(...) A
las seis de la tarde estaba tocando aquel timbre de sonido ronco que anunciaba
mi llegada. Salió a recibirme un hombre calvo cuya nariz sujetaba unas
diminutas gafas en su punta.
.-Supongo
que serás Owen.
.-Sí,
así es.-dije con una voz apenas imperceptible.- Pasa. Te estábamos esperando.-
En realidad, no sabía por qué había ido. Posiblemente porque el deseo de saber
algo acerca de mis padres me había llevado de la mano hasta allí. O tal vez
podría ser una trampa miserable de aquel siniestro matrimonio del que nada se
conocía. (…)
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10_05_2015
Pasé
lentamente a la enorme entrada que daba acceso al despacho del Sr. Brian.
Aquella casa tenía un olor a madera vieja que impregnaba todo el ambiente. Ni
un pequeño sonido rompía el tedioso ruido del silencio.
De
pronto, unas fuertes pisadas procedentes del primer piso recalaron la escalera
de caracol que se proyectaba aceleradamente en el interior de aquella antesala
en la que me encontraba.
Era
ella. Parecía una sombra alargada y sinuosa recorriendo la escalera con la
ligereza de un rastro de humo.
.-
Owen, mi querido niño. ¡Has llegado por fin!.-Estaba asustado e inmóvil. Presa
del pánico. No podía imaginar qué querría aquel viejo matrimonio de mí. Tampoco
suponía lo que iban a decirme de mis padres, a los que nunca conocí.
.-
Ven conmigo te enseñaré algo.- Muy despacio fui siguiéndola por las
habitaciones de aquel viejo caserón. A lo largo de aquellas paredes pendían
cuadro, fotos y objetos antiguos entre los que puede reconocer uno que ya había visto
antes. Se trataba de una bella mujer con un niño en brazos. Los rasgos de su
cara me recordaban a mí mismo. Me detuve ante ella.
Stella continuó caminando
hacia la habitación del fondo. A cierta altura miró hacia atrás viéndome
clavado en aquella foto.
.-Owen
ven aquí, deprisa. Ya te explicaré más tarde.- Seguí apresuradamente hasta
llegar a su altura. Nos detuvimos frente a una puerta cerrada. Metió su mano en
un bolso que se escondía por debajo de su falda y sacó una llave diminuta con
la que removió aquella cerradura. Lentamente abrió la hoja de la puerta, con
sumo cuidado. Al fondo, cerca de la ventana yacía en una cama un joven
aproximadamente de mi edad.
Nos
acercamos despacio. Al llegar a su altura el muchacho abrió los ojos que
parecían clavarse en el techo.
.-No
puede vernos, dijo la bibliotecaria. Tampoco puede moverse.- Le miré
detenidamente. Me causó una inmensa pena.
.-Owen,
es tu hermano.-Palidecí al instante. ¿Tenía un hermano?, ¿qué hacía allí?¿quién
era realmente aquella mujer?. No comprendía nada. Lo que si sabía es que aquel
día cambiaría mi vida (…)
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