Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 6 de marzo de 2015

LO HAGO POR TI



Ayer me dijo una amiga que le habían dicho esta frase. Tan corta. Tan bondadosa. Tan llena de buena intención para que la otra persona se sienta bien. 

A pesar de estas delicadas intenciones, a ella no fue lo que más me hubiese gustado escuchar. En cuestión de afecto, todo debe hacerse por uno mismo porque es la única forma de que sea duradero, de que se siga en la brecha y de que se perpetúe  el motivo que lleva al empeño.

Le hubiese gustado oír. Lo hago por mí. Por mis propias ganas de satisfacer la necesidad que siento de ti o el deseo de sentirte. Por mi afán de suplir la carestía de no tenerte. Por lo que me impulsa y me acerca a tu ser. Por todas las razones que mueven dentro de mí la imposible resolución de lo que eres.

Le hubiese gustado saber que no era la satisfacción de las expectativas de la otra persona la que le movió, sino el ímpetu que nace puro desde el corazón y que se desenvuelve raudo entre la conquista del deseo propio.

“Lo hago por ti”… le dejó un sabor con una pizca de amargo. Porque ella sabe que cuando hacemos algo por la otra persona y no por nosotros y nuestro propio arrebato, en cuestión de amor, un día…se terminará la fuente que mana en otro prado.

Ella quiere que los brotes partan del corazón de quien le ama. Que mamen inagotables  hasta que el jardín frondoso de los afectos brote insaciable y se ligue sin remedio al suyo.

“No lo hagas por mí, hazlo siempre por ti”.

 Esa, dice mi amiga, es la auténtica garantía de que su amor la ame por siempre. 

Estoy de acuerdo. Siempre. Con amores de todas las dimensiones y categorías. Con respecto a padres, con hijos, con amigos, con enemigos…con el amor y hasta con el odio.

jueves, 5 de marzo de 2015

EL AMOR, EL MIEDO Y EL ODIO


El amor es lo contrario al miedo, lo explica muy bien el maestro Osho: “El amor no es una relación. El amor es un estado; no tiene nada que ver con nadie más. Uno no se enamora, uno es amor. Por supuesto, si eres amor estás enamorado, pero ése es el resultado, la consecuencia, pero no el origen. El origen es que eres amor.


               ¿Quién puede ser amor? Evidentemente, si no eres consciente de quién eres, no podrás ser amor. Serás miedo. El miedo es exactamente lo contrario del amor. Recuerda que el odio no es lo contrario del amor, como la gente piensa. El odio es amor al revés, no es lo contrario del amor. Lo contrario del amor realmente es el miedo. Con el amor te expandes, con el miedo te encoges. Con el miedo te cierras, con el amor te abres. 

Con el miedo dudas, con el amor confías. Con el miedo te quedas en soledad. Con el amor desapareces; se desvanece la cuestión de la soledad. Si no existes, ¿cómo te puedes sentir solo? Entonces, estos árboles, los pájaros, las nubes, el sol y las estrellas están dentro de ti. El amor es cuando conoces tu cielo interno.


Los niños no tienen miedo; los niños nacen sin miedo. Si la sociedad puede ayudarles y apoyarles para que permanezcan sin miedo, si les ayuda a subirse a los árboles y a las montañas, y a nadar en el mar y los ríos —si la sociedad puede ayudarles con todos sus medios a ser aventureros, aventureros de lo desconocido, y si la sociedad puede provocar una búsqueda en vez de darles creencias muertas entonces, los niños se volverán grandes amantes, amantes de la vida. Ésta es la verdadera religión. No hay mayor religión que el amor.


          Aprende de las personas. No tengas miedo, la existencia no es tu enemigo. La existencia te cuida, la existencia está dispuesta a apoyarte de todas las formas posibles. Confía y empezarás a sentir un considerable aumento de energía. Esa energía es amor. Esa energía quiere bendecir a toda la existencia, porque cuando estás en esa energía te sientes bendecido. Y cuando uno se siente bendecido, ¿qué otra cosa puede hacer sino bendecir a toda la existencia?

                  El amor es un profundo deseo de bendecir a toda la existencia”.


Merce Catro Puigautora de los libros "Palabras que Consuelan" y  "Volver a Vivir"
 

miércoles, 4 de marzo de 2015

CARRETERA VACÍA



“…Caminaba con mi padre cuando se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó: "¿Oyes algo más que el cantar de los pájaros?" Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí: "Sí, es el ruido de una carreta." 

         "Eso es" - dijo mi padre - "Es una carreta vacía." Pregunté a mi padre: "¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos?" Entonces mi padre respondió: "Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía esté, mayor es el ruido que hace."

        Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y echando de menos a la gente; o a aquellos que no pueden estar sin el estímulo de un televisor o del móvil que impiden todo tipo de diálogo, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo: "Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace".


         Efectivamente, cuando hablamos demasiado observamos poco, decimos lo inconveniente, regalamos lo que debe estar dentro y nos equivocamos constantemente. Ruido y ruido vacío, la mayoría de las veces.

Nos empeñamos en escuchar para responder y no en oír para comprender al otro. Estamos deseando que alguien nos cuente sus penas para que sean trampolín de las nuestras. No dejamos a los sonidos del alrededor entrar en nosotros; atropellamos con nuestras ganas de ser considerados sobre todos las cosas y dejamos, poco a poco de escucharlo todo.

