Estoy convencida de que cuando decimos “no
puedo” o yo “eso no lo haría ni loco”, alguna constelación se alinea para ponernos
una prueba.
Si pensamos bien estaremos recordando,
seguramente, muchas ocasiones en las que nos hemos visto haciendo, diciendo o
admitiendo cosas que siempre dijimos que no haríamos.
Se trata de un reto. Una forma de
situarnos en límites que nunca imaginamos para nosotros pero sobre todo, es una especie de ensayo
para demostrarnos que somos capaces de eso y de más.
Mejor que negar lo que no sabemos que
podemos dar de nosotros mismos es, abrazar la idea desde un principio de que
nadie es superior a nadie y que efectivamente, podemos abarcar mucho más de lo que creemos.
Somos la punta de un iceberg. Hay un
mundo inconmensurable bajo nuestras creencias limitantes. Un mapa por
descubrir, una ruta que emprender, una aventura que comenzar a cada instante.
Es
muy gratificante ver que realmente “podemos hacerlo”, ser testigos de nuestro
propio triunfo y acariciar la copa del ganador una vez que hemos hecho el
esfuerzo de querer lograrlo.
En
realidad, no importa siquiera si hemos llegado a la meta o no. El premio está
ya en el camino, en el recorrido que hemos emprendido y en el propio esfuerzo
para tratar de alcanzarlo.
Borremos
de nuestra mente el “NO”.
El
cerebro no discrimina la intención. Nos cree a pies juntos, tanto en lo
afirmativo como en lo negativo y reacciona en consecuencia.
Cuando
tengamos la tentación de instalar una negativa en nuestra respuesta revisemos
la pregunta, las posibilidades y la voluntad.
Seguro
que nos asombraremos de los que somos capaces y de lo que podemos llegar a ser.