Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 18 de abril de 2014

RESISTIR LA ADVERSIDAD



Uno piensa cómo se puede resistir tanto dolor cuando alguien se va de tu lado para siempre. Cómo se puede seguir la vida, cómo acostarnos y levantarnos como si nada hubiese pasado, cómo seguir escuchando risas y sonidos convirtiéndose en ruidos. Cómo continuar adelante volviendo la vista atrás. Cómo caminar derecho sin poder ponernos de pie.
         La capacidad de resistir la adversidad, el caos o la catástrofe se denomina resilencia. El término resilencia viene de la palabra resilo, que significa “rebotar”, en el sentido de coger impulso tras una caída.
         Ser resilente no significa estar exento de sentir malestar emocional, sino que se trata de sacar fuerza suficiente para afrontar la situación. Encontrar estrategias, por insignificantes que parezcan, que nos ayuden a sobrevivir, afrontando la situación, sobreponiéndonos y adaptándonos.
No se trata de la capacidad que tengamos o no, sino de conductas, de pensamientos, de acciones que nos ayuden a tener una actitud suficiente para seguir adelante.
         Si queremos saber si somos personas resilentes o no, hagámonos preguntas como:
·       ¿Qué sucesos de mi vida me han resultado más difíciles?
·       ¿Cómo me han afectado esos procesos?
·       Cuando me siento estresado, ¿qué pensamientos pasan por mi cabeza?
·       Cuándo me he encontrado ante una situación adversa, ¿a quién he pedido ayuda?
·       ¿Cómo me reconozco en mi relación con los demás cuando me hallo en una situación difícil?
·       ¿Ofrezco apoyo a personas que han pasado por una experiencia similar a la mía?.
·       ¿Hay algún obstáculo que no hayas podido superar?
·       ¿Cómo supero las barreras emocionales que la vida me plantea?
·       ¿Albergo esperanzas de las cosas cambien o me vengo abajo?
Posiblemente nos ayude contestar a estas preguntas con un papel y un bolígrafo en la mano y dejar libre al corazón para que responda. Seguro que hemos pasado por ocasiones que nos han dolido o dañado, que nos han sacudido fuertemente y que nos han dejado una mirada amarga y un punto en los labios.
Hagamos la prueba.

jueves, 17 de abril de 2014

LA VIDA DESDE UNA VENTANA



Hay muchas personas que no pueden salir de casa. Muchas que sufren enfermedades o que se sienten incapaces de enfrentar el mundo. Muchas que solamente tienen una hueco por el que ver el mundo, su ventana.
Una de ellas fue mi madre. Durante largo tiempo. Miraba pasar la gente a cada tramo del día que podía hacer ese esfuerzo.  Yo la observaba despacio.  Veía cómo su rostro se iluminaba con las alegrías callejeras o se apenaba e indignaba cuándo existía un tropiezo, un atropello o algún altercado.  Terminó convirtiéndose en una espectadora agradecida y como tal, reviviendo la vida de otros a través del cristal.
Eso, es lo que hacemos cuando vemos una película. Somos un poco protagonistas de las vivencias de los demás pero con la seguridad de no sufrir sus avatares o la tristeza de no gozar de sus placeres. De alguna manera, esa vida ficticia cobra pleno sentido cuando la tuya se escapa o cuando está vacía e incluso, simplemente, cuando no tienes bastante con lo que sucede día a día en tus rutinas y necesitas recargar las emociones propias.
Es delicioso poder vivir en primera persona aquello que otros cuentan, experimentar lo propio y aprender en nuestra carne porque entre otras cosas, nadie logra aprender con las vivencias del de enfrente.  Por mucho que nos esforcemos en traspasar conocimientos, elaborados minuto a minuto, aprendizajes amasados con dolor, o saberes utilísimos resultado de caída tras caída, al que lo escucha le sirve de poco.
Hay que experimentar, vivir y apreciar cada instante porque es todo un lujo ser el que pasa bajo la ventana mientras otro tiene que mirar a través de ella.

LAS CUATRO ESTACIONES

Había un hombre que tenía cuatro hijos. El buscaba que ellos aprendieran a no juzgar las cosas tan rápidamente; entonces el envió a cada uno, por turnos, a ver un árbol de peras que estaba a una gran distancia.

