09_08_2015
Retomamos, tras este tiempo sin la publicación del fragmento del relato, la historia de Owen.
De nuevo aqui.
Anteriormente…
Liu,
el niño chino que había recogido el pen driver que Marco dejó caer tras el
accidente, estaba decidido a marcharse de aquella fiesta de cumpleaños de su
compañero de clase, Tomy.
Su
amigo imaginario, Pau, le animaba a hacerlo mientras se instalaba entre
aquellos bulliciosos amigos que correteaban por toda la casa.
Muy
despacio, y antes de intentar la huída, fue recorriendo las habitaciones de
aquella casa que no conocía. Tenía que asegurarse de que su madre no estaba.
Al
fondo del pasillo se escuchaba una algarabía aún mayor que la que se oía desde
la entrada. Se acercó impaciente para comprobar si entre las madres de los
pequeños que jugaban por allí, estaba la suya.
Eran
más de ocho mujeres gesticulando al ritmo de las palabras. Se reían a la vez
que disfrutaban un pastel con velas de la edad de Tomy. Otro semejante
aguardaba en la habitación contigua. Era la destinada a finalizar la merienda
de los niños que participaban en el cumpleaños.
Liu
custodiaba en su mano derecha aquel objeto brillante que había encontrado en la
calle.
Se
había quedado en el dintel de la puerta, ensimismado en la visión del griterío
de aquellas madres sin darse cuenta que una de ellas había reparado en su
presencia.
.-¿Pequeño,
que haces ahí?
.-Estaba
buscando a mi madre.
.-Tu
madre volverá para recogerte. Ahora vete con el resto de tus amigos.- Liu
entendió que debía buscar un motivo para que le llevasen al hospital. Solo así
podría devolver aquel juguete que se le había perdido al señor del accidente.
Era
muy observador. Había grabado la escena de aquella tragedia en su memoria y
recordaba perfectamente el rostro del Owen. No sabía dónde había ido aquella
ambulancia pero supuso que le habrían dejado en el hospital más cercano.
De
pronto, aquel largo pasillo se convirtió en una pista hacia la aventura más
excitante que podía recordar.
.-
No sé cómo vamos a marcharnos Pau.-Le
dijo a su amigo imaginario.
.-
No es difícil.-respondió.
.-¿No?.
A mí no se me ocurre nada para devolver el juguete del señor.
.-Es
fácil. Comienza a vomitar y tírate al suelo. Hazte el dormido. No abras los
ojos por nada. Iremos para allá, te lo aseguro.
Liu
pensó que era buena idea. Primeramente se mezcló entre los niños de aquella
fiesta a la que nunca quiso ir. Probablemente su madre estaba muy ocupada y no
podía hacerse cargo de él aquella tarde. Trabajaba mucho. No había conocido a
su padre. Había muerto cuando él era bebé.
Se
sentó en el suelo a ver cómo jugaban con un circuito de trenes casi todos los
niños que estaban allí. Un muchacho rubio mayor que él se sentó a su lado.
.-
No te conozco. Soy el primo de Tomy. Me llamo Sim.
.-
Soy Liu. Tomy va a mi clase.- dijo esto con tal dejadez que a Sim le hizo
suponer que no era un amigo verdadero, sino un compañero más.
.-¿Te
gustan los trenes?.
.-Sí.-
Empezaba a impacientarse. Su amigo imaginario le indicó que era el momento.
Comenzó a quejarse y a imitar lo que parecían ganas de vomitar.
.-¿Qué
te pasa?
.-No
lo sé. Me duele mucho aquí.- Señalando el estómago inició el simulacro de su malestar.
.-Llamaré
a tu madre.
.-
No está.- Dijo entrecortadamente el pequeño. Al momento se tiró en el suelo sin
moverse.
Sim
salió con rapidez de la habitación para alertar al grupo de madres que cada vez
hablaban y reían más alto.
.-
¡Hay un niño que está enfermo!,! rápido en la habitación de los juguetes!.- Se
levantaron azaradas quitándose el espacio para avanzar, unas a otras.
.-¿Quién
es?.- Preguntó la madre de Tomy.
.-
Un niño chino.
.-
¡Oh no!, su madre no vendrá hasta el final de la tarde.- Y diciendo esto fue
deprisa a la habitación donde yacía el pequeño Liu inmóvil.
Todas
le hicieron un círculo y se hizo un silencio indescriptible.
.-¡Mi
niño! Responde!...qué te pasa!.- Liu permanecía casi sin respirar. Los ojos
cerrados y su cuerpo flácido hicieron que la mujer fuese rápidamente a llamar a
un médico.
.-No
hay tiempo, dijo otra. Será mejor llamar a una ambulancia.- En ese momento Pau,
el amigo imaginario del niño chino, dibujó en su cielo imaginario una enorme V
de victoria.
Contento y lleno de satisfacción, por aquella hazaña, continuó inmóvil.
No
podía ver nada. Los ruidos comenzaron a ser infernales, gritos, sillas, objetos
caídos y prisas por todos los lados. Alguien preguntaba por el número de
teléfono de su madre. Una voz chillona preguntó a otra mujer.
.-
¿Conoces a la madre de este niño Nicoletta?.- Aquel nombre quedó grabado en la
memoria de Liu. Dentro de muy poco tiempo tendría oportunidad de comprobar
quien era aquella mujer. (…)