Domingo
anterior
El
doctor comenzó a sentir un desasosiego interno que quiso controlar levantándose
para saludarle a una distancia más corta.
Rodeó la mesa y se acercó alargando la mano.
El
hombre no se inmutó.
Owen
sintió como un calor insoportable le
invadía la cara por completo. Súbitamente, notó como la mirada de la
acompañante de su paciente se fijó en ello.
Tenía
que saber controlar esta situación. Sus piernas flaqueaban. Un desvanecimiento
súbito pareció invadirle.
Debía
ser fuerte. El mundo vacío del Sr. Henry no contenía saludos, ni rostros, ni
siquiera la leve sensación de ridículo que acompañaba a su hierática figura.
De
repente Owen se sorprendió a sí mismo envolviendo la estancia con una voz ronca
y contundente.
.-
¡!Siénteseeee…!.- Mientras empujaba con fuerza el hombro de su paciente hacia
abajo”. (…)
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25_10_2015
Relato
del Domingo
Se
produjo un silencio sepulcral. Nadie se atrevió a enunciar la primera palabra.
El psiquiatra, azarado y sudoroso volvió a su asiento detrás de la mesa. Era
como si ella le sirviese de escudo defensivo. Colocó su corbata, se reajusto
los puños de a camisa y aclaró su voz con unos breves carraspeos.
Aquella
cara le era familiar. No podía saber por qué el hombre que tenía frente a sí no
despertaba en él compasión sino repelencia.
La
mujer que le acompañaba comenzó a mover sus dedos sobre la mesa en señal de
reclamo. No se atrevía a comenzar la conversación ante la intervención brusca e
inesperada del doctor, pero quería irse lo antes posible de allí y dejar al
anciano en su residencia para librarse de él.
.-
Bien.- dijo Owen con cierto desconcierto dirigiéndose a ella.- ¿ El sr. Henry
ha experimentado alguna mejoría en los últimos días?.- lo dijo con rapidez y
sin mirar a los ojos al paciente.
.-No
señor. Ninguna. Sigue confundiendo a las personas y no se reconoce en el
espejo. Cuando se ve en él quiere romperlo pensando, seguramente, que alguien
le mira y le amenaza.
.-
Uhmmm!.- Owen colocó el bolígrafo entre sus labios y lanzó una posibilidad que
pareció no gustarle a la mujer.- Tal vez se reconoce y no quiere verse.- Este
comentario pareció molestarla.
.-
No se reconoce. Lo sé muy bien. A mi misma me tiene por otra.
.-¿Y
cómo le llama?.
.-
Stella. Sí ese es el nombre.- Owen palideció al oírlo. De pronto, aquella
bibliotecaria, que había destrozado su vida, volvía a su retina tan nítida como repugnante.
Se
levantó súbitamente para pedir a Swa que le dijese el apellido del paciente.
Ella advirtió al instante la turbación de Owen y se apresuró a consultar el
ordenador.
El
doctor se desplomó en el sofá de la sala de acceso a su despacho incapaz de
volver a él. Estaba allí frente al hombre que había ayudado a aquella
inexpugnable mujer a hacer tanto daño a los compañeros de aquel internado y así
mismo. Era él, no había duda.
.-
¿Qué sucede Owen? ¿Quién es?.- El psiquiatra guardó silencio por un instante.
Se frotó los ojos y se levantó depositando un beso en el negro pelo de Swa.
Entró
nuevamente a su despacho con una fuerza más fingida que real.
.-Está
bien. Habrá que someterle a unas pruebas de diagnóstico profundo.
.-¿Quiere
decir usted que hemos de realizar pruebas médicas?.
.-Sí,
entre otras de tipo psicoanalítico. Es necesario conocer dónde se aloja la
lesión para tratar de mejorar su funcionalidad.- Owen se sorprendía a sí mismo
tapando con tecnicismos su debilitada voluntad para seguir allí.
El
paciente había clavado su mirada perdida en el doctor. Inmóvil mantenía un
gesto dañino en su ceño fruncido. Era como si realmente reconociese en Owen la
oscura etapa en la que habían protagonizado semejantes desmanes. Y lo hacía
hieráticamente.
Como si una sonrisa fría se hubiese encajado en su boca para
demostrarle que no había asomo de arrepentimiento en él.
Owen,
no podía seguir sus impulsos, que le hubiesen llevado a agredir mortalmente a
aquel hombre cuyas evocaciones le colocaban muy cerca de la locura, pero de
alguna forma se regocijo en la idea de la venganza.
Por
él…por todos los que habían sufrido de aquel modo. (…)
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