Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 8 de agosto de 2015

VIAJE A ÍTACA ( Relato del domingo )



09_08_2015

Retomamos, tras este tiempo sin la publicación del fragmento del relato, la historia de Owen.
De nuevo aqui.

Anteriormente…

Liu, el niño chino que había recogido el pen driver que Marco dejó caer tras el accidente, estaba decidido a marcharse de aquella fiesta de cumpleaños de su compañero de clase, Tomy.

Su amigo imaginario, Pau, le animaba a hacerlo mientras se instalaba entre aquellos bulliciosos amigos que correteaban por toda la casa.

Muy despacio, y antes de intentar la huída, fue recorriendo las habitaciones de aquella casa que no conocía. Tenía que asegurarse de que su madre no estaba.

Al fondo del pasillo se escuchaba una algarabía aún mayor que la que se oía desde la entrada. Se acercó impaciente para comprobar si entre las madres de los pequeños que jugaban por allí, estaba la suya.

Eran más de ocho mujeres gesticulando al ritmo de las palabras. Se reían a la vez que disfrutaban un pastel con velas de la edad de Tomy. Otro semejante aguardaba en la habitación contigua. Era la destinada a finalizar la merienda de los niños que participaban en el cumpleaños.

Liu custodiaba en su mano derecha aquel objeto brillante que había encontrado en la calle.

Se había quedado en el dintel de la puerta, ensimismado en la visión del griterío de aquellas madres sin darse cuenta que una de ellas había reparado en su presencia.

.-¿Pequeño, que haces ahí?

.-Estaba buscando a mi madre.

.-Tu madre volverá para recogerte. Ahora vete con el resto de tus amigos.- Liu entendió que debía buscar un motivo para que le llevasen al hospital. Solo así podría devolver aquel juguete que se le había perdido al señor del accidente.

Era muy observador. Había grabado la escena de aquella tragedia en su memoria y recordaba perfectamente el rostro del Owen. No sabía dónde había ido aquella ambulancia pero supuso que le habrían dejado en el hospital más cercano.

De pronto, aquel largo pasillo se convirtió en una pista hacia la aventura más excitante que podía recordar.

.- No sé cómo vamos a marcharnos  Pau.-Le dijo a su amigo imaginario.

.- No es difícil.-respondió.

.-¿No?. A mí no se me ocurre nada para devolver el juguete del señor.
.-Es fácil. Comienza a vomitar y tírate al suelo. Hazte el dormido. No abras los ojos por nada. Iremos para allá, te lo aseguro.

Liu pensó que era buena idea. Primeramente se mezcló entre los niños de aquella fiesta a la que nunca quiso ir. Probablemente su madre estaba muy ocupada y no podía hacerse cargo de él aquella tarde. Trabajaba mucho. No había conocido a su padre. Había muerto cuando él era bebé. 


Se sentó en el suelo a ver cómo jugaban con un circuito de trenes casi todos los niños que estaban allí. Un muchacho rubio mayor que él se sentó a su lado.

.- No te conozco. Soy el primo de Tomy. Me llamo Sim.
.- Soy Liu. Tomy va a mi clase.- dijo esto con tal dejadez que a Sim le hizo suponer que no era un amigo verdadero, sino un compañero más.

.-¿Te gustan los trenes?.

.-Sí.- Empezaba a impacientarse. Su amigo imaginario le indicó que era el momento. Comenzó a quejarse y a imitar lo que parecían ganas de vomitar.

.-¿Qué te pasa?

.-No lo sé. Me duele mucho aquí.- Señalando el estómago inició el simulacro de su malestar.

.-Llamaré a tu madre.

.- No está.- Dijo entrecortadamente el pequeño. Al momento se tiró en el suelo sin moverse. 

Sim salió con rapidez de la habitación para alertar al grupo de madres que cada vez hablaban y reían más alto.

.- ¡Hay un niño que está enfermo!,! rápido en la habitación de los juguetes!.- Se levantaron azaradas quitándose el espacio para avanzar, unas a otras. 

.-¿Quién es?.- Preguntó la madre de Tomy.

.- Un niño chino.

.- ¡Oh no!, su madre no vendrá hasta el final de la tarde.- Y diciendo esto fue deprisa a la habitación donde yacía el pequeño Liu inmóvil.

Todas le hicieron un círculo y se hizo un silencio indescriptible.

.-¡Mi niño! Responde!...qué te pasa!.- Liu permanecía casi sin respirar. Los ojos cerrados y su cuerpo flácido hicieron que la mujer fuese rápidamente a llamar a un médico.

.-No hay tiempo, dijo otra. Será mejor llamar a una ambulancia.- En ese momento Pau, el amigo imaginario del niño chino, dibujó en su cielo imaginario una enorme V de victoria. 

Contento y lleno de satisfacción, por aquella hazaña, continuó inmóvil.

No podía ver nada. Los ruidos comenzaron a ser infernales, gritos, sillas, objetos caídos y prisas por todos los lados. Alguien preguntaba por el número de teléfono de su madre. Una voz chillona preguntó a otra mujer.

.- ¿Conoces a la madre de este niño Nicoletta?.- Aquel nombre quedó grabado en la memoria de Liu. Dentro de muy poco tiempo tendría oportunidad de comprobar quien era aquella mujer. (…)

jueves, 6 de agosto de 2015

CUANDO SE APAGA LA LUZ



Hay un momento especial en el día: cuando se apaga la luz. Es ese momento delicado, lleno de oscuridad y vacío donde de pronto los pensamientos más oscuros saltan cabalgando sobre nosotros.

