Mucho
se aprende observando, procesando y callando. De este modo, sin adelantarse,
sin sobresaltos, sin precipitaciones y sin impulsividad no te haces
descafeinado, sino que actúas inteligentemente.
Si
se aprende mucho observando a los demás y al entorno, ni que decir tiene lo que
conoceremos si los observados somos nosotros mismos.
Sería
estupendo que al cerrar los ojos por la noche pudiésemos ver el día que ha
pasado con todo nuestro movimiento en él. De acá para allá, subiendo y bajando.
Con prisas, hablando de más, escuchando poco y diciendo mucho.
Damos
mucha información gratuita incluso a los desconocidos. Recibimos una llamada de
teléfono y vamos por delante. Y qué podemos decir si la escena se define en un
encuentro. Antes de que la otra persona nos cuente sus dolencias estamos
nosotros abrumándola con las nuestras.
Sería
bueno escuchar más. A los demás y a uno mismo. Observar mejor y frenar los
impulsos que siempre toman caminos equivocados.
Se
habla de actuar con el corazón pero yo diría que no le vendría mal el tamiz de
la simple lógica.
A
nadie nos enseñan a vivir, ni a ser padre, ni hijos, ni amantes compañeros.
Esas cosas no se enseñan…y deberían ser las que ocuparan un lugar prioritario.
Es
cierto que nadie puede sentir por nosotros, ni siquiera imitar las emociones.
Es verdad que efectivamente, la experiencia de otro de poco nos vale pero igual
que se obliga a repetir las lecciones podrían hacerse pequeños ensayos de vida
en las aulas.
Simular
problemas y posibles modos de resolverlos, representar dilemas en los que haya
emplear los valores para tomar posturas. Enseñar a decir no. Ejercitar la toma
de decisiones y mil y una habilidades emocionales más que deberían implicar
a los niños desde la infancia más
tierna. Porque al fin y al cabo, la vida se resume en eso, en emociones. Todo
lo que nos pasa nos provoca una reacción emocional y para eso nadie nos
prepara.
Observarnos
más y mejor puede ser un camino que nos ayude a mirar y a ver. Como siempre,
más tarde habrá que pulsar el botón de actuar pero que al hacerlo podamos
elegir comportamientos que nos instalen en el equilibrio y no en el descontrol.
Esa
es al menos, una de mis aspiraciones más preciadas.
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