Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 30 de octubre de 2015

¿ TRUCO O TRATO ?



Todo en la vida se resume en esto. ¿Truco o trato?. La misma vida y la muerte, su otra cara, se debaten entre ambas opciones.
El día que permite el tránsito al mes de noviembre recoge, en esta pregunta todo el funcionamiento de las relaciones humanas. Lo que no es truco, es trato. 

Cuando estableces una relación del tipo que sea con alguien, aunque sea mediante lazos de sangre, siempre hay un  intercambio. Cada uno de nosotros pone su parte. La vida se fundamenta en el equilibrio. No podemos poner toda la carne en el asador solo de un lado.

Por otra parte, muchas veces, la gente engaña. Usan la parte del truco. Ofrecen, adulan, adornan el escenario  para luego hacer juegos de magia en los que solo queda humo en el que ni siquiera podemos ver.

Hay que elegir entre ser engañados o dar para recibir. Esta es la propuesta de la noche de difuntos. Esta es la  oferta que se nos pone delante cuando salimos al mundo.
Y en realidad, queramos reconocerlo o no, todo se basa en elegir de qué lado vamos a estar. O ir de tratantes de trucos o colocarnos en la cuerda floja de confiar a cualquier precio en todo el mundo. 
De cualquier forma el trato no nos lo evita nadie así que será la mejor opción para esta mágica noche donde la vida y la muerte se juntan en un hilo muy fino.

Y tú y yo; ellos y los otros. Todos. Podemos no saber hacer trucos pero lo que es seguro es que haremos tratos. Rubricaremos pactos, sellaremos acuerdos, firmaremos paces, daremos y recibiremos y la propia vida nos enseñará que no podremos olvidarnos da dar si queremos seguir recibiendo.

Un boomerang que hoy se convierte en calabaza.

¡Feliz Halloween ¡

jueves, 29 de octubre de 2015

LA RESISTENCIA Y EL DOLOR



Muchas veces lo que necesitas llega a tus manos sin querer. Ello te busca a ti. La energía que nos envuelve se ve afectada por todo lo que nos sucede. Por lo tanto cuando estamos debilitados por nuestras angustias, los problemas que nos llegan o las debilidades que padecemos, algo se mueve en el aliento que nos impulsa a vivir, algo en las ayudas invisibles con las que seguro contamos, algo muy sutil que dispone los recursos a nuestro favor y nos deja cerca señales que nos ayudan, si sabemos verlas.

“Lo que resiste, persiste”.

Esta frase es la causa de muchas de nuestras penas. La resistencia a lo que debería estar fuera de nosotros equivale a la persistencia de lo que nos daña.

Somos nosotros mismos los que dejamos vivir a nuestro lado al dolor, sobre todo el que alimentamos con esta imaginación nuestra siempre tan parlanchina.

Sin embargo, el dolor también enseña. Nos cambia. Nos revoluciona. Nos deja tirados para ponernos a prueba. Nos sitúa frente a nuestros límites. Y nos desliza a través de ellos para renacer de nuestras cenizas.

Os dejo este texto que he leído recientemente. Me gustó.
Espero que os aporte luz en este tema.
__________________________________________________

        (…) “ La palabra resistencia tiene varias resonancias. Para evitar cualquier equívoco sugiero mirar a la resistencia desde una perspectiva amable, más relajada antes que motivo para el relajo.

La resistencia significa firmeza, aguante, obstinación, tenacidad, entereza, intransigencia, correa –no confundir con apellidos, por favor-, severidad, consistencia, solidez. Y podríamos añadir otros sinónimos: potencia, nervio, fibra, pujanza, poderío, reciedumbre, robustez, vigor, fortaleza, fuerza, energía, eficacia, ánimo, brío, empuje, coraje. Pero hay también un interesante sinónimo: rebeldía, obstrucción, indocilidad, reacción, desobediencia, forcejeo, barrera, defensa, parapeto, barricada, repulsa, negativa, antagonismo, desafío, oposición, disconformidad, desacuerdo, renuencia, reluctancia, contrarresto.