Hay personas que hacen, en ese instante, un repaso del día.  Una especie de acto de contrición, de autoreflexión sobre lo que ha sucedido, de cómo nos hemos comportado o de cómo hemos dejado que se comporten los demás.

A veces, en ese tiempo, nos revelamos como los más estúpidos del universo. Hemos dejado pasar delante de nosotros, traiciones, mentiras, sagacidades y comportamientos resbaladizos que nos definen como tales.

Otras veces seremos nosotros los vencedores. Los que hayamos estado atinados en el éxito o los que hayamos sometido a otros en la conquista.

De cualquier modo, el momento de apagar la luz siempre crea otro espacio e incluso otro tiempo. Pasado y presente se mezclan con la mirada puesta en un futuro que siempre parece incierto.

Los problemas se agrandan, las dudas crecen, los fantasmas aparecen y aquello que nunca ha estado resuelto se fija en la mente de forma recurrente rondándonos sin cesar.

Lo mejor sería poner a estos enemigos sentados enfrente y conversar con ellos. Nada tan grande que no pueda resolverse, ni tan pequeño que no tenga importancia. Pero siempre y por encima de todo está la voluntad de actuar como uno quiera, a pesar de todo. 

En definitiva, lo que no sepamos resolver nosotros, la vida lo hará. De cualquier forma, pero lo hará.

Apagar la luz debería suponer una oportunidad para estar a solas no con nuestras sombras, sino con nuestras luces. No con nuestros sufrimientos, sino con los gozos aunque sean pasados. No con el temor, sino con la esperanza y la fe en que en la vida todo son ciclos. Creer en que los tiempos malos también pasan y que a todos nos toca una recompensa que si aún no ha llegado, lo hará.

Apagar la luz supondrá, desde hoy, entrar en lo mejor nuestro y abrazarnos con fuerza a ello para dormir tranquilos.

La esperanza por almohada y como colchón todo el amor que nos constituye. ¡Que no es poco!








miércoles, 5 de agosto de 2015

EL OTRO, TU ESPEJO



Cada vez estoy más convencida de que cada cual vemos al otro y le juzgamos con nuestros propios filtros. 

Lo que nos molesta en nosotros, lo detestamos en el de enfrente. Lo que nos da rabia aumenta la ira cuando somos observadores; aquello que se presenta delante es objeto de enconamiento en el momento que está dentro de nuestra lista de detestables.

Lo peor es que no podemos ver con otros ojos. Son los nuestros los que miran, los que igualan y los que simulan.

Por eso es difícil ver otra cosa que no sea un reflejo de lo que somos y de cómo estamos por dentro. Queramos o no.

Veamos, en este texto, cómo suceden estos paralelismos.

“…Era un yogui errante que había obtenido un gran progreso interior.

Se sentó a la orilla de un camino y, de manera natural, entró en éxtasis.

Estaba en tan elevado estado de consciencia que se encontraba ausente de todo lo circundante. 

Poco después pasó por el lugar un ladrón y, al verlo, se dijo: "Este hombre, no me cabe duda, debe ser un ladrón que, tras haber pasado toda la noche robando, ahora se ha quedado dormido. Voy a irme a toda velocidad no vaya a ser que venga un policía a prenderle a él y también me coja a mí". Y huyó corriendo. No mucho después, fue un borracho el que pasó por el lugar.

Iba dando tumbos y apenas podía tenerse en pie. Miró al hombre sentado al borde del camino y pensó: "Éste está realmente como una cuba. Ha bebido tanto que no puede ni moverse".

Y, tambaleándose, se alejó. Por último, pasó un genuino buscador espiritual y, al contemplar al yogui, se sentó a su lado, se inclinó y besó sus pies.

Así como cada uno proyecta lo que lleva dentro, así el sabio reconoce al sabio…”


martes, 4 de agosto de 2015

HOGAR DULCE HOGAR



“Hogar dulce hogar” es una frase hecha que alude al  bienestar que siente uno frente a lo conocido. 


Al entrar por la puerta y sentir el olor de tu casa, a las habitaciones conocidas, a tu cama de siempre y sobre todo a tus rincones preferidos que esperan ansiosos el aroma de tus pensamientos.


 A veces sirve también para saber que hay otros mundos tras las cuatro paredes de tu casa. Que las oportunidades son infinitas. Que valemos más de lo que creemos y sobre todo, que el mundo espera por nosotros.


Volver siempre nos trae un mensaje de recogida, de refugio y de guarida.

 
Algo que nos espera. Alguien que se alegra.  Otros que nos ansían, muchos que nos recuerdan. Y eso siempre gusta.
Hay dos versiones de la vuelta. Sentir lo agradable que es manejarnos en lo conocido, en nuestra zona de confort, y saber a la vez lo limitado que resulta.


No siempre uno quiere cambiar de vida. Sin embargo, conocer nuevos espacios, hablar con gentes diferentes, apreciar otros puntos de vista y encontrarnos con un yo distinto frente a todo esto, es gratificante. Como gratificante es volver a las rutinas.


¡De nuevo con vosotros, encantada de saludaros!

Volvemos a encontrarnos con nuestro rincón de pensamientos dulces, de emociones amargas, de olores y sabores llenos de esa serenidad que tanto buscamos.
 
¡Gracias por esperarme!