Cada vez que
el año remata las Navidades con la noche de Reyes, no puedo dejar de recordar
aquella mágica ilusión que durante mucho tiempo mantuvimos aún sabiendo que los
Reyes, como tales, no existían.
Hay mitos
que uno mantiene en el corazón. No importa que sean verdad, solamente que
podamos seguir convirtiéndoles en realidad dentro de nosotros.
Qué importa
si hay majestades que llegan de oriente o si el poder y la magia, llega de la
mano de alguien que nos recuerda con cariño.
Recibir regalos
es muy bonito pero aún es más darlos. Un regalo no es, solamente, aquel que viene envuelto en papel brillante y
atado con un lazo. Hay muchos regalos que podrían encantarnos aun siendo invisibles.
Muchas veces,
sé que la Noche de Reyes no vendrá a dejarme nada en el zapato y aún así,
espero. Y espero porque he llegado a la
conclusión de que elegir la esperanza es lo único que salva.
Es difícil
mantener la ilusión cuando a tu alrededor nada parece salir bien. Lo es, cuando
estás en un mar de dudas, llena de ansiedad o temerosa y con miedo. Lo es
también, cuando el destino te ha sacudido con un golpe fuerte. Lo es, cuando a
pesar de tenerlo todo sientes que nada posees. Pero para eso está la mágica ilusión de aquellas noches de niños.
Y es que
acordarse de esos momentos es recordar a los padres; a tu madre…y a ese
ambiente de silencio ansioso con delicioso olor a sorpresa.
Hay regalos que tienen un valor inmenso y un
escasísimo precio o al contrario. Incluso ambas cosas a la vez. Pero los
regalos que nos llevamos siempre puestos son los que tienen que ver con el
afecto, con el cariño, con el amor.
Nadie puede
quitarnos lo que hemos vivido. Nadie arrebatarnos las sensaciones, la emoción, el
brillo de una mirada, la sonrisa cómplice y ese roce de la piel que nos deja lo
mejor del otro.
Por eso,
todos tendremos Reyes la noche mágica porque todos, en realidad, si cerramos los
ojos y repasamos el año que terminó…algún regalo habremos recibido de esos que
tanto valor tienen y que llevamos siempre puestos y si no, tendremos que ir a
descubrir el muestro, porque seguro que alguien está dispuesto a que sientas
que eres muy querido.
Hay que
abrir el corazón…y recibir el regalo.
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