Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 11 de septiembre de 2015

¿QUÉ LE PIDES A LA FELICIDAD?



Cada día estoy más convencida de que lo único que merece la pena es el amor, la afectividad y el cariño y que todo lo demás es todo lo accesorio.  

          La felicidad es un concepto sobrevalorado e hinchado a lo largo de nuestra historia emocional. Hemos creído que debía instalarse a toda consta en nuestra vida, de lo contario seríamos unos fracasados. Nos han contado que otros son felices, que el vecino lo es, que nuestra amiga lo es. Y nosotros apoyados en el alfeizar de la ventana esperando que nos lleguen al menos las migajas de los demás.

La realidad es otra muy distinta. Nadie es feliz. Nadie lo es, al menos, como nos han dicho que hay que serlo. Siempre y en todo momento. Con destellos de magia a raudales y con el sabor dulce permanente en nuestros labios.

La felicidad tiene más que ver con los momentos puntuales. Con la alegría, con el entusiasmo, con la ilusión.

La felicidad es ese tiempo que atrapas en la memoria y que no muere nunca. La caricia del instante que perpetuarías una vida. El beso que no olvidas. El abrazo que te llena de fuerza. Las palabras que evitan las lágrimas. El susurro del gozo de una canción. El vaivén del aroma que te gusta. Una almohada recién estrenada. El roce con otra piel. La copa de la que bebe un sorbo delicioso. La mirada que te lleva al fondo del alma. 

Si cambiamos el concepto de felicidad para convertirla de irreal en posible, entonces seremos felices. 

Todo está en valorar lo que se tiene, en no enfocarnos en lo que no está, en crear posibilidades, en inventar recursos, en idear momentos mágicos, en estar receptivos a lo que venga y en no dejar marchar lo bueno que tenemos.

Me gusta ser feliz, como a todos. Pero cada vez acoto más la palabra. Cada vez soy menos exigente pero más selectiva. Cada vez pido menos pero valoro más lo que recibo. 

Cada vez soy más feliz con menos y estoy más convencida de lo que no quiero. 

Cada vez sé más lo que necesito y lo que me quiero quedar.

Eso es comenzar a ser feliz.

jueves, 10 de septiembre de 2015

LA RUTINA MATA



Hay épocas en el año  que obligan a un nuevo comienzo. Ésta es una de ellas. El verano ya va siendo historia y como por arte de magia nos vemos imbuidos de nuevo por otro ciclo diferente que comienza.  


Las personas que tienen hijos pequeños marcan su vida por las fases escolares porque el mundo gira en torno a ellos en ese momento. Septiembre es el mes del comienzo de los estudios y eso marca.


Aunque nada tengas que ver con el mundo del libro, aún así, ves el movimiento de alrededor. Y con ello, la diferente forma de llenarse la ciudad de coches, las tiendas de gentes en busca de nuevos calzados y ropas que se ajusten al crecimiento y las calles con madres y niños que han cambiado la bolsa de la piscina por la nueva mochila.


Parece que la vida te ordena nuevamente. Es como si a la explosión de calor y su marea loca le siguiese el comienzo del frío y el denostado orden.


Es necesario empezar bien. Algo parecido a lo que sucede el día 1 de enero. Se trata de no repetir curso, en nada. Ni en lo académico ni en lo personal.


Aprender a aprender. Volver sobre lo equivocado. Remendar errores. Y, sobre todo, empezar de nuevo.


La magia de un  nuevo comienzo es lo que parece que abre una puerta a las oportunidades. Es como si alguien nos invitase a pasar a otro lugar donde no sabemos qué va a suceder pero que promete ser diferente.


No me gustan las rutinas aunque reconozco que están basadas en hábitos que nos hacen sentir cómodos.


A mí me parece que restan vida. Tampoco me gusta dormir porque, según  mi criterio, también resta parte de ella.

Lo que hacemos siempre parece lo menos malo porque en realidad estamos temerosos de que si sucede algo será peor aún. Es una creencia absolutamente infundada.

Los cambios cuestan. Moverse obliga a realizar un esfuerzo. Quedarse quieto puede resultar asfixiante. 

Al menos, cuando tomamos la decisión de cambiar algo en nuestra vida, en nuestro comportamiento, en nuestra medida para usar la tolerancia, en el aguante o en la ambición estamos preparando el terreno para que la ilusión y el entusiasmo asomen de nuevo. Y eso si es lo que de verdad transforma.

Apuesto por el cambio. La rutina mata.

martes, 8 de septiembre de 2015

ATRAPADO EN LA RED



A veces te sientes atrapado en una red. Como un mosquito en la mosquitera. Pequeño, diminuto y enredado por millones de hilos tejidos sobre sí.    

Lo peor es que  sigues un camino y penetras dentro. Te parece que es un techo cobertor que te llevará a la gloria. Parece también un pasadizo a otra parte, a un mundo nuevo donde no faltará el oxígeno. Una zona cálida donde reposar por más de un rato.

Y vas entrando lentamente primero, con miedo por si los humanos te tienden una trampa. Pasas más adelante y cada vez te sientes mejor. El ambiente es más agradable, el aroma más intenso, el placer más dulce. 

