Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 6 de agosto de 2015

CUANDO SE APAGA LA LUZ



Hay un momento especial en el día: cuando se apaga la luz. Es ese momento delicado, lleno de oscuridad y vacío donde de pronto los pensamientos más oscuros saltan cabalgando sobre nosotros.

Hay personas que hacen, en ese instante, un repaso del día.  Una especie de acto de contrición, de autoreflexión sobre lo que ha sucedido, de cómo nos hemos comportado o de cómo hemos dejado que se comporten los demás.

A veces, en ese tiempo, nos revelamos como los más estúpidos del universo. Hemos dejado pasar delante de nosotros, traiciones, mentiras, sagacidades y comportamientos resbaladizos que nos definen como tales.

Otras veces seremos nosotros los vencedores. Los que hayamos estado atinados en el éxito o los que hayamos sometido a otros en la conquista.

De cualquier modo, el momento de apagar la luz siempre crea otro espacio e incluso otro tiempo. Pasado y presente se mezclan con la mirada puesta en un futuro que siempre parece incierto.

Los problemas se agrandan, las dudas crecen, los fantasmas aparecen y aquello que nunca ha estado resuelto se fija en la mente de forma recurrente rondándonos sin cesar.

Lo mejor sería poner a estos enemigos sentados enfrente y conversar con ellos. Nada tan grande que no pueda resolverse, ni tan pequeño que no tenga importancia. Pero siempre y por encima de todo está la voluntad de actuar como uno quiera, a pesar de todo. 

En definitiva, lo que no sepamos resolver nosotros, la vida lo hará. De cualquier forma, pero lo hará.

Apagar la luz debería suponer una oportunidad para estar a solas no con nuestras sombras, sino con nuestras luces. No con nuestros sufrimientos, sino con los gozos aunque sean pasados. No con el temor, sino con la esperanza y la fe en que en la vida todo son ciclos. Creer en que los tiempos malos también pasan y que a todos nos toca una recompensa que si aún no ha llegado, lo hará.

Apagar la luz supondrá, desde hoy, entrar en lo mejor nuestro y abrazarnos con fuerza a ello para dormir tranquilos.

La esperanza por almohada y como colchón todo el amor que nos constituye. ¡Que no es poco!








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