Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 4 de julio de 2015

EN EL AMOR NO HAY LUGAR PARA EL SUFRIMIENTO



Me he encontrado con esta reflexión que de nuevo me hace situarme en un punto de apertura ante lo que no debe ser.

Estamos acostumbrados a suponer que en el amor debe haber mucho goce pero que el sufrimiento es inevitable. Sin embargo, me doy cuenta de que todo lo que tiene que ver con el dolor está relacionado con nuestra dimensión humana: el egoísmo, el orgullo, la prepotencia, la mentira, etc… y sin embargo, el amor pertenece a otra dimensión que nada tiene que ver con la parte material y cuantitativa de las personas.

Sufrimos porque cundo lo hacemos, en realidad no estamos instalados en el amor. El amor es otra cosa. En sí mismo no deja paso al sufrimiento y nunca lo provoca.

No puedes hacer daño a quien amas. Es imposible. Incluso el amor que envuelve también a la otra persona se protege a sí mismo ante cualquier intento de ataque y desestabilización.

Si sufres, no estás en el amor. Estás en la periferia, fuera de él y a sus espaldas.

Hay que observar muy bien donde estamos. No sea que a base de nombrarle nos confundamos de lugar.

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“Amarse a una misma antes que a los demás es una forma de cortar con esa energía que se retroalimenta del sufrimiento, la tristeza, la desolación y el fracaso.

Recuerda donde hay amor no hay lugar para el sufrimiento.

Toda relación que trae  sufrimiento y desamor a nuestra vida,  no es amor es cualquier cosa, menos amor.

Es una relación basada en los miedos, siendo innumerables las formas en que salen a la luz esos sentimientos basados en la escasez y el desamor.

“Enamorados”, quiere decir, “en amor a dos” y significa  que en el amor como ideal de pareja  tienen que existir dos personas, con una sola amando, no basta.

Por lo que esa relación tan particular donde estamos sufriendo, no es amorosa,  es miedo a la soledad, miedo a que no te quieran, miedo a ser diferente, miedo al fracaso, miedo a perder lo invertido en otra persona y así innumerables  formas de solapar el desamor propio o falta de autoestima personal.

La relación que conforma una pareja es una oportunidad inmejorable para crecer y despertar, pero también si quedas atrapado en ella es una cárcel emocional.

Si reconoces este simple pensamiento, reconoces todo un mundo de posibilidades para  ser libre aún  en pareja, porque en definitiva, nadie puede dañarte si tu no lo permites.

Elige siempre ser feliz en cualquiera de las  formas en que estés ahora.

http://elidabentancor.com/en-el-amor-no-hay-lugar-para-el-sufrimiento/

jueves, 2 de julio de 2015

LO QUE DUELE NO ES EL DOLOR



Me encantó su lectura. Me gusta mucho como escribe este autor, pensador, presentador, crítico, jurado…y sobre todo alma dolida, doliente y dual.

Capaz de superarse a sí mismo hasta el infinito. Lleno de una vista que lo ve todo y dotado del don de contarlo llegando al corazón.

Será por este tiempo que llevo con el dolor a cuestas  que me ha costado tan poco entender este artículo, será que a todos nos ha pasado sufrir por amor, desamor e intramor. Será que la locura supera la razón cuando los sentimientos aprietan la garganta y hacen un nudo en el corazón. Será que necesito reposar el alma en la almohada de la serenidad. Por eso será que me parecen tan geniales estas reflexiones.

Aquí las comparto.
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“Lo que duele no es el dolor. El dolor es sólo una consecuencia. El efecto secundario de algo que nos hizo sufrir y que todavía hoy sigue haciéndolo. Me gustaría que esto que tanto duele fuese lo que me aplasta el pecho y me araña las vísceras y el corazón. Esto que se puede paliar poco a poco, con consejos, amigos, medicamentos, horas, sobremesas y tazas de té. Pero algo me dice que no. Que lo que duele no es el dolor. (…)


Lo que duele no es el dolor. Lo que duele es recoger los pedazos de quien se queda. No saber consolar a quien más quieres en este mundo. Tratar de estirarle los labios. Con una broma, un chascarrillo, una tontería. Fracasar.