“Cuánto más vacía esté la carretera…más ruido hace”. 

No lo olvidemos.

martes, 3 de marzo de 2015

TÚ ERES EL ESPEJO



A veces me enredo en el pensamiento de si realmente lo que encuentro, a mi paso por la vida, es solamente un reflejo de mi misma. Es como si atrajese a lo que temo, a lo no que deseo, a lo que enjuicio; a aquello que le doy valor negativo o positivo.

Siempre me ha sorprendido y casi molestado, la reflexión acerca de que lo que rechazo, de aquello que me resulta repulsivo en otros solamente sea reflejo de lo que no acepto en mi interior y que forma parte de mi.

En la estructura profunda se esconden fantasmas que no reconocemos nuestros pero que, posiblemente, lo sean.
Hay que observarse. Hay que estudiarnos a nosotros mismos. Hay que prestar atención a las reacciones que tengamos sin avisar. Hay que repasar las lecciones que creemos aprendidas, porque tal vez no lo estén tanto.

Posiblemente, algún día nos sorprendamos a nosotros mismos contradiciéndonos frente a una misma cuestión. Incluso no podamos creer que somos la persona que está reaccionando como lo hacemos.

Este relato sufí aborda todo este mundo de opuestos que vive dentro de nosotros.
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- Había una vez un anciano que pasaba los días sentado junto a un pozo a la entrada de un pueblo. Un día pasó un joven se acercó y le preguntó lo siguiente: 

-Nunca he venido por estos lugares, ¿cómo son la gente de esta ciudad? 

El anciano le respondió con otra pregunta:
-¿Cómo eran los habitantes de la ciudad de donde vienes?
-Egoístas y malvados, por eso estoy contento de haber salido de allá. 

-Así son los habitantes de esta ciudad, -le respondió el anciano.
Un poco después, pasó otro joven, se acercó al anciano y le hizo la misma pregunta: 

-Voy llegando a este lugar, ¿cómo son los habitantes de esta ciudad?
El anciano le respondió de nuevo con la misma pregunta: 

-¿Cómo son los habitantes de la ciudad de donde vienes?
-Eran buenos y generosos, hospitalarios, honestos y trabajadores. Tenía tantos amigos que me ha costado mucho separarme de ellos.
-También los habitantes de esta ciudad son así, -respondió el anciano. 

Un hombre que había llevado sus animales a beber agua al pozo y que había escuchado la conversación, en cuanto el joven se alejó le dijo al anciano: 

-¿Cómo puedes dar dos respuestas completamente diferentes a la misma pregunta realizadas por dos personas? 

Mira -respondió el anciano-, cada persona lleva el universo en su corazón. Quien no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo encontrará aquí. En cambio, aquel que tenía amigos en su ciudad, también aquí encontrará amigos fieles y leales. Porque las personas son lo que encuentran en sí mismas, encuentran siempre lo que esperan encontrar.

lunes, 2 de marzo de 2015

MINUTO A MINUTO



Tengo que llegar a una zona de malestar especial para ver la vida minuto a minuto. Cuando esto pasa es como cuando el tiempo se detiene.  Yo misma me paro. Todo se interrumpe en mí. Es como si se produjese un cortocircuito y la energía se congelase de repente. 
Entonces el universo me evita y me da tiempo a que repose y me asiente.
Ayer comentaba con una amiga lo difícil que es vivir  el tiempo de enfermedad de un familiar directo. Los cambios que se producen en todos los miembros de la familia y la necesaria recolocación a la que obliga esta circunstancia.

Es un inestimable tiempo de aprendizaje, de comprensión de hechos pasados, de encuentros con uno mismo, de puesta a prueba de fortalezas y debilidades, de noches sin dormir y de lágrimas que ruedan sin dificultad en cualquier momento. Tiempo de encuentros y desencuentros. De seguridades y dudas. De cambios repentinos que nos balancean entre puntos equidistantes.

A pesar de todas las amarguras, es un tiempo fructífero porque sacude la comodidad y relativiza las preocupaciones por banalidades.  
Durante los períodos que nos deja la vida para la despedida de un ser querido, aprendemos a generar amor a marchas forzadas. Se requiere más carbón para que la máquina pueda correr más y llegar a tiempo de hacer saber a la otra persona todo lo que la quieres e incluso lo que la has querido sin saberlo y lo que la querrás a pesar de la ausencia.

Cuando la vida me ha puesto en un momento así, me he detenido sin remedio. Soy una persona práctica a pesar de mi corazón alado siempre dispuesto a manifestar su sensibilidad y sus ansias de amar. Como tal, en este tiempo “de otros”, en el que lo he pasado tan mal, he encontrado un camino, el de vivir minuto a minuto y en ese minuto gozar la presencia aún existente.

No podemos adelantar desgracias y las que llegan hay que ir viviéndolas a sorbos pequeños, muy pequeños; tan pequeños que no parezca a penas que lo son.

La mejor forma de ayudar al otro es estando presente, escuchando, dando amor, prestando tiempo, dedicando sonrisas, regalando caricias, besando esperanzas…aunque solamente éstas se reduzcan a estar un instante, unos minutos, un día más.

Si logramos este estado de equilibrio habremos conseguido dar lo mejor de nosotros en un tiempo tan difícil en el que cualquier pequeño detalle significa tanto.

Lo mejor, nunca  ayudamos sin ayudarnos.