Me
encantó su lectura. Me gusta mucho como escribe este autor, pensador,
presentador, crítico, jurado…y sobre todo alma dolida, doliente y dual.
Capaz
de superarse a sí mismo hasta el infinito. Lleno de una vista que lo ve todo y
dotado del don de contarlo llegando al corazón.
Será
por este tiempo que llevo con el dolor a cuestas que me ha costado tan poco entender este
artículo, será que a todos nos ha pasado sufrir por amor, desamor e intramor.
Será que la locura supera la razón cuando los sentimientos aprietan la garganta
y hacen un nudo en el corazón. Será que necesito reposar el alma en la almohada
de la serenidad. Por eso será que me parecen tan geniales estas reflexiones.
Aquí
las comparto.
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“Lo
que duele no es el dolor. El dolor es sólo
una consecuencia. El efecto secundario de algo que nos hizo sufrir y que todavía
hoy sigue haciéndolo.
Me gustaría
que esto que tanto duele fuese lo que me aplasta el pecho y me araña
las vísceras y el corazón.
Esto que se puede paliar poco a poco, con consejos, amigos, medicamentos,
horas, sobremesas y tazas de té.
Pero algo me dice que no. Que lo que duele no es el dolor. (…)
Lo que duele no es el dolor. Lo que duele es recoger los pedazos de
quien se queda. No saber consolar a quien más quieres en este mundo. Tratar de estirarle los labios. Con una
broma, un chascarrillo, una tontería. Fracasar.
Lo que duele no es el dolor. Lo que duele es la distancia. Este
saberse lejos de ti, este llevarte conmigo, ese llevarme contigo y aún así, ser incapaces de
llevarnos más
(…)
Lo que duele no es el dolor. Lo que duele es no saber volverlo a
intentar. Matar el nervio y dejar que se desangre la encía. Hablarlo tantas
veces y acabarlas todas en ese silencio de punto final. Darnos por imposible.
Constatar nuestra propia incompetencia. Seguir doliéndonos. Seguir mal.
Lo que duele no es el dolor. Es todo lo que dejamos atrás. El remolque
desbocado de los recuerdos que nos perseguía al mismo ritmo y velocidad. Ahora sólo sabemos que le ha
fallado el enganche, los frenos y no tenemos ni idea de en qué momento nos va a
atropellar. Ni con qué.
Lo que duele no es ni siquiera llorar. Lo que duele es tener tantas
razones para tener que hacerlo. Es esta maldita sequía de lágrimas.
(…)
Lo que duele no es el
dolor.
Porque el dolor es
esto que me viene aquí y ahora.
Lo que más duele es todo lo que
vendrá.”
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