Lo que duele no es el dolor. Lo que duele es la distancia. Este saberse lejos de ti, este llevarte conmigo, ese llevarme contigo y aún así, ser incapaces de llevarnos más
(…)
Lo que duele no es el dolor. Lo que duele es no saber volverlo a intentar. Matar el nervio y dejar que se desangre la encía. Hablarlo tantas veces y acabarlas todas en ese silencio de punto final. Darnos por imposible. Constatar nuestra propia incompetencia. Seguir doliéndonos. Seguir mal.


Lo que duele no es el dolor. Es todo lo que dejamos atrás. El remolque desbocado de los recuerdos que nos perseguía al mismo ritmo y velocidad. Ahora sólo sabemos que le ha fallado el enganche, los frenos y no tenemos ni idea de en qué momento nos va a atropellar. Ni con qué.


Lo que duele no es ni siquiera llorar. Lo que duele es tener tantas razones para tener que hacerlo. Es esta maldita sequía de lágrimas.

(…)
Lo que duele no es el dolor.

Porque el dolor es esto que me viene aquí y ahora.

Lo que más duele es todo lo que vendrá.”


miércoles, 1 de julio de 2015

CUANDO HABLO DE AMOR...



Cuando hablo de amor....

No hablo de estar enamorado cuando hablo de amor,
no hablo de sexo cuando hablo de amor,
no hablo de emociones que solo existen en los libros,
no hablo de placeres reservados para los exquisitos.
No hablo de grandes cosas.

Hablo de una emoción capaz de ser vivida por cualquiera,
hablo de sentimientos simples y verdaderos,
hablo de vivencias transcendentes pero no sobrehumanas,
hablo del amor tan solo como querer mucho a alguien.

Pero, ¿qué estamos diciendo cuando decimos 'Te quiero...'?

Yo creo que decimos: 'Me importa tu bienestar.'
Nada más, ni nada menos.
Cuando quiero a alguien,
me doy cuenta de la importancia que tiene para mí lo que hace,
lo que le gusta y lo que le duele...

'Te quiero' significa, pues, me importa de ti;
y 'te amo' significa me importa muchísimo.
Y tanto me importa que, cuando te amo,
a veces priorizo tu bienestar por encima de otras cosas
que también son importantes para mí.

Esta definición conducirá a la plena conciencia de dos hechos:
no es verdad que te quieran mucho
aquellos a quienes no les importa demasiado tu vida,
y no es verdad que no te quieran los que viven pendientes de lo que te pasa.

Repito: si de verdad me quieres: ¡te importa de mí!

Y por lo tanto, aunque sea doloroso aceptarlo,
si no te importa de mí, será porque no me quieres.
Esto no tiene nada de malo,
no habla mal de vos que no me quieras,
solamente es la realidad, aunque sea una triste realidad.

Hay muchas cosas que yo puedo hacer para demostrar,
para mostrar, para corroborar,
confirmar o legitimar que te quiero,
pero hay una sola cosa que yo puedo hacer con mi amor,
y es quererte,
ocuparme de vos,
actuar mis afectos como yo los sienta.
Y como yo lo sienta será mi manera de quererte.
Tú puedes recibirlo o puedes negarlo,
puedes darte cuenta de lo que significa o puedes ignorarlo supinamente.
Pero esta es mi manera de quererte, no hay ninguna otra disponible.

Querer y mostrarte que te quiero pueden ser dos cosas distintas para mí y para ti. Y en estas, como en todas las cosas,
podemos estar en absoluto desacuerdo
sin que necesariamente alguno de los dos esté equivocado.
Cuando alguien te quiere,
lo que hace es ocupar una parte de su vida,
de su tiempo y de su atención en ti.
Cuando alguien te quiere,
sus acciones dejan ver claramente cuánto le importas.

