DOMINGO
ANTERIOR
Llegaron
hasta la máquina de café del final del pasillo. La cafetería no estaba abierta.
Owen sacó dos cafés mientras la mujer china se sentaba en unas butacas dejando
reposar su cansancio.
.-
Swa, la vida no me ha tratado bien. No he sido feliz. Nunca. Ni siquiera sé que
se siente junto al amor. –Ella no dijo nada. Simplemente alargó su mano para
recoger el café y rozar discretamente la piel de aquel hombre atormentado.
Una
vez sentado junto a ella, Swa se acercó de forma que la cabeza de Owen pudiese
reposar sobre su hombro.
.-No
digas nada. Descansa sobre mí. Tenemos el resto de la vida para cambiar el
recuerdo de lo que te hizo daño. No te preocupes amor..- Owen se levantó
alterado y confuso.
.-¿Amor?. No te conozco de nada. ¿Cómo puedes
llamarme amor?. ¡Lo has estropeado todo!. ¿Qué es lo que quieres de mi?...- De
repente estrelló el café contra el suelo y se refugió en una de las paredes de
enfrente dando la espalda a la mujer y golpeando su cabeza contra ella. (…)
Domingo,
27 de septiembre de 2015
…
La mujer china le miró compasiva. Se acababa de dar cuenta de la gran necesidad
que Owen tenía de ser ayudado. Sin duda, era ella la que mejor podía
ofrecérsela. Sabía lo que significaba estar en el infierno y sentirse atrapado
por él.
Swa
había conocido al padre de Liu en un Congreso dedicado al estudio y mejora del
Medio Ambiente. El que más tarde sería su marido, ejercía como político
representante del área ecologista en su país.
Le
había encantado su voz. Profunda, serena y apacible. Melódica y envolvente.
Afectada de un peculiar tono que invitaba a la calidez más tierna.
Tenía
una mirada sagaz llena de prometedores augurios que hizo muy sencilla la
complicidad entre ambos.
Swa
organizaba eventos de alto nivel. En aquella ocasión Stella, la directora del
acto, no pudo hacerse cargo de su organización. Mientras preparaba los últimos
detalles, alguien le susurró por detrás.
.-
Nunca imaginé que una espalda fuese tan hermosa.-Aquel comentario había llamado
su atención. Se volvió hacia él. En aquel momento, encontró una mirada llena de
deseo y una maravillosa intención de hacer de aquel instante el comienzo de un
gran amor.
Al
igual que ahora, nunca pudo imaginar que el dulce inicio terminaría en el mayor
de los avernos.
Steven
parecía un ser maravilloso. Y lo fue durante algún tiempo. Sin embargo, una
locura oculta y transformada en diplomática cortesía había desencadenado el
caos en el que había nacido Liu.
Sabía
cómo tratar estas situaciones.
Se
acercó a Owen y apoyó la cabeza sobre su espalda. Cerró los ojos mientras dijo
en voz baja.
.-Lo
siento Owen. Nunca quise ofenderte. –Owen dejó de golpear su cabeza contra la
pared para quedarse inmóvil.
Despacio, se dio la vuelta y se abrazó a la menuda
mujer, llorando.
.-No
sé que me ha pasado. Lo siento Swa, lo siento tanto!. Perdóname, por favor.
Perdóname.-La mujer le abrazó con toda la ternura de la que fue capaz. Le miró
a los ojos y le sonrió llena de un maternal sentimiento que calmó el arrebato
del psiquiatra.
Los
ojos de Owen eran un manantial imparable de lágrimas amargas. Llenas de
impotencia ante su situación desvalida.
Invadidas de súplica, resbalaban raudas
por sus mejillas implorando ayuda. No podía resistir más aquel tormento que se
ceñía a sus recuerdos. Algo debía pasar para que aquella tortura cesase.
Había
recurrido tantas veces a amores de plástico que estaba demasiado cansado para
aquel nuevo comienzo.
Tenía
miedo. Esa parálisis le había hecho perder el control.
Ella
le tomó de la mano, cogió su bolso y marcharon caminando muy lentamente a
través del inhóspito pasillo.
De
nuevo se repetía la historia pero en esta ocasión, Owen nada tenía que ver con
Steven. Él necesitaba tanto amor que seguramente cualquier forma en la que lo
recibiese sería bienvenida.
El
que había sido marido de Swa la había sometido a una auténtica tortura
psicológica de la que había salido fortalecida.
Ahora
sabía que podría con este nuevo reto. Es más, estaba deseosa de entregar todo
su amor a un hombre que lo necesitaba tanto y que movía su compasión de aquella
forma tan deliciosamente tierna.
Owen,
con la mirada perdida, apretaba cada vez más fuerte la mano de la mujer hasta
el punto de hacerle daño. Ella no protestó. Sin decir nada, soltó la mano del
doctor y le cogió el brazo para sujetar el tambaleo de su paso.
Súbitamente
Owen se desplomó. (…)
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