Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 2 de octubre de 2015

SABER PERDER



Es muy importante saber perder, porque si se sabe uno se da cuenta de que en realidad no pierde.

          Saber perder es relativizar lo importante y discriminarlo de lo trascendente. Hay motivos que son pilares de la vida. Otros no tanto pero les concedemos ese escalafón y entonces perdemos.
Hoy me decía una amiga, que nunca juzga ni condena, que lo importante era ser feliz. Que veníamos a eso y que nos perdíamos en el camino. Y es cierto. Nos bajamos demasiado a la tierra. Nos mezclamos con el lodo y salimos pensando que la realidad es solamente una continua forma de tener problemas de los que no salimos bien parados.

Estamos enfrascados en lo difícil de la vida y lo que no lo es, lo hacemos.

Perder nunca es restar. Porque muchas veces la pérdida trae ganancias. Siempre hay bondades en lo que parece una desgracia. Por pequeñas que sean, por insignificantes que se presenten nos cambian la situación y a nosotros de lugar. Y eso, siempre es positivo.

Cuando parezca que hayamos perdido, que todo se ha acabado, que ya nada será igual, que nada volverá a su antiguo lugar…es justo el momento de avanzar.

Lo que nos deja mal sabor de boca, aquello que empañó nuestra inocencia, lo que se llevó las esperanzas, lo que parecía trasparente y se tornó opaco…eso es precisamente lo que constituye el punto de partida de un nuevo tiempo en el que perder significa crecer.

Habrá que dejar lo accesorio si queremos tomar el caldo de la felicidad. La del instante. La del momento. La de unas horas. La de un solo día. Cualquiera por pequeña que sea será un pedazo de lo que olvidamos encontrar al llegar aquí.

 Está ahí…esperando ser alcanzada. Por ti. Por mí. Por todos. Para todos.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

APRENDE ALGO NUEVO...ES EL TIEMPO



Me gustó… quiero compartirlo con vosotros. Necesitamos que algo o alguien nos impulsen a salir de nuestros miedos, de nuestra comodidad incómoda, de nuestros límites mentales, de lo que creemos y no es, de lo que tememos y nunca será… 

          Aquí os lo dejo.
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Cuanto más estás dispuesto a probar cosas nuevas, más  evolucionas y creces como persona. Cuando éramos niños nos abrazaba este impulso constantemente. 

Perseguíamos todos los intereses imaginables,  para gran irritación de nuestros padres que pagaban por clases de karate, clases de guitarra, clases de arte, las ligas de baloncesto y casi todo lo demás que capturaba nuestros intereses en el más leve de los momentos.

Por supuesto, perdimos el interés en algunas de esas cosas y, finalmente nos quedamos sólo con “algo” de todas estas experiencias que empezamos y algunas ni si quiera las volvimos a realizar. En su mayor parte, ese “algo”  es un buen consejo, que incluso nos queda hasta llegar a la vida adulta.


           Cuando llegamos a ser adultos nos envolvemos en el trajín diario y dejamos de recoger nuevas experiencias y aprender más allá de lo que tenemos en frente porque “estamos muy ocupados”,  dejamos pasar el tiempo y la vida y nos parecen imposibles nuestros sueños. Pero es sólo cuando perseguimos esos sueños locos, salvajes incluso a nuestros ojos, que vamos a salir de nuestras zonas de confort, y lograr materializar todo lo que soñamos, generando nuevas experiencias que nos hacen crecer. 


             Mientras estemos vivos tenemos la capacidad de aprender diariamente y reinventarnos. Es en el momento presente que tenemos el poder  de alcanzar todo lo que queramos.

Quieres volar en parapente o paracaídas, canopy,  bailar, bucear, surfear, esquiar, viajar, etc…todo lo que quieras lo puedes hacer por difícil que parezca.

            Todo lo que conocemos hoy en día y dominamos a la perfección una vez fue un territorio desconocido. Hubo un momento en que no sabías cómo caminar, hablar o leer. Pero ahora haces todas esas cosas sin esfuerzo.

            El permitirte cumplir estos sueños o fantasías es un incentivo, un regalo que te das. Las limitaciones sólo están en tu mente, pues cuando deseas algo con todo el corazón siempre encuentras la manera de alcanzarlo. No importa tu edad, sexo o condición. El estar aprendiendo cosas nuevas nos recuerda la verdadera misión de nuestra vida: Aprender a ser felices.

        Si tomas esta actitud en cualquier cosa que  aprendes en la vida, te sorprenderás de lo rápido que avanzas.



lunes, 28 de septiembre de 2015

QUERER LO QUE NO QUEREMOS



En muchas ocasiones, no estamos a gusto con lo que nos rodea. Lo peor es que no tenemos opción de cambiarlo, muchas veces.
La salida natural de nuestra mente es el rechazo de lo que tenemos cerca. Sin embargo, no es lo que más nos ayuda. Lo que de verdad estará a nuestro favor es amar, de  la forma que sea, lo que hay.
Esto sí es de verdad un trampolín hacia nuestro bienestar. Porque nada hay peor que sufrir con lo del día a día sin poder evitarlo.
Mejor autoengañarnos un poco, ligeramente; lo suficiente para seguir adelante hasta que todo sea tan normal que no logre hacernos daño.
Veamos este cuento.
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Nasrudín, el monje Sufí, había decidido plantar flores en su jardín. Para eso preparó el suelo, sembró semillas de las flores que le parecían más bellas. Cuando las flores comenzaron a nacer, observó con enfado que su jardín se iba llenando de flores que él no había elegido, especialmente de margaritas.