Yo no creo que el amor sea un espacio de sacrificio.
Yo no creo que sacrificarse por el otro garantice ningún amor,
y mucho menos creo que esta sea la pauta que reafirma mi amor por el otro.
El amor es un sentimiento que avala la capacidad para disfrutar juntos de las cosas y no una medida de cuánto estoy dispuesto a sufrir por ti,
o cuánto soy capaz de renunciar a mí.

A medida que recorro el camino del encuentro,
aprendo a aceptar que quizás no me quieras.
El afecto es una de las pocas cosas cotidianas
que no depende solo de lo que hagamos nosotros,
ni exclusivamente de nuestra decisión,
sino de que, de hecho, suceda.
Sucede o no sucede, y si no sucede,
no hay manera de hacer que suceda,
ni en mí ni en ti.

Si me sacrifico,
me mutilo,
y cancelo mi vida por ti,
podré conseguir tu lástima,
tu desprecio,
tu conmiseración,
quizás hasta gratitud,
pero no conseguiré que me quieras,
porque eso no depende de lo que yo pueda hacer.
No solo no podemos hacer nada para que nos quieran,
sino que tampoco podemos hacer nada para dejar de querer.

Jorge Bucay


martes, 30 de junio de 2015

MAREA ALTA



Lo más estresante de la vida son los altibajos. La incertidumbre de saber lo que queremos y conocer lo que perdemos, darnos cuenta de lo que ganamos y extraer la factura que nos pasa la vida por coquetear con ella.

         Cuando la marea está alta podemos activar la alerta. Lo vemos venir, nos custodiamos tras las barreras de la voluntad y el raciocinio. Nos quedamos quietos hasta que las aguas se calman y volvemos a la lucha cuando no hay peligro.

         Hay que temer al agua mansa. A la corriente lenta que parece seguir siempre el mismo camino. A las sonrisas entre dientes, a los comentarios doblados, a la mano tibia y a esa especie de palmada en la espalda que nos clava el cuchillo.

         Se dice “ Del agua mansa líbrame  Dios, que de la brava me libro yo”.

 En definitiva ver venir la tormenta siempre ayuda. Da tiempo a resguardarnos y a protegernos. Incluso podemos beneficiarnos de la lluvia en torrente que refresca de vez en cuando.

Las personas suaves, las que tienen piel de cordero, las que parecen dispuestas siempre a favor de los demás pueden ocultar un volcán a punto de estallar que suele hacerlo en cualquier momento.
Me gusta la claridad. Ser directos aunque discretos. Respetar la sensibilidad del otro y dejarle campo para la defensa.

Posiblemente estemos en un momento histórico donde nos han devorado las mentiras, los embustes y los trapicheos. Estamos hartos de merendar lo mismo. Aire vacío sin sabor a nada.

Cada vez tengo más clara la necesidad de decir lo que siento, de actuar de consonancia y de responder con la única moneda que da libertad: la verdad.

Se acabó el tiempo de la disculpa fácil y el perdón ligero. Se acabó el caramelo que sustituye a la tarta que otros se han comido. Se acabaron las ganas de permitir y la tibieza de aguantar.
Estamos en un tiempo nuevo.

Me gustaría que cuando nuestros nietos cuenten esta parte de la historia a sus hijos, sientan el orgullo de tener unos antepasados cercanos que se plantaron frente al engaño.

Habrá que dejar pasar tiempo, tal vez, hasta que todo vuelva a oler bien de nuevo. Pero así es la historia. Etapas, ciclos y periodos que se suceden como suma de contrarios.

La propia vida funciona de igual manera.

Estamos frente a la marea alta. Al menos podemos tomar medidas para no ahogarnos.