He acabado de leer un libro muy
singular: “La prueba del cielo” (Eben Alexander). Una historia real narrada
desde la sensación viva de haber accedido al otro lado del velo; de haber
estado en espacios y tiempos sin dimensiones y donde seguramente, este neurocirujano
agnóstico, nunca pensó estar.
Su última parte contiene este escrito
que me ha conmovido.
Comparto con vosotros esta emoción aún
presente.
________________________________________________________
“…Cuando
mañana comience sin mí y yo no esté aquí para verlo, si el Sol se alzase y
encontrase tus ojos rebosantes de lágrimas por mí; ojalá no llores como has
llorado hoy, al pensar en las muchas cosas que no llegamos a decirnos.
Sé lo mucho que me quieres, tanto como te quiero yo a ti, y sé que cada vez que
pienses en mí también tú me echarás de menos; pero cuando mañana comience sin
mí, intenta entender, por favor, que vino un ángel y me llamó por mi
nombre, y me tomó de la mano y dijo que me esperaba mi sitio en el
cielo, en lo alto y que tenía que dejar atrás a todos los que tanto amo. Pero
al volverme para marchar se me escapó una lágrima porque siempre había pensado
que no quería morir. Tenía tanto por lo que vivir, tantas cosas aún por hacer,
que parecía casi algo imposible que estuviera abandonándote.
Me acordé de todos los días
de ayer,
los buenos y los malos, de los pensamientos y el amor que compartimos,
de lo mucho que nos reímos. Si pudiera revivir el ayer, aunque sólo
fuese un momento, te diría adiós y te besaría y quizá te viese sonreír.
Pero entonces me di cuenta de que esto nunca podrá ser, porque el
vacío y los recuerdos ocuparían mi lugar. Y cuando pensé en las cosas
del mundo que podría extrañar al llegar mañana, me acordé de ti y al
hacerlo mi corazón se llenó de pesar. Pero al cruzar las puertas del
cielo me sentí en casa, al ver que Dios me miraba y me sonreía desde su
gran trono dorado y me decía: «He aquí la eternidad, y todo lo que te
había prometido. Hoy tu vida en la Tierra es cosa del pasado pero aquí
comienza de nuevo.
No
te prometo un mañana,
porque hoy durará eternamente, y como todos los días serán el mismo,
no habrá nostalgia por el pasado. Has tenido tanta fe, tanta
confianza, tanta fidelidad... Aunque hubo veces en que hiciste algunas
cosas que sabías que no debías. Pero te he perdonado y ahora al fin eres libre.
¿No quieres venir, cogerme de la mano y compartir mi vida?».
Así que cuando mañana comience sin mí no creas que estaremos muy
lejos porque cada vez que me recuerdes estaré ahí mismo, en tu corazón.