Vas libando el néctar de las flores que te saludan al pasar. Les das la mano. Besas sus pétalos. Te sientes feliz.

Cada vez, también, vas más deprisa. El pasadizo se torna, de poco en poco, más oscuro. El ambiente cálido se vuelve asfixiante. Algo te rozaba continuamente al pasar entre paredes que se estrechan. 

De repente, no sé cómo fue, algo te golpea. Con fuerza, repetidamente. Comienzas a quejarte pero no obtienes respuesta. Te lamentas y lamentas aunque solamente el eco te devuelva tus gritos.

Sin embargo, una fuerza centrípeta te absorbe hacia dentro. Te has dado cuenta de que has caído en una trampa; cuenta de que tú eres muy pequeño y tus fuerzas escasas. Cuenta, de que por más que luchas contra los deshilachados hilos no puedes librarte.

Pasas así mucho tiempo. Muerto por el dolor, desgarrado por la presión y desolado con tu desesperación.

Algo se acerca a ti. Es una mano. Alguien viene a rescatarte, o eso crees. Estas seguro de que por fin serás libre. No pueden dejarte allí. Qué sensación más agradable sientes en esa convicción.

Una explosión ensordece tus oídos. Es como si se hubiese caído algo muy cerca, como si un grandísimo estruendo intentase aplastar la red contra el suelo.
¡Oh no! Era a ti a quien buscan. Eres tú el que debía haber quedado debajo de aquella palmada. La mano no vino a salvar tu delicado cuerpo si no a llevárselo para siempre.

En ese momento recuerdas quién eres. Eres un mosquito que tiene un gran poder. 

Solamente tienes que alargar tu aguijón y penetrar su piel.
Lo piensas largo rato. Sientes pena por aquel gigante que tan poco puede contra ti. Pero al instante vuelves a sentirte desplazado por el aire que otra de sus palmadas te da muy cerca.

No esperas más.

 Lo haces.

Eres libre.

lunes, 7 de septiembre de 2015

LAS COSAS QUE NOS PASAN



¿Cómo sabemos si los que nos pasa es beneficioso o  dañino para nosotros?. ¿Qué es lo bueno y qué lo malo?. ¿De qué forma podemos asegurar que una desgracia lo es o que una alegría nos hará felices?.

No sabemos ni cómo, ni de qué forma, ni cuándo, ni por qué sucede lo que nos ocurre a cada uno.

Efectivamente hechos que parecieron no tener relevancia, luego resultan el inicio de lo mejor de nuestra vida. Por el contrario, otras veces lo que comienza genial puede terminar como lo peor que nos ha pasado.

Todo es relativo. Todo se valora por contraste. Todo tiene una referencia que actúa de modelo en la realidad. Todo se muestra mutable e impermanente.

Por eso, no hay que apresurarse a avalorar. No hay que emitir juicios rápidos. No hay que entusiasmarse demasiado pronto, ni lo contrario.

Qué sabemos de lo mal que lo estemos pasando ahora, ¿no puede ser, tal vez, que esa crisis sea el comienzo de una nueva era para nosotros?...qué sabemos de la felicidad que gozamos en este momento; quizá acabe pronto, tal vez sea motivo de dolor más tarde.

No adelantemos desgracias, ni creamos que la felicidad dura siempre.

Por eso, también, démosle tiempo al tiempo; vida a la vida.

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Si tienes dudas sobre lo que es la ecuanimidad escucha la historia del hombre ecuánime. Era dueño de un caballo, pero cierto día se despertó por la mañana, fue al establo y comprobó que el caballo había desaparecido. 

Entonces vinieron los vecinos a condolerse y a decirle:

-¡Qué mala suerte has tenido! Para un caballo que tenías y se ha marchado.
Y el hombre dijo:

-Sí, sí, así es, así es.

Pasaron unos días y una mañana el buen hombre se encontró con que en la puerta de su casa no solamente estaba su caballo, sino que había traído otro. Vinieron los vecinos y dijeron:

-¡Qué buena suerte la tuya! Ahora eres dueño de dos caballos.

El hombre repuso:
-Sí, sí, así es.

Al disponer de dos caballos ahora el hombre podía salir a montar a caballo con su hijo. Pero un día, el hijo se cayó del caballo y se fracturó una pierna. Vinieron los vecinos y dijeron:

--Mala suerte, muy mala suerte. ¡Si no hubiera venido ese segundo caballo...
El hombre dijo:

-Sí, sí, así es.

Pasó una semana y estalló la guerra. Todos los jóvenes fueron movilizados, menos el hijo herido al caerse del caballo. Y vinieron de nuevo los vecinos a ver al padre y le dijeron:

-¡Tú sí que tienes buena suerte! Tu hijo se ha librado de la guerra.
Y el hombre comentó:

-Sí, sí, así es.

La narración es un ejemplo de la ecuanimidad y también de cómo los propios hechos de la existencia (la rueda de la vida que gira y gira) habría que aprender a verlos desde la justa perspectiva.