Según
William James, el ser humano necesita 21 días para cambiar un hábito.
Este
psicólogo moderno establece tres anclajes
principales para lograrlo.
1.
DETERMINACIÓN:
para que organicemos nuestra vida de acuerdo al hábito que queramos adquirir o
lo que es lo mismo, para favorecer el ambiente del que queramos expulsar.
2.
DISCIPLINA:
para superar la tentación de caer en aquello que deseamos dejar. Por ello no
hay que permitirnos ninguna excepción hasta que la nueva forma de actuar esté implantada
en nuestra vida. “El deseo muere de hambre si no se le alimenta”.
3.
INICIATIVA:
No dejarnos llevar por las circunstancias, protagonizar un papel activo y
aprovechar la mínima oportunidad para actuar de acuerdo a los cambios que
deseemos secundar.
Parece
muy sencillo, de este modo planteado, pero la práctica es otra cosa, la vida es
otra dimensión.
Uno
se instala en la comodidad de lo conocido aunque no de buenos resultados. Nos
parece que seguir haciendo “lo de siempre” a lo sumo nos mantendrá en un nivel
de “desgracia” manejable que ya tenemos asumido y que si bien no nos alegra la
vida al menos nos permite saber el límite de la insatisfacción.
Tememos
cambiar. De trabajo, de pareja, de ciudad, de casa… a veces tememos cambiar
hasta con las cosas mínimas: el peinado, la forma de vestirnos o la de
someternos a los ritos de turno que todos tenemos al acostarnos o al iniciar el
día.
Hay
veces que el cambio debería estar obligado. Nos limitamos, nos restamos
posibilidades de felicidad, nos reducimos el campo de satisfacción, nos
obligamos a los mismos resultados tras las mismas acciones.
Si
estamos pensando en cambiar algo de nuestra vida, de su ritmo, de su contenido,
de su dinámica…tal vez lo único que nos asegure la victoria contra nuestro
inmovilismo sea “actuar”; paso a paso, día a día, segundo a segundo porque el
misterio de todo radica en la magia que se crea cuando entramos en acción,
entonces no hay lugar para la queja, para el lamento o para querer volver atrás
porque una vez que se comienza un itinerario no hay camino de regreso.
Me
lo estoy diciendo a mí misma en voz alta.