Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 10 de octubre de 2014

¿ES POSIBLE ALGO SIN AMOR?



Posiblemente estas reflexiones las conocemos todos…no importa, son tan sugerentes y bellas que no me canso de leerlas. Espero que  vosotros tampoco.


La inteligencia sin amor, te hace perverso.

La justicia sin amor, te hace implacable.

La diplomacia sin amor, te hace hipócrita.

El éxito sin amor, te hace arrogante.

La riqueza sin amor, te hace avaro.

La docilidad sin amor, te hace servil.

La castidad sin amor, te hace orgulloso.

La pobreza sin amor, te hace orgulloso.

La belleza sin amor, te hace ridículo.

La verdad sin amor, te hace hiriente.

La autoridad sin amor, te hace tirano.

El trabajo sin amor, te hace esclavo.

La sencillez sin amor, te envilece.

La oración sin amor, te hace introvertido.

La ley sin amor, te esclaviza.

La política sin amor, te hace ególatra.

La fe sin amor, te hace fanático.

La cruz sin amor, se convierte en tortura.

La vida sin amor, no tiene sentido.

SUPERANDO MOMENTOS DIFÍCILES



Tendemos a relacionar la felicidad con que las cosas nos salgan siempre bien y que las circunstancias con las que nos vamos encontrando sean justas para nosotros. Pero a veces la vida nos pone en situaciones con las que no contábamos. Podemos pensar entonces que todo se desequilibra y que tras algunos sucesos ya nada volverá a ser como antes, aparecerán entonces sentimientos como miedo, rabia, tristeza…. con los que tendremos que lidiar.


Esto suele ser lo más difícil, encontrarnos con emociones y no saber cómo manejarlas. ¿Qué hago si estoy asustado?, ¿y si me siento demasiado triste?, ¿qué me pasa cuando estoy muy enfadado?... Muchas veces frente al malestar que sentimos la salida que se nos ocurre es querer quitárnoslo de encima rápidamente, no hablando sobre ello y reprimiendo las emociones. Nadie quiere pasarlo mal. Pero la huida no es la solución.


Muchas veces las dificultades están en uno mismo, en la manera de pensar y en la forma de enfrentarse a la realidad que a cada uno le toca vivir. Siempre aparecerán momentos difíciles en la vida de cada uno de nosotros, esto es inevitable. Algunas veces serán cosas que podíamos esperar pero otras serán circunstancias con las que no contábamos. La manera en que pensemos sobre ello y como nos veamos a nosotros mismos frente a los obstáculos que van apareciendo determinará nuestra manera de sentirnos y las habilidades que pongamos en práctica para su resolución.


Hay que tener en cuenta que muchas veces las dificultades están en uno mismo, en la manera de pensar y en la forma de enfrentarse a la realidad que a cada uno le toca vivir. 


Todo esto se aprende desde niños, viendo la forma de ser de nuestros padres, escuchando sus comentarios y viendo su ejemplo.
 Hemos visto el mundo a través de sus ojos durante muchos años y eso tendrá una gran influencia en nosotros para siempre.


http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013-10-03/superando-los-momentos-dificiles-como-derribar-las-creencias-que-nos-limitan_35792

miércoles, 8 de octubre de 2014

PERDONO, PERO NO OLVIDO

Hemos oído muchas veces esta frase a la que damos siempre un sentido negativo. Parece que si perdonas tienes que olvidar. Es como si el perdón no tuviese valor entonces y quedase, lo que duele, marcado a fuego como una señal indeleble que nunca se borra. Entonces, en ese caso, hablamos de rencor y mantenemos la sensación de que la ofensa está siempre caliente en nuestro interior. 

         He mantenido durante mucho tiempo que en realidad este pensamiento no tiene ninguna consistencia real. Nada de lo que hayamos vivido, nada de lo realmente haya constituido parte de nuestra experiencia puede olvidarse. Incluso podríamos cuestionar si el olvido es posible a nivel neuronal, por tanto no tiene sentido alabar el pensamiento contrario que magnifica una actitud que no es posible, como sería “si no olvido, no perdono”.
         Lo que necesitamos conseguir es recordar sin rencor. Esto, en realidad, es lo importante y lo necesario. Lleva trabajo, cuesta mucho y es difícil, pero posible.

         Para mí es un indicador de si realmente he perdonado. Pasar por el tamiz de los afectos los hechos que nos dolieron. ¿Siguen escociendo?¿repetimos las mismas sensaciones?¿culpamos a los mismos?¿hemos llegado a comprender al otro de alguna manera?. Si las respuestas son negativas, no hemos logrado perdonar. Si logramos respondernos con algo más que un NO, entonces estamos en el buen camino y tal vez lo consigamos.

         Hay que examinarse, de vez en cuando, porque hay heridas que han cicatrizado en falso y nada más que algo nos roza en ellas vuelven a abrirse.


         Lamentablemente yo tengo varias de este tipo. Lucho y me esfuerzo en recordar sin rencor; en poder estar serena ante las imágenes que vuelven a mí. ¿Queréis que sea sincera? …aún es una asignatura pendiente.
         Estoy en ello.

martes, 7 de octubre de 2014

EL BAMBÚ JAPONÉS



Imaginemos por unos instantes que somos unos sencillos agricultores japoneses. Una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego. 

Quien cultiva la tierra no se detiene impaciente frente a la semilla sembrada, y grita con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita seas!  
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú y que lo transforma en no apto para impacientes:
 
Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
 
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. 
 
Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30metros! ¿Tardó sólo seis semanas crecer? 
No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años. 
Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. 
 
Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es cierto muchas veces nos desesperamos y abandonamos sin querer creernos que lo bueno está por llegar.
 
Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado. 
De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo.
 
Y esto puede ser extremadamente frustrante. 
En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que en tanto no bajemos los brazos -, ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos-, si está sucediendo algo dentro de nosotros: estamos creciendo, madurando. 
 
Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.
El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación.
Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros.
 
Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.
 
Tiempo… Cómo nos cuestan las esperas, qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos…

Aprendamos a ser pacientes como quien siembra bambú japonés.

Cuento Sufí

lunes, 6 de octubre de 2014

DESAPEGO



Las reflexiones pasadas de los lectores del blog me han sugerido el análisis de esta dimensión de la conducta tan necesaria y compleja en las relaciones humanas.
La palabra des-a-p-ego (la he separado así a propósito aún sabiendo que no sigue normas lingüísticas), alude a “ quitar el ego”. Es como si cuando establecemos un vínculo afectivo nos abalanzásemos sobre el otro y nos quedásemos pegados a él, colgados de su espalda, a modo de saco, para sentir siempre su compañía, su presencia, sus movimientos. Todo aquello que nos de seguridad sobre la persona a base de sentirla de algún modo.
Cuando se habla de hijos es necesario dejarles volar, es preciso ver con cierta serenidad sus caídas y estar siempre en una cercanía invisible para ayudarles a levantarse. Se trata de un equilibrio necesario entre la cercanía y la lejanía, de una balanza precisa que mantenga la sabia corriendo en nuestras venas sin necesidad de refrescarla continuamente.
Si nos referimos al amor entonces el desapego parece una utopía y sin embargo, en algún grado es tan necesario como la pasión o el entusiasmo. 
Hay que dejar espacios en los que la otra persona tenga que desearte nuevamente, en los cuales te necesite y te busque. 
A veces es necesario saber que nada está conseguido por siempre ni para siempre. Conocer los límites de lo que creemos eterno e infinito, saber que hay líneas invisibles que no debemos pasar y sobre todo, no invadir el espacio sagrado del alma si ésta no nos llama. Estar ahí sí, estar cerca y disponible. Abrir de par en par las puertas sin que nos cierren de golpe las compuertas para quedar atrapados en un íntimo habitáculo semejante a una celda.
El desapego es la gran lección por aprender. Su medida justa, su punto de salinidad, su dulzor correcto. Estar pero sin agobiar. Acercarse sin invadir. Abrazar sin asfixiar. 
Abrir la ventana sabiendo que su vuelo retornará siempre a nosotros con la libertad magnífica de querer hacerlo.