 Por la vía de la exclusión podríamos identificar qué no es la resistencia. Y se nos viene a la mente los antónimos de resistencia: debilidad, pasividad, flojedad, blandura, dejadez, desinterés, ineficacia, agrado, despreocupación, renuncia, resignación, obediencia, docilidad, sumisión, fragilidad, inconsistencia, acuerdo, conformidad, enfermedad.

Podríamos preguntarnos -en tono amable- cómo resiste la mujer a un marido infiel o mujeriego; o el marido a una mujer infiel o algo parecido. La resistencia, en este caso, tiene un límite para ciertas personas. Y puede terminar en una resistencia pasiva –desde no hacer nada, asumir la ‘ley del hielo’ y seguir así hasta el final. O pensar en la separación o divorcio: ¿resistencia activa?

¿Y qué pasa con la resistencia al dolor? Pilar Sordo, una psicóloga chilena, plantea en su reconocido libro ‘Bienvenido dolor’ algunas ideas interesantes al respecto.

“El dolor –dice- no necesariamente es malo o pernicioso. El dolor puede ser fuente de aprendizajes si se administra bien, e incluso ser fuente de felicidad. ‘La llegada del dolor es inevitable, pero la elección por el sufrimiento depende enteramente de nosotros’, expresa la escritora.  (…)



martes, 27 de octubre de 2015

NADIE PUEDE SALVAR A NADIE



A lo largo de la vida me he dado cuenta. Por mucho que amemos a una persona, por mucho que nos importe, por más que la sintamos dentro, nadie puede salvar a nadie. Sería mucho ya si podemos salvarnos nosotros de nuestras propias debilidades. Nada más que hacer.

Hay un pensamiento instalado en lo más instintivo de nuestra conducta que, sin duda, nos impele a “salvar” a quienes amamos de lo que consideramos peligroso, dañino o inadecuado para ellos. Pero esta convicción, en la fuerza de nuestra actuación, es imposible.

Cada persona tiene que recorrer su camino. Con sus baches, sus piedras y sus montículos. Solamente la experiencia propia permite una reacción en la forma de comportarnos. 

Por mucho que nos duela, de nada vale aconsejar. Ni hijos, ni maridos, ni parejas, ni amigos… podrán captar la carga  de emocionalidad y voluntarismo que ponemos en nuestro empeño. Y no lo pueden comprender porque las vivencias no se razonan, no pasan por la lógica, no se seccionan con el cerebro.

La vida es experiencia en estado puro y eso con nada se puede sustituir. Ni palabras, ni ejemplos, ni siquiera con chantajes de ningún tipo, se logra.

Si alguna vez has cambiado en algún sentido, observarás que responde a un impulso que llega de ti mismo, de tu interior y de la respuesta propia con la que reacciones ante lo que te sucede y sus consecuencias.

Nadie puede gozar por nosotros pero tampoco lo contrario. Nadie sufrirá en nuestras carnes. Por eso, nada mejor para convencernos de algo que asumir lo que nos queda después de hacerlo. Ese será el único maestro.

Os dejo una reflexión sobre este tema.
_________________________________________________ 

…”Tú no puedes salvar a nadie. Puedes estar presente con ellos, ofrecer tu estabilidad, tu cordura, tu paz. Incluso puedes compartir tu camino con ellos, ofrecer tu perspectiva. Pero no puedes quitarles su dolor. 

No puedes recorrer su camino por ellos. No puedes ofrecerles respuestas correctas, ni tampoco respuestas que no sean capaces de digerir en ese momento. 

Ellos tienen que encontrar sus propias respuestas, plantear sus propias preguntas o bien perderlas, ellos tienen que hacerse amigos de su propia incertidumbre. 

