellos juegos mentales,
travesuras intelectuales que me permiten seguir siendo niña. Y de algún modo me
ayudan a vivir.
Algo me dice
que hay que dejarlo llegar…que va a suceder pero que la impaciencia es un freno
insalvable que impedirá que se produzca. Pensarlo, visualizarlo y dejarlo en un
rincón del alma sin olvidarlo y de vez en cuando, podemos darnos un paseo por
ese lugar, revivirlo con los ojos cerrados en la oscuridad luminosa de los
adentros y seguir dejando que la masa emerja.
Mi
experiencia me dice que aquello que a veces he deseado profundamente desde el
corazón, sin dudas, sin la más mínima posibilidad de que no suceda, la vida me
lo ha regalado tiempo después.
Me gusta
cocinar. Me relaja y me hace sentir bien porque además de permitirme cierta
creatividad, me acerca a los demás y me permite hacerles disfrutar por un
ratito. Pero si tengo que elegir algo de la cocina es la repostería. No
solamente me encanta degustarlo, sino que además me emociona que otros
participen de ello. Y en toda elaboración culinaria…hay que esperar con mimo,
hay que disponer los ingredientes y elaborarlo despacio. Ello solo crece y se
define como lo más exquisito.
Eso mismo
hago con los deseos. Ahí están, creciendo despacito hasta que lleguen cumplidos
y pueda disfrutarlos como el mejor manjar.