Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 10 de mayo de 2015

VIAJE A ÍTACA (Relato)



(...) A las seis de la tarde estaba tocando aquel timbre de sonido ronco que anunciaba mi llegada. Salió a recibirme un hombre calvo cuya nariz sujetaba unas diminutas gafas en su punta.
.-Supongo que serás Owen.

.-Sí, así es.-dije con una voz apenas imperceptible.- Pasa. Te estábamos esperando.- En realidad, no sabía por qué había ido. Posiblemente porque el deseo de saber algo acerca de mis padres me había llevado de la mano hasta allí. O tal vez podría ser una trampa miserable de aquel siniestro matrimonio del que nada se conocía. (…)


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10_05_2015

Pasé lentamente a la enorme entrada que daba acceso al despacho del Sr. Brian. Aquella casa tenía un olor a madera vieja que impregnaba todo el ambiente. Ni un pequeño sonido rompía el tedioso ruido del silencio.

De pronto, unas fuertes pisadas procedentes del primer piso recalaron la escalera de caracol que se proyectaba aceleradamente en el interior de aquella antesala en la que me encontraba.

Era ella. Parecía una sombra alargada y sinuosa recorriendo la escalera con la ligereza de un rastro de humo.

.- Owen, mi querido niño. ¡Has llegado por fin!.-Estaba asustado e inmóvil. Presa del pánico. No podía imaginar qué querría aquel viejo matrimonio de mí. Tampoco suponía lo que iban a decirme de mis padres, a los que nunca conocí.

.- Ven conmigo te enseñaré algo.- Muy despacio fui siguiéndola por las habitaciones de aquel viejo caserón. A lo largo de aquellas paredes pendían cuadro, fotos y objetos antiguos entre los que puede reconocer uno que ya había visto antes. Se trataba de una bella mujer con un niño en brazos. Los rasgos de su cara me recordaban a mí mismo. Me detuve ante ella. 

Stella continuó caminando hacia la habitación del fondo. A cierta altura miró hacia atrás viéndome clavado en aquella foto.

.-Owen ven aquí, deprisa. Ya te explicaré más tarde.- Seguí apresuradamente hasta llegar a su altura. Nos detuvimos frente a una puerta cerrada. Metió su mano en un bolso que se escondía por debajo de su falda y sacó una llave diminuta con la que removió aquella cerradura. Lentamente abrió la hoja de la puerta, con sumo cuidado. Al fondo, cerca de la ventana yacía en una cama un joven aproximadamente de mi edad. 

Nos acercamos despacio. Al llegar a su altura el muchacho abrió los ojos que parecían clavarse en el techo.

.-No puede vernos, dijo la bibliotecaria. Tampoco puede moverse.- Le miré detenidamente. Me causó una inmensa pena.

.-Owen, es tu hermano.-Palidecí al instante. ¿Tenía un hermano?, ¿qué hacía allí?¿quién era realmente aquella mujer?. No comprendía nada. Lo que si sabía es que aquel día cambiaría mi vida (…)



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