Todo
el mundo ha perdido algún ser querido alguna vez. Ahora, tal vez, notamos más
su ausencia.
Días donde el amor quiere propagarse
de boca en boca, donde la felicidad parece una obligación, dónde luces y brillos
anuncian las oscuridades del alma de aquellos que recientemente han tenido que decir adiós muy a su pesar.
¿Cómo
será la Navidad del otro lado?, ¿podrán vernos?. ¿Sentir aún con nosotros y por
nosotros? O ¿simplemente es una idea en nuestra mente que quiere quedarse ahí
porque nos hace sentir bien?.
La
Navidad es una sensación. A veces y para muchos, no tan buena. Es un tiempo de
recuerdos, de sensaciones de ausencias, de sillas vacías y de voces que querríamos
volver a escuchar. De abrazos que no tenemos, de besos que se esfumaron, de
ritos, costumbres y palabras que fueron de ellos y sólo de ellos.
Por
esa gente cercana y conocida, familia, amigos, vecinos o compañeros que se han
ido. Por la gente lejana y desconocida. Porque todos somos uno y algún día,
alguna vez lo entenderemos. Por lo que nos dejaron aquí a través nuestro. Por su paso y sus huellas. Por esa
sensación íntima de tenerlos cerca cuando los añoramos.
Por
la Navidad que se estrena cada vez que uno de ellos llega directo de nuestra
mente a nuestro corazón.
Por
ti, que seguro tienes tu propio templo. Por mí, que no olvido. Por todos y por
más.
Hoy
es su día también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario