Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 5 de junio de 2015

EL AMOR NO ES SUFRIMIENTO



Nos han educado en la cultura del sufrimiento. Cuanto más sufres mejor eres y más desprendido estás de ti mismo en favor de los otros. 

El egoísmo es malo y la vida un valle de lágrimas. Mejor que otros te alaben que creer en uno mismo sin necesidad de que otros te valoren. Que hay que poner la otra mejilla y que el cielo es de quienes lo sufren todo aquí en la tierra.

Sin duda, nos hemos deformado con estas creencias limitantes. Necesitamos pensamientos poderosos que nos saquen de este estado de estupidez que luego llevamos a todos los sitios.
El peor lugar para desarrollar esta personalidad sumisa y permisiva es el amor.

Cuanto más te quieren más te harán llorar. Refranes, expresiones y pensamientos que nos han ubicado en las antípodas de lo que debe ser el amor y las relaciones sanas y gratificantes.
No es normal hacer de una relación afectiva un estilo de vida donde el sufrimiento sea la principal característica. Con el amor duro y crudo no basta.

Es muy fácil llenarse la boca de “te quieros”, de frases vacías en las que el tremendismo marca una falsa seguridad que cae a la primera de cambio: “eres mi vida entera”, “sin ti no puedo vivir”, “nunca habrá nadie más que tú”, “aquí se terminó todo”… pero el amor maduro, el amor sólido, el que se construye día a día con dedicación y esmero tiene una trama tan bien urdida que no deja espacios a la duda, la indiferencia o la inseguridad.

Esa es la verdadera base sólida del sentimiento. Porque al final de todo, la clave del éxito en el amor no está en cuánto te amen, sino en cómo lo hagan.

Las mujeres solemos ser seres cuyo principal canal de información, para interpretar más tarde, es la escucha. Un buen orador nos cautiva. Un charlatán con estilo también. Pero eso solamente es en un principio porque pronto te das cuenta de que si tienes que anularte o destruirte para que tu pareja sea feliz, estás con la persona equivocada.

¿De qué te sirve que te endulcen los oídos si te amargan la vida?.

Recuerda: el amor de tu vida ERES TÚ. El otro amor será hasta que termine el amor.

Por todo ello, estoy segura de que la vida de cada uno no cambia cuando algo pasa; cambia cuando cada uno decide el cambio.

jueves, 4 de junio de 2015

MADUREZ EMOCIONAL



“Madurez es lo que alcanzo cuando ya no tengo necesidad de juzgar ni culpar a nada ni a nadie de lo que me sucede.”
Anthony de Mello

¡Me ha gustado mucho, lo comparto para comenzar con fuerza el día!

________________________________________________________________________ 

La madurez se asocia, generalmente, a la edad cronológica y a los años de experiencia en la vida. Sin embargo, cuando se trata de madurez emocional, la edad puede tener poco que ver en esto.

Madurar significa entender que entender que ha llegado ese punto de la vida en el que comprendes que no puede haber un amor más poderoso QUE EL AMOR PROPIO.

Significa que has aprendido a aceptar lo que viene y a fluir ante la vida.

Como es obvio, la madurez emocional no surge de la nada, sino que requiere de trabajo, de esfuerzo, de voluntad y de ganas de mirar en nuestro interior. Porque no solo es tener la cabeza amueblada, sino también el corazón. A continuación os indicamos Características de las personas emocionalmente maduras:

  Saben decir adiós.
Hay que entender que la mayor parte de nosotros tenemos miedo a las alturas, sobre todo cuando son emocionales. Por eso, es natural que tengamos vértigo cuando se trata de soltar las cuerdas y dejar que la vida fluya.

Pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor hace que, como se suele decir, nos duela el alma. Nos impide soltar, dejar ir. Y nos sume en el pánico a un abismo que nuestros ojos se empeñan en ver demasiado profundo.

Las personas emocionalmente maduras saben que la vida es mucho mejor si se vive en libertad. Así que, dejan marchar lo que ya no les pertenece, pues comprenden que mirar al pasado nos impide cerrar etapas y cicatrizar nuestras heridas emocionales.

Pueden mirar, sin dolor, hacia su pasado emocional
Limpiar el dolor de nuestro  pasado es absolutamente necesario para poder avanzar en nuestro camino emocional. Las malas hierbas crecen rápidamente, por lo que, si no limpiamos nuestra senda, no podremos ver lo que hay a continuación.

Las personas emocionalmente maduras conocen la importancia que tiene vivir en el presente, superando y aceptando lo que sucedió. Lo que pasó, pasó; y, de una forma u otra, tenemos el derecho de aprender de ello y seguir.

Dejando de revisar nuestro interior no conseguimos escapar de él, sino permitir que lo negativo de nuestro pasado maneje a su antojo nuestra vida presente. Y esto, por supuesto, resta espacio a lo positivo y, además, duele. Duele mucho.

Es por esta razón que, cuando hemos aprendido lo suficiente de nuestro dolor, quitamos el miedo de mirar hacia nuestro interior para sanar nuestro pasado emocional y subir un nuevo escalón en la vida.


martes, 2 de junio de 2015

EL AQUI Y EL AHORA



Está de moda y lo está, decir esto, porque los dos vocablos, ni más ni menos, responden a una necesidad. 

Centrarse en el instante presente. Esa es la mejor forma de eliminar la depresión que puede causar el pasado o la ansiedad que se liga al futuro.

Estar consciente de ti mismo, fijarte en el instante, en lo que sucede en este momento, en tu cuerpo y sus sensaciones, en la vida que hay en él, en lo que acontece ya mismo.

No hay nada más, en realidad. Nadie nos despertamos pensando que en el día que amanece puede suceder que tengamos que decir adiós a lo que conocemos. La muerte siempre es de otros. 

A pesar de la losa tremenda que supone su existencia y de la definitiva sentencia que todos tenemos, es difícil que la imaginemos posible en el ahora. Siempre la destinamos a un futuro incierto y lejano en el que no queremos ni debemos pensar.

De todas las formas, tomar como núcleo el momento presente implica desvincularnos de todos los dolores que la mente rememora continuamente del pasado. Supone estar abierto a lo que el instante nos ofrece y recoger la cosecha que vamos sembrando ahí mismo.

Cuando la situación es desesperada, cuando no tenemos nada más que lo que vivimos en ese segundo de vida, entonces, en ese momento no hay nada más.

Tu vida está donde está tu cuerpo. Tu alma está donde está tu afecto. Y ahí, en ese preciso momento surge la explosión de estar bien sin nada más.

Nos bastamos a nosotros mismos. Nuestra vida incluye a tantas otras que sin ninguna las contenemos todas. 

En realidad, se produce algo paradójico. Nunca estamos solos y por otra parte, siempre lo estamos.

En la unicidad del ser que nos constituye, todo está con nosotros. Siempre. Aún estando en soledad.

lunes, 1 de junio de 2015

HAY MUCHAS SOLEDADES PRESENTES



Hoy comentaba con una alumna la gran cantidad de soledades  individuales que hay entre tanta compañía. Pensaba que uno está solo tantas veces que incluso los otros presentes no pueden llenar los vacíos solitarios del alma.

Hay soledades físicas que no se notan porque podemos estar solos, pero plenos. 

Hay soledades por circunstancias que quisiéramos remediar o soledades por extrañeza y desajuste con la realidad que nos toca vivir.

Estamos solos cuando algo se revuelve en el estómago de continuo y ese algo, que no podemos definir, nos urge a buscar con que llenar los huecos de ansiedad que se dispersan en el interior.

En la base de toda soledad sentida hay miedo. Temor a no tener quien se preocupe de nosotros, a carecer de afecto, a no tener una persona cerca a la que poder contar lo que nos sucede o simplemente notar su presencia y conformarnos con ello. 

Las carencias a las que me refiero se sufren también en compañía por eso, estar acompañado físicamente, no es una garantía de nada. 

Ves a las personas que viven contigo moverse de habitación en habitación, cruzar una palabra de vez en cuando o solicitar alguna cosa. 

A veces, con eso nos conformamos. Lo cierto es que necesitamos más y cuanto más lo necesitamos parece que menos lo tenemos.

Estamos instalados en la ya famosa “zona de confort”.
Seguros pero insatisfechos. Tranquilos pero deseosos. Templados pero ansiosos.

Todo un cúmulo de sentimientos ligados a la seguridad de lo conocido que pierden sentido ante las posibilidades que se despliegan  cuando hacemos cosas diferentes por caminos distintos.

Debemos darnos oportunidades para ser felices o, al menos,  concedernos la satisfacción de equivocarnos de nuevo y seguir creciendo.

Nada es para toda la vida. Eso es una falacia mal inventada y peor llevada a cabo.

Las relaciones tienen un sentido cuando ambos crecen en ellas. Cuando uno es el espejo del otro y ambos pueden ver sus debilidades y defectos mejorándolos. 

Si eso termina, si realmente se involuciona es mejor elegir el camino en el que poder encontrar la paz, aunque esto signifique pasar amorosamente por una soledad profunda. 

Hay un orden perfecto en el caos que tiene un sentido pleno cuando miramos retrospectivamente y podemos unir los puntos.

No pasa nada. Todo está bien.