Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 6 de noviembre de 2015

SIEMPRE HAY ALGO BUENO EN LO MALO



 “Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo:

-¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.

-¿Por qué le llamas desgracia? 

- respondió el padre 

- veremos lo que trae el tiempo... 

A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.

-¡Padre, qué suerte! - exclamó esta vez el muchacho

- Nuestro caballo ha traído otro caballo.

-Por qué le llamas suerte? - repuso el padre 

- Veamos qué nos trae el tiempo.

En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo

 nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna.

-¡Padre, qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho 

- ¡Me he quebrado la pierna!

Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:

-¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo!

El muchacho no se convencía de la sentencia paterna, sino que

 gimoteaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea
los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra.

Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.

El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.

La moraleja de este antiguo consejo chino es que la vida da tantas

vueltas, y es tan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno, y lo bueno, malo.

Lo mejor es esperar siempre el día de mañana, porque todo sucede con un propósito positivo para nuestras vidas. “
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Las desgracias no vienen solas y muchas veces es verdad. Pero con las grandes sacudidas del destino, éste nos empuja hacia nuestros límites y nos prepara para asumir retos que jamás pensamos.

Somos más fuertes de lo que creemos. Hay que creer en nuestra valía.

Todo, absolutamente todo, lo guardamos en este microcosmos que somos cada uno en este valioso cofre, templo de nuestra alma, que es el cuerpo. Un resumen, en definitiva, imperdible de la grandeza de este gran misterio que es la vida; que somos nosotros.

jueves, 5 de noviembre de 2015

NO ESTAMOS PREPARADOS



Nunca estamos preparados para perder a lo que amamos. Nunca para decir adiós. Nunca dispuestos a la despedida. ¡ Cuánto daríamos por tener otra oportunidad más!. Por volver a sentir de nuevo aquella mirada sobre nosotros, por sentir el abrazo que nunca cansa, el que protege.

Cuando pienso en algunas personas que he perdido y que amaba profundamente me dan escalofríos. Cuando pienso perder otras que están en mi vida me parece situarme frente a un abismo.
Nunca somos mayores del todo porque en realidad…¿ qué es ser mayor?. 

Ser mayor siempre obliga. A tener responsabilidad, a asumir culpas, a pagar deudas, a compensar defectos, a superar miedos, a revertir fracasos, a guardar secretos, a aguantar penas o a sufrir en silencio, entre otras muchas cosas.

Cada vez se alude más al niño interior. A ese que no ha dejado de existir o que se niega a crecer. 

El niño que vive dentro reclama mucho. Mucho afecto, mucho respeto, muchos juegos, mucha ternura, mucho diálogo, mucha risa, mucho sueño, mucha verdad.

El conflicto surge cuando no le hacemos caso porque él sigue existiendo y se hace presente. 

Ese niño también está lleno de miedos. Miedo a lo desconocido, a no saber tratar la rabia, al daño que otros puedan hacer en el alma, a equivocarse y ser castigado, a los errores que descuentan, a los castigos injustos y al desamor.

Solamente hemos de darle voz. Dejar que se exprese y hacernos cargo de él.

El adulto que somos se encargará de atenderle, de escucharle y de mantener su equilibrio. No hace falta que nos apoyemos en nadie del exterior para cuidar de él. 

Eso sí, siempre viene bien que una mano amiga se encuentre disponible para jugar con él y de paso poder divertirnos todos en el mismo juego.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

LA CARICIA DEL OTOÑO



El otoño nos anuncia nuestras ganas de calor humano, de ser abrazados, de sentir caricias juguetonas sobre la piel, de miradas que se encuentran después de haber estado perdidas en olvidos de otros.

De olor a café caliente recién hecho, de aroma a tierra mojada, de cielos nublados que nos regalan lluvias refrescantes y dulces. De rayitos tímidos de sol que eligen nuestro rostro para regalarnos un puñadito  de paz.

¡ Bendito otoño que vienes a rescatarnos del tedioso verano agonizando en nuestras ganas de sentir el deseo, de nuevo, de arroparnos junto a un beso.!

Os dejo este poema de Octavio Paz para deleitarnos con los colores sonoros del otoño y en su cálida melodía.

En llamas, en otoños incendiados,
arde a veces mi corazón,
puro y solo. El viento lo despierta,
toca su centro y lo suspende
en luz que sonríe para nadie:
¡cuánta belleza suelta!

Busco unas manos,
una presencia, un cuerpo,
lo que rompe los muros
y hace nacer las formas embriagadas,
un roce, un son, un giro, un ala apenas;
busco dentro mí,
huesos, violines intocados,
vértebras delicadas y sombrías,
labios que sueñan labios,
manos que sueñan pájaros...

Y algo que no se sabe y dice «nunca»
cae del cielo,
de ti, mi Dios y mi adversario..


martes, 3 de noviembre de 2015

EL DESENCANTO MATA EL AMOR



He comenzado la mañana leyendo un artículo sobre el amor y la costumbre. La rutina como salvoconducto para creer que se posee al otro y de ahí la construcción del puente hacia la falta de atención por él.

No hay fuerza mayor que la ilusión, ni empuje más fuerte que la esperanza. Nada gusta más que las expectativas iniciales cuando todo parece posible. Nada da más fuerza que creer que es posible, lo que sea.

 Cuando uno se enamora lo primero que se opera en el proceso es la admiración. Algo en el otro nos sorprende y nos gusta. Su belleza, su encanto personal, su mirada, la fortaleza de su carácter…infinidad de aspectos que nos pueden cautivar, según, la mayoría de las veces, las carencias propias que tengamos que rellenar.

La tumba del amor se cava con la indiferencia y la decepción.
La indiferencia es el peor de los castigos. Te deja en el vacío. Sumido en el olvido del otro y en su amnesia más profunda. Es como no existir en el universo de la otra persona. Ni para bien ni para mal. Para nada. Y eso causa un dolor profundo que no cicatriza mientras el olvido se cambie de bando.

La decepción anula la ilusión. Mata la esperanza y te sume en un mar de dudas sobre lo que inicialmente parecía el cielo en las manos.

Nos decepcionamos a base de comprobar que aquello que nació con posibilidades ilimitadas se va acotando. Se levantan barreras donde antes era campo abierto. Se construyen muros donde anteriormente se divisaban caminos.

En muchas ocasiones los culpables somos nosotros mismos por creer en lo   que vemos con la razón y negamos con el corazón.
Las expectativas nos matan. Componemos un amor a medida cuando a veces es de otra talla. Intentamos adelgazar para poder caber en él, pero finalmente estalla.

Lo mejor es aprender a tomar medidas. No grandilocuentes, sino las justas. Y sobre todo, hacer las costuras a medida y si es imposible ajustarnos al modelo que tenemos delante cerrar la caja de los hilos y esperar serenamente a hacernos un nuevo traje.

Siempre podremos recurrir a mirarnos al espejo y descubrir que no hay nada que tapar, que estamos bien con lo que nos cubre y eso no debe ser otra cosa que un inmenso amor hacia nosotros mismos que nos lleve a hacer por nosotros lo que esperamos que los demás nos ofrezcan.

De todos modos, si encuentras tu talla quédatela. No hay mayor placer que vestirse con un amor a la medida.