17_05_2015
.-Owen,
es tu hermano.-Palidecí al instante. ¿Tenía un hermano?, ¿qué hacía allí?¿quién
era realmente aquella mujer?. No comprendía nada. Lo que si sabía es que aquel
día cambiaría mi vida.
.-¡Tócalo!.
¿No quieres acariciar la piel que lleva tu misma sangre?.- Aquel mandato
malévolo me empujó a correr a lo largo
del pasillo buscando la puerta de salida. Cuando creí haberla alcanzado allí
estaba él. Firme guardián de una fortaleza siniestra que guardaba tantos
secretos.
.-
¿A dónde crees que vas?. Pobre muchacho. Mi mujer es un poco brusca. No te
asustes. Yo te contaré toda la historia… Mientras decía esto empuñaba un
cinturón de piel con una enorme hebilla plateada.
No sabía qué hacer. Miré a mí alrededor y
solamente vi abierto un pequeño boquete en una puerta por el que seguramente
pasaban los gatos.
Era
una portezuela estrecha de madera carcomida y su hoja desgastada. En ella,
había múltiples arañazos que la hacían aún más débil. Corrí hacia allí y al
abrirla me encontré con unas empinadas escaleras que bajaban hacia una
indefinida oscuridad donde se perdían.
No
lo pensé y bajé apresuradamente al fondo de aquella caverna que me esperaba
incierta.
.-¡Ven
aquí estúpido niño! No te escaparás!.-La voz de la bibliotecaria parecía
seguirme pero algo la detuvo.
.-¡No!.
¡ Déjale! Ahí está bien. Nos encargaremos más adelante. Tomemos el té ahora.-
No pude oír más. Cerraron con llave aquella angosta entrada al sótano quedando
rodeado de una infame oscuridad.
Al
principio no me atreví a moverme. Alargué mi mano con mucho cuidado a lo largo
del suelo. No parecía haber nada allí.
Decidí agacharme para reptar por él y dibujar en mi mente el plano de
aquel lugar que despedía un olor ácido y repugnante.
De
pronto mi brazo chocó con algo blando. Alargué mi mano y con sumo cuidado
comencé a tocar lo que parecía una tela. No veía nada. El miedo congelaba mis
entrañas.
Avancé
lentamente hacia arriba y grite al instante. ¡ Dios mío estaba tocando algo
parecido a un trozo de pelo.!.
Comencé
a temblar. Tal vez mi amigo tenía razón.
Posiblemente aquella casa encerraba
cientos de niños desparecidos y con ellos, devoraba también sus historias como
alimento constante.
.-¡Oh
no!...se mueve!. No podía contener las lágrimas y comencé a gritar
desaforadamente!. Nadie vino en mi busca y aquella cosa comenzó a moverse
emitiendo unos sonidos agudos que chirriaban en mis oídos.
Subí
al escalera rápidamente pero lo que fuese aquello iba tras de mí. Mientras
golpeaba fuertemente la puerta algo comenzó a morder mis pantalones. Sacudía
mis piernas como si se tratase de baile diabólico.
Aquello
se había pegado a la pata de mi pantalón y se volteaba con el vaivén de las
sacudidas de mis extremidades.
.-¡Por
dios abridme la puerta!. ¡Socorro, por caridad!. A lo lejos se oía la animada
charla del viejo matrimonio que seguramente no estaba dispuesto a ahorrarme
ningún sufrimiento. (…)
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