El primer hijo fue en el Invierno, el segundo en Primavera, el tercero en Verano y el hijo más joven en el Otoño.
Cuando todos ellos habían ido y regresado, el los llamó y juntos les pidió que describieran lo que habían visto.
El primer hijo menciono que el árbol era horrible, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo, el dijo que estaba cargado de flores, que tenía aroma muy dulce y se veía muy hermoso, era la cosa más llena de gracia que jamás había visto.
El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos, el dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción.
Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían la razón, porque ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.
El les dijo a todos, que no deben de juzgar a un árbol, o a una persona, por solo ver una de sus temporadas; que la esencia de lo que son, el placer, regocijo y amor, que viene con la vida puede ser solo medida al final, cuando todas las estaciones han pasado.
Si te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño.


No dejes que el dolor de alguna estación destruya la dicha del resto.
No juzgues la vida por una solo una estación difícil.
Persevera a través de las dificultades y malas rachas… mejores tiempos seguramente vienen por delante.

http://www.pilarsocorro.com/textos/Textos_04/Cuatro%20Estaciones.htm



martes, 15 de abril de 2014

ARROZ CON LECHE



         Acabo de venir de un funeral. L o mejor que he aprendido esta tarde es a valorar lo que puede significar, en la vida de una persona, o en su cercano final, un simple detalle hecho con amor.
Al final comprendes, que todo se reduce a eso, a detalles. Uno tras otro marcando el límite y la diferencia entre lo que nos hace felices o no.
Cuando llega el momento de irnos, lo único que puede quedar como testigo es el recuerdo de nuestra sonrisa, nuestras palabras de afecto, las miradas abiertas, las manos extendidas hacia la ayuda de los demás y ese color verde inundando la retina cuando las cosas han ido mal.
Lo que se va no es más, sin embargo, lo que permanece es la cadencia de nuestro paso entre los demás, cómo hayamos apreciado la vida y ese infinito darse sin regateos que tan peculiares hace a algunas personas.
El hombre que hoy despedimos era así. Alegre, optimista y versátil; positivo y práctico, de esos de los del… “vive y deja vivir”… que deberían estar más extendidos por el mundo.
Su mujer es  alumna mía y también la persona que le hizo el plato de arroz con leche que fue su única ilusión en los últimos días. No comía apenas, pero aquel arroz le devolvió el gusto por la vida concentrado en un instante, le permitió despedirse de ella y sus placeres, le puso en contacto con la esperanza de una mejoría momentánea que encendió la luz en su corazón, una vez más.
Esta tarde, ese plato de arroz con leche era tan agradecido por sus familiares que verdaderamente uno piensa si lo sencillo de la vida es lo que al final permanece siempre, lo que nos conecta con nuestro centro, lo que equilibra y restablece. En este caso, algo tan simple, fue lo mejor de su final.
Me gustaría tener a alguien cuya mano experta y corazón solícito pudiese ofrecerme, también, ese último postre cuando me vaya a despedir.
Todo un lujo, sin duda.

lunes, 14 de abril de 2014

VOLÉ, VOLÉ, VOLÉ...VOLABA...



“Si no existieses habría que inventarte”, esta frase tan conocida se la aplico hoy a la música.  Tengo tanto que agradecer a melodías, sintonías, tonadas y canciones que sería capaz de escribir mi biografía solo con ellas.
         He aprendido a diluir mi dolor en ella, a recrear el amor que sentí, a evocar situaciones, a liberar adrenalina, a llorar a raudales, a esperar en consultas, a recorrer viajes, a estar siempre acompañada, a sentirme comprendida y cobijada. He tarareado, cantado y silbado. La he soñado y sentido, la he aborrecido y deseado. Pero siempre le he sido fiel, como ella a mí.
         Muchas veces creo que ha sido el aderezo en el amor, los suspiros en el dolor y la ilusión en la esperanza. Que ha servido de puente entre lo deseado y lo posible, y que sin duda sigue ayudándome a entender y a entenderme.
         Os dejo con esta canción para que nos permita volar... por un rato.

VOLE CONTIGO
Volé, volé contigo, amor, volé, volaba.
Volé, volé contigo, amor, volé, volaba.
Volé, volé, volé contigo, amor, volé, volaba
Volé, volaba

El cielo, en flor azul y niño, se admiraba
De un vuelo tan en flor que no se oía

El cielo, en flor azul y niño, se admiraba
De un vuelo tan en flor que no se oía

Volé, volé contigo….
De tu vuelo mi vuelo dependía
Con tu aire mi aire se aireaba

De tu vuelo mi vuelo dependía
Y a mi ala la tuya enamoraba.

Volé, volé contigo…
Como, como un niño en tu cuna, me mecía.
Y el ventalle de cedros aire daba

Como un niño en tu cuna, me mecía.
Y el ventalle de cedros aire daba

Volé, volé contigo… 

‪#‎AntonioGala
Fundación Antonio Gala
Escuchar canción: http://www.youtube.com/watch?v=jDr4DXYCFT0