Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 2 de junio de 2015

EL AQUI Y EL AHORA



Está de moda y lo está, decir esto, porque los dos vocablos, ni más ni menos, responden a una necesidad. 

Centrarse en el instante presente. Esa es la mejor forma de eliminar la depresión que puede causar el pasado o la ansiedad que se liga al futuro.

Estar consciente de ti mismo, fijarte en el instante, en lo que sucede en este momento, en tu cuerpo y sus sensaciones, en la vida que hay en él, en lo que acontece ya mismo.

No hay nada más, en realidad. Nadie nos despertamos pensando que en el día que amanece puede suceder que tengamos que decir adiós a lo que conocemos. La muerte siempre es de otros. 

A pesar de la losa tremenda que supone su existencia y de la definitiva sentencia que todos tenemos, es difícil que la imaginemos posible en el ahora. Siempre la destinamos a un futuro incierto y lejano en el que no queremos ni debemos pensar.

De todas las formas, tomar como núcleo el momento presente implica desvincularnos de todos los dolores que la mente rememora continuamente del pasado. Supone estar abierto a lo que el instante nos ofrece y recoger la cosecha que vamos sembrando ahí mismo.

Cuando la situación es desesperada, cuando no tenemos nada más que lo que vivimos en ese segundo de vida, entonces, en ese momento no hay nada más.

Tu vida está donde está tu cuerpo. Tu alma está donde está tu afecto. Y ahí, en ese preciso momento surge la explosión de estar bien sin nada más.

Nos bastamos a nosotros mismos. Nuestra vida incluye a tantas otras que sin ninguna las contenemos todas. 

En realidad, se produce algo paradójico. Nunca estamos solos y por otra parte, siempre lo estamos.

En la unicidad del ser que nos constituye, todo está con nosotros. Siempre. Aún estando en soledad.

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