Nasrudín fue en busca de consejo especializado. Habló con todos los jardineros que conocía y leyó las instrucciones para librarse de las margaritas. Todo fue en vano.

Las margaritas crecían cada vez más fuertes, se mezclaban con los claveles, con las dalias y con otras flores.

Por fin, decidió ir a la capital y entrevistarse con el jardinero real, jefe del jardín del palacio del Rey. El sabio jardinero ya había aconsejado a muchos otros de cómo librarse de flores y plantas indeseables.

Nasrudín contó su esfuerzo por librarse de las margaritas que crecían en su jardín. El viejo jardinero lo escuchó atentamente y después de un largo silencio dijo:

- Por lo visto, tienes que cambiar tu decisión y aprender a amar a las margaritas.



domingo, 27 de septiembre de 2015

VIAJE A ÍTACA (Relato del Domingo)



DOMINGO ANTERIOR

Llegaron hasta la máquina de café del final del pasillo. La cafetería no estaba abierta. Owen sacó dos cafés mientras la mujer china se sentaba en unas butacas dejando reposar su cansancio.

.- Swa, la vida no me ha tratado bien. No he sido feliz. Nunca. Ni siquiera sé que se siente junto al amor. –Ella no dijo nada. Simplemente alargó su mano para recoger el café y rozar discretamente la piel de aquel hombre atormentado. 

Una vez sentado junto a ella, Swa se acercó de forma que la cabeza de Owen pudiese reposar sobre su hombro.

.-No digas nada. Descansa sobre mí. Tenemos el resto de la vida para cambiar el recuerdo de lo que te hizo daño. No te preocupes amor..- Owen se levantó alterado y confuso.

.-¿Amor?. No te conozco de nada. ¿Cómo puedes llamarme amor?. ¡Lo has estropeado todo!. ¿Qué es lo que quieres de mi?...- De repente estrelló el café contra el suelo y se refugió en una de las paredes de enfrente dando la espalda a la mujer y golpeando su cabeza contra ella. (…)


Domingo, 27 de septiembre de 2015 

… La mujer china le miró compasiva. Se acababa de dar cuenta de la gran necesidad que Owen tenía de ser ayudado. Sin duda, era ella la que mejor podía ofrecérsela. Sabía lo que significaba estar en el infierno y sentirse atrapado por él.

Swa había conocido al padre de Liu en un Congreso dedicado al estudio y mejora del Medio Ambiente. El que más tarde sería su marido, ejercía como político representante del área ecologista en su país. 

Le había encantado su voz. Profunda, serena y apacible. Melódica y envolvente. Afectada de un peculiar tono que invitaba a la calidez más tierna.

Tenía una mirada sagaz llena de prometedores augurios que hizo muy sencilla la complicidad entre ambos.  

Swa organizaba eventos de alto nivel. En aquella ocasión Stella, la directora del acto, no pudo hacerse cargo de su organización. Mientras preparaba los últimos detalles, alguien le susurró por detrás.

.- Nunca imaginé que una espalda fuese tan hermosa.-Aquel comentario había llamado su atención. Se volvió hacia él. En aquel momento, encontró una mirada llena de deseo y una maravillosa intención de hacer de aquel instante el comienzo de un gran amor.

Al igual que ahora, nunca pudo imaginar que el dulce inicio terminaría en el mayor de los avernos. 

Steven parecía un ser maravilloso. Y lo fue durante algún tiempo. Sin embargo, una locura oculta y transformada en diplomática cortesía había desencadenado el caos en el que había nacido Liu.

Sabía cómo tratar estas situaciones.

Se acercó a Owen y apoyó la cabeza sobre su espalda. Cerró los ojos mientras dijo en voz baja.

.-Lo siento Owen. Nunca quise ofenderte. –Owen dejó de golpear su cabeza contra la pared para quedarse inmóvil. 
Despacio, se dio la vuelta y se abrazó a la menuda mujer, llorando.
.-No sé que me ha pasado. Lo siento Swa, lo siento tanto!. Perdóname, por favor. Perdóname.-La mujer le abrazó con toda la ternura de la que fue capaz. Le miró a los ojos y le sonrió llena de un maternal sentimiento que calmó el arrebato del psiquiatra.

Los ojos de Owen eran un manantial imparable de lágrimas amargas. Llenas de impotencia ante su situación desvalida. 

Invadidas de súplica, resbalaban raudas por sus mejillas implorando ayuda. No podía resistir más aquel tormento que se ceñía a sus recuerdos. Algo debía pasar para que aquella tortura cesase. 

Había recurrido tantas veces a amores de plástico que estaba demasiado cansado para aquel nuevo comienzo.

Tenía miedo. Esa parálisis le había hecho perder el control.
Ella le tomó de la mano, cogió su bolso y marcharon caminando muy lentamente a través del inhóspito pasillo.

De nuevo se repetía la historia pero en esta ocasión, Owen nada tenía que ver con Steven. Él necesitaba tanto amor que seguramente cualquier forma en la que lo recibiese sería bienvenida.

El que había sido marido de Swa la había sometido a una auténtica tortura psicológica de la que había salido fortalecida. 

Ahora sabía que podría con este nuevo reto. Es más, estaba deseosa de entregar todo su amor a un hombre que lo necesitaba tanto y que movía su compasión de aquella forma tan deliciosamente tierna.

Owen, con la mirada perdida, apretaba cada vez más fuerte la mano de la mujer hasta el punto de hacerle daño. Ella no protestó. Sin decir nada, soltó la mano del doctor y le cogió el brazo para sujetar el tambaleo de su paso.

Súbitamente Owen se desplomó.  (…)