Ellos tendrán que cometer sus propios errores, sentir sus propias tristezas, aprender sus propias lecciones. Si realmente quieren estar en paz, tendrán que confiar en el camino de sanación que se vaya revelando paso a paso. Pero tú no puedes sanarlos. 

No puedes ahuyentar su miedo, su ira, sus sentimientos de impotencia. Tú no puedes salvarlos, o arreglarles las cosas. 

Si presionas demasiado, ellos podrían perder su tan singular camino. Tu camino podría no ser el de ellos. “

Jeff Foster

lunes, 26 de octubre de 2015

EL AMOR ES LA SAL



       
   En cierto país vivía un rey que tenía tres hijas. Como ya se estaba haciendo mayor, comenzó a preguntarse cuánto le querrían sus hijas, hasta que decidió averiguarlo. Se sentó en el gran trono y mandó llamar a la mayor de las muchachas.

-Dime, hija -preguntó el rey al llegar su descendiente-: ¿cuánto me quieres?

           Ella, que conocía muy bien a su padre y sabía de sus gustos, respondió presurosa:
- Padre, os quiero más que al oro.

             El monarca, complacido, sonrió. No había nada que le gustara más que el oro. Repuso:
- Has dicho bien.

             Y mandó llamar a la segunda. Lo mismo preguntó a la princesa mediana, que pensó un instante antes de contestar:
- Os quiero más que a la plata, padre.

                El anciano rey, al pensar en el brillo de la plata, el fulgor de los candelabros y las monedas y la fastuosidad de las riquezas, sonrió.
- Has dicho bien -contestó.

               La tercera hija, la menor, amaba profundamente a su padre. Cuando estuvo en su presencia, él preguntó:
- Dime, niña, ¿cuánto me quieres?

             Ella, pensándolo detenidamente, respondió:
- Os quiero, padre, más que a la sal.

          El viejo monarca parpadeó.
- Repite, hija. Creo que no te he escuchado bien.

- Os quiero más que a la sal, padre.

              El rey montó en cólera y rugió:
- ¡La sal! ¡La sal no es nada! ¡Márchate! ¡No me quieres nada! ¡No quiero volver a verte en mi presencia!

                   Ella, asustada y muy triste, pues él no había comprendido lo mucho que le quería, salió llorando inmediatamente. Corriendo confusa por el pasillo de palacio, tuvo un idea. Bajó a las cocinas, donde varios cocineros estaban muy ocupados preparando la cena del rey. Allí les dio instrucciones claras sobre qué omitir en todos los platos que sirvieran al monarca.

                   A la hora del comer, el monarca se sentó en la lujosa mesa, con sus platos de porcelana y sus tintineantes copas de cristal con ornamentos de oro, con mucho peor humor que el habitual. Comenzaron a desfilar los camareros con las viandas. Primero le fue servida una sopa, cuya primera cucharada escupió al instante al comenzar a tomarla:

- ¡Agh! ¿Qué es esto? ¡Esta sopa no tiene ningún sabor! ¡Sacádmela de delante!

Retiraron rápidamente el plato y le sirvieron un estofado con una pinta verdaderamente exquisita. Complacido, cortó un trozo y lo metió en la boca. Pero, indignado, exclamó a gritos:
- ¿Cómo es que de nuevo esto está insípido? ¡Vaya porquería de estofado, no se puede comer algo tan soso!

             Lo mismo sucedió con el resto de platos y postres. El mandó llamar al cocinero. Este, asustado, acudió y el rey, enojado, le pidió explicaciones.
- Majestad, yo me limité a cumplir las órdenes de su hija menor; ella nos dijo que no echáramos sal a ninguno de los platos.

               El rey comprendió y se echó a llorar. Fue corriendo a buscar a su hija pequeña y la abrazó, diciendo:
- Querida mía, ahora comprendo la importancia de la sal y cómo, sin ella, nada es lo mismo; ahora sé cuánto me quieres.

http://parareflexionar.blogspot.com.es/