La
energía del amor es una fuente universal de la que estamos más cerca o más
lejos, según en qué momentos.
Cuando
amamos, cuando estamos alineados con la fuerza del sentir positivo y bondadoso,
cuando queremos “querer” entonces estamos dispuestos a encontrar una forma
física que encarne el amor y ella llega hasta nosotros.
Vivimos
esos momentos de amor con una persona y en función de la evolución de cada uno
será posible desarrollarlo en el tiempo o no.
Cuando
alguien te deja, o tú dejas a alguien, es porque en realidad no se está en la
misma sintonía. No se vibra en la misma frecuencia y los hilos que enlazan el
corazón se separan.
A
veces, echamos la culpa a esta o aquella circunstancia, pero por debajo de todo,
de cualquier error, subyace la verdadera realidad y es que ya la otra persona
no puede mejorarte más, no puedes avanzar más con lo que ella te aporta o al
contrario.
Nada
pasa porque sí, y lo que es propio para que en un momento de nuestra vida
cumplamos etapas, se manifiesta y se vive; cuando deja de tener ese propósito,
el universo se las arregla para alejarlo de ti.
Estar
cerca de la fuente universal del amor equivale a amarnos a nosotros mismos y a
respetarnos para que nos respeten.
Se
trata sobre todo de aprender a ser compasivos sin caer en la inocencia, a dar
pero sin que nos utilicen, a amar pero sin permitir que abusen de nuestro
corazón, a confiar pero sin ser ingenuo, a escuchar pero sin perder la voz.
La
energía del amor, cuando está cerca, nos ayuda a encontrar quien vibre en la
misma frecuencia, quien merezca nuestra forma incondicional de entregarnos a
los límites que siempre han de estar y sobre todo a seguir nuestra evolución
sin frenar la del otro, ni que la suya anule la que nos es propia.
Todo
está bien. Estamos en el lugar que nos corresponde por el mérito de nuestra
propia alma.
El
resto no nos corresponde a nosotros. No nos preocupemos